Curiosidades
La literatura puede que haya perturbado lo que ocurrió de verdad

¿Qué hay de cierto en la historia del Caballo de Troya?

La historia del Caballo de Troya, la historia de la propia ciudad, es una de las más célebres de todos los tiempos, una que ha inspirado infinidad de relatos, de películas y, como no podía ser de otra manera, también de mitos y leyendas que se han tejido acerca de aquellos acontecimientos.

En primera instancia, los griegos dicen que la Guerra de Troya se produjo por aproximadamente diez años, entre el 1194 a.C. y el 1184 a.C., una fecha que cuenta con bastante apoyo por parte de la comunidad científica actual, y que pareciera confirmar lo contado por Homero, a quien se atribuye la autoría de la mayoría de los principales poemas épicos de su pueblo: la Ilíada y la Odisea.

Pues bien, sabemos entonces que la Guerra de Troya probablemente sucedió, que lo hizo en esos años más o menos, y que muchos de los elementos que Homero introduce en sus obras son efectivamente reales. Aún así, hay quienes descreen de lo ocurrido con el “caballo”.

En cualquier caso, centrándonos en los eventos medianamente confirmados, o al menos verosímiles, tenemos que la reina Helena de Esparta fue secuestrada por el príncipe París, que estaba enamorado de ella.

Homero describe posteriormente el reclutamiento de las tropas por parte de Odiseo, y cómo Aquiles se vio forzado a participar de los enfrentamientos bélicos para completar esa venganza.

Para el grueso de la sociedad griega de los siguientes años, esta guerra realmente ocurrió, al punto de que se atribuía a la misma la conocida rivalidad entre persas y griegos, más allá de las distintas interpretaciones que los primeros historiadores hacían de los sucesos y personajes.

En el siglo XIX, el hombre de negocios prusiano Heinrich Schliemann, un admirador de Homero, quiso comprobar que la Guerra de Troya y la historia del Caballo de Troya eran verídicas, y optó por ir hacia la supuesta ubicación de la antigua ciudad, en Hisarlık, hoy al noroeste de Turquía.

Para su desánimo, no sólo no halló algunos de los objetos que debieron haber aparecido en la zona de haberse llevado a cabo allí este enfrentamiento, sino que además destruyó otros restos arqueológicos que, hasta el día de hoy, los investigadores buscan restaurar.

Es decir, no hay confirmaciones oficiales acerca de la ubicación de Troya, o no existen pruebas o evidencias que permitan pensar que se ha encontrado el sitio donde se localizaba esta ciudad.

Por lo tanto, al menos hasta que surgiera algún avance más firme, la creencia en el Caballo de Troya y la guerra en general es más un asunto de fe mitológica que de constatación empírica.