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Adiós a juntarse con los vecinos: van a poner multas de 500 euros por esto que llevas toda la vida haciendo

  • Janire Manzanas
  • Graduada en Marketing y experta en Marketing Digital. Redactora en OK Diario. Experta en curiosidades, mascotas, consumo y Lotería de Navidad.

En muchos pueblos de España, sobre todo en verano, es habitual ver a los vecinos reunidos en las puertas de sus casas cuando se pone el sol. Esta práctica, conocida popularmente como «tomar el fresco», forma parte de la vida cotidiana de cientos de localidades, especialmente en las zonas rurales, donde el ritmo de vida es más pausado y comunitario. Para los mayores, juntarse con los vecinos es un momento casi sagrado, un espacio para compartir historias, anécdotas y compañía sin prisas ni preocupaciones.

Sin embargo, en los últimos meses, se ha empezado a cuestionar esta tradición. Las autoridades locales están aplicando nuevas normativas que limitan o directamente prohíben sacar sillas o mesas a la calle, incluso en las puertas de las casas, argumentando cuestiones de orden público, seguridad y convivencia. El caso más destacado es el de Barcelona, donde se está preparando una ordenanza que podría sancionar con multas de hasta 500 euros a quienes «tomen el fresco» en portales o aceras.

Multas de hasta 500 euros por juntarse con los vecinos

En las zonas rurales, las casas, muchas veces con las puertas abiertas, invitan a la participación y al diálogo, haciendo que la calle se convierta en una extensión del hogar. Se trata de una práctica tan arraigada que forma parte del ADN cultural de muchas localidades españolas. No obstante, algunos ayuntamientos y cuerpos policiales están comenzando a emitir avisos y advertencias sobre esta práctica.

Un ejemplo que ha trascendido fue el mensaje de la Policía Local de Santa Fe, que recordaba a los vecinos que la vía pública está regulada y que sacar sillas o mesas sin autorización podría ser considerado una infracción. El tono de la advertencia, que insistía en retirar los objetos cuando la Policía lo solicitara, generó una fuerte reacción en redes sociales, con miles de comentarios que defendían esta tradición y criticaban la rigidez de las autoridades.

La sensación general fue que se estaba criminalizando algo tan natural como juntarse con los vecinos y charlar en la puerta de casa. Aunque no existe una ley nacional que prohíba explícitamente «tomar el fresco», sí hay ordenanzas municipales que regulan el uso del espacio público, especialmente en ciudades más grandes. En estos casos, las autoridades argumentan que la ocupación de la vía pública sin permiso puede dificultar el paso peatonal, la limpieza o incluso poner en riesgo la seguridad vial.

El caso de Barcelona

La situación en Barcelona ha elevado la polémica a otro nivel. La ciudad está tramitando una nueva ordenanza de civismo que, entre otras cosas, pretende prohibir la ocupación de la vía pública con mobiliario sin autorización, como sillas o mesas, salvo en las terrazas oficiales de bares y restaurantes.

Según el borrador de la ordenanza, sentarse en portales o aceras podría considerarse una obstrucción del paso, especialmente en calles estrechas, y las sanciones podrían alcanzar hasta los 500 euros. Además, se busca controlar otros comportamientos que generen ruidos o molestias, especialmente por la noche, así como restringir prácticas como las barbacoas en balcones o el consumo de alcohol en la calle.

Estas medidas buscan mejorar la convivencia, reducir las molestias vecinales y garantizar el descanso nocturno, pero han sido recibidas con rechazo por parte de numerosos vecinos, organizaciones culturales y asociaciones vecinales que ven en esta regulación una criminalización de una forma de vida comunitaria y tradicional.

El uso del espacio público es un tema complejo y multidimensional. No basta con establecer normas rígidas sin considerar el impacto social y cultural que estas pueden tener. La convivencia en las ciudades y pueblos debe buscar un equilibrio entre la regulación necesaria para garantizar seguridad y orden, y el respeto a las costumbres y formas de vida de sus habitantes.

En este sentido, se podría pensar en soluciones más flexibles y dialogadas, como la creación de zonas específicas para sentarse y socializar, el fomento de actividades comunitarias o la sensibilización ciudadana sobre el uso adecuado del espacio. También es fundamental la labor de las autoridades para entender el valor cultural de estas tradiciones y no limitarse a imponer multas o prohibiciones sin un proceso participativo.

¿Un futuro sin ‘tomar el fresco’?

«Tomar el fresco» no es una simple costumbre, es un símbolo de vida en comunidad, de encuentros cotidianos que dan sentido a los pueblos y barrios. Su posible desaparición o limitación pone sobre la mesa preguntas importantes sobre qué tipo de ciudad y sociedad queremos construir.

Es fundamental buscar soluciones equilibradas que reconozcan el valor social de juntarse con vecinos, especialmente en costumbres tan arraigadas como «tomar el fresco». La calle no debe ser vista únicamente como un espacio a controlar, sino también como un lugar para convivir, compartir y fortalecer los lazos comunitarios. Las normativas deben considerar la realidad cultural de cada entorno, evitando imponer restricciones que desconecten a las personas de su modo de vida.