Ulises Mérida: «Se puede ser una mujer rural y ser muy elegante, por supuesto que sí»
Diseñador de moda. Ulises Mérida (Toledo, 1974) tiene nombre griego y apellido romano. Jamás se planteó que su marca se llamara de otra forma, comenta. Acaba de presentar hace apenas unos días su nueva colección Recreo en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid 2022 –Pasarela Cibeles de toda la vida– y con ella ha sido galardonado con el Premio a la Mejor Colección.
Este Recreo de Mérida nos invita a evocar juntos la infancia y los recuerdos de unos tiempos que ya fueron, pero que perduran e, incluso, hacen sonreír. Por eso, la colección ha lucido al trote de pasodobles interpretados por la banda municipal Cisneros de Gálvez, su pueblo de Toledo –y el mío–.
Pasodobles clásicos –porque lo clásico es aquello que no se puede hacer mejor, según Miguel Milá– que rememoran el rumor de las fiestas patronales, piezas que ponen ritmo al caminar de las reinas y las damas que van llegando a la plaza de toros para ocupar su tendido presidencial, brindan solemnidad a las procesiones; pero, sobre todo, envuelven la algarabía de esos amigos que se echan un buen baile en mitad de la plaza porque llevan un año sin verse.
No se me habría ocurrido un homenaje a tus orígenes más puro que este, sonando la banda municipal que tantísimas veces hemos escuchado. ¿Cómo se gesta esto?
No sé explicarte muy bien. A veces se cruzan una serie de cabos y todo toma sentido. Siempre he querido meter música en directo en mis desfiles, me parece un valor añadido a la sensación, pero hay que hacerlo cuando todas las piezas encajan. Por un lado, tengo un recuerdo muy bonito de la banda municipal porque mi madre está en la residencia de Gálvez y, de vez en cuando, cuando hay alguna fiesta suele ir a la puerta, los residentes salen a verla y cuando mi hermano me manda el vídeo con la música siempre pienso: “Qué bonito”.
Y por el otro, siempre he querido, en la medida de lo posible, apoyar a mi pueblo en lo que podía, incluso me interesé en hacer allí la producción, pero ya no hay talleres; así que lo único que encontré de cultura que pudiera encajar con lo mío era la música y ahí salió la banda municipal. Eso, además, unido a que tenía muy claro que la colección se iba a llamar Recreo porque veníamos de años muy complicados en todos los niveles, me sentía bloqueado y quería que esta colección fuera un impasse divertido, pasarlo bien, no pensar en nada negativo y el recreo era el momento de risas del colegio, aunque hubieras suspendido ¡te olvidabas por un momento!
También te daba tiempo a repasar el examen de después.
Eso es. Es un concepto de diversión, pero también me permitía recuperar mi lenguaje. Siempre he creído que la moda debe perdurar en el tiempo, no puede ser ni tan rápida ni de usar y tirar. Por tanto, tenía muy claro que quería reutilizar mis formas y mis volúmenes, mis pespuntes, mis cinturones, aunque le diera a todo una vuelta y trabajara con tejidos nuevos para mí como el vaquero, por ejemplo. Y eso, sumando el concepto del recreo, el retorno, los recuerdos… Ahí me dije: “Ya está, la música la tengo: unos pasodobles maravillosos con la banda municipal de Gálvez”. Y así fue todo, en mi cabeza todo cuadra de una forma muy anárquica, no podría explicarte bien.
Entonces, lo siguiente que haces es llamar a banda municipal y decirles que quieres llevar a todo el mundo a Cibeles para que toquen. ¿Es así?
¡Eso! Hablé con el alcalde, éste me pasó a la persona de contacto que es la presidenta, quedé con ellos y desde el primer momento fue sí, y mucho más cuando les dije que quería que fueran pasodobles. Al principio su miedo fue que yo les pidiera una serie de piezas que no controlasen o tuvieran que estudiar mucho; pero no, no, no, es que el pasodoble quedaba muy bien. No sabes las personas jóvenes que me han dicho que les encantan los pasodobles, que les había gustado que sonara Francisco Alegre. Y eran, no sé, gente de 25 años que yo ni entendía cómo conocían esa pieza. Y es que creo que el concepto es muy bonito, muy español, pero sin caer en regionalismos. O al menos a mí me lo parece. Así que cuando les dije que quería pasodobles se les iluminó la cara y todo fluyó.
¿En tu casa sonaban pasodobles?
No, en mi casa sobre todo se escuchaba Manolo Escobar porque a mi padre le gustaba.
¿Satisfecho?
Mucho. Después cuando lo vi en vídeo me emocioné, ver las caras de todos tan sonrientes fue muy emotivo. Eso no tiene precio, creo que todos tenemos una pequeña parte que tenemos que dedicar a ayudar y elevar lo que tenemos a alrededor. Ayudar y que te ayuden, hacer la vida un poco mejor a los demás. Yo hasta que no lo vi en vídeo, no fui consciente de lo emocionante que estaba siendo para la banda.
Hay que decir que en Gálvez luego son muy colaboradores con estas cosas.
Y tanto. Cogieron un autobús y se vinieron a Cibeles, no se lo pensaron. Además, yo tenía a mi hermano esperando por una puerta para decirles por dónde tenían que subir y cuando quiso llegar ¡ya habían entrado, preguntado y subido!
(Reímos)
¿Ayuda la música a elegir lo que vas a sacar o no en el desfile? Pregunto.
Ayuda muchísimo. Tenía muy clara la música, los sombreros de paja, elementos de cuero sin terminar que eran como zamarras de pastores, etc. Quería dar un aire muy campestre, dentro de lo posible porque mi ropa es sofisticada. Pero sí que había pañuelos atados a las coletas, al cuello, elementos muy naturales con joyas de celulosa de papel hechas a mano por la diseñadora Begoña Rentero. Intenté que cualquiera de los looks encajaran en medio del campo o bailando un pasodoble en mitad de la plaza del pueblo.
La pamela gigante era impresionante. No sé si para bailar en medio de la plaza, que apenas ves nada, pero totalmente impresionante.
(Reímos)
Las pamelas y los sombreros son una colaboración con Zahati, una chica que se llama Sandra y que tiene su taller en Alicante. Contacté con ella y desde el primer momento fue entrega absoluta, ¡era como si sus pamelas estuvieran hechas para este desfile!
Algunas de las piezas llevaban el típico croché este que todas las casas de pueblo tenían en las camas, encima de la televisión, el recibidor…
Claro, eso era una colcha antigua de matrimonio en color blanco de mi madre. La fui cortando y desarrollé la primera pieza, la segunda y la cuarta, creo recordar, y al ver el desfile me encantó ver a esa modelo maravillosa con ese croché, ese pamelón y sonando España Cañí. Ahí me di cuenta de que todo estaba funcionando, date cuenta de que los diseñadores nos solemos jugar todo a una sola carta y unes todo sin ensayo ni nada.
Imagino que siempre has tenido claro que querías hacer moda, pero tenías que salir del pueblo para formarte y te viniste a Madrid. Mi pregunta es: ¿en ese recorrido de salir de un pequeño pueblo e instalarte en la ciudad ha habido algún momento en el que te hayas sentido enfadado con lo rural?
No diría que enfadado, lo que sí es cierto es que yo soy diseñador porque quería ser diseñador, no sé qué otra cosa podría haber sido. Tuve la gran suerte de tener claro lo que quería y la gran fuerza de luchar. Me vine en 1989 a Madrid a estudiar a la Universidad Politécnica, aunque moda como la conocemos hoy no existía en ese momento. Entonces, no es que estuviera enfadado con el pueblo, pero sí que me limitaba mucho las posibilidades de desarrollarme y formarme.
Venía a Madrid con mis padres, mis hermanos me llevaban ropa de aquí y eso me encantaba, sentía que era lo que yo quería. Sencillamente, sentía que era una gran ciudad y me podía expresar mejor. Así que, enfadado no, diría que limitado. Ahora, con el bagaje que tengo, con 50 años y tras más de 25 años fuera, sí que es verdad que puedes retomar esos recuerdos de infancia y con la visión que te da haber vivido en Madrid, en Milán, etc., y permitirte mirar al pasado, retomarlo y darle un poco un sentido contemporáneo.
Pero eso hay que cogerlo y posarlo.
Siempre, no puedes llegar y hacerlo sin más. El primer vestido con la colcha antigua tardé en montarlo sobre el maniquí 10 minutos y me dice mi ayudante: “No lo puedo creer, qué rápido”. Y le comenté: “No, no, esto son 25 años de trabajo”. María, para hacer eso en 10 minutos, aunque luego hay una modista maravillosa que lo cose, ¡son muchos años tocando telas! Es como un escritor, puede hacer relatos muy rápido, pero eso es porque lleva mucho tiempo haciéndolo.
Las telas, a mí me interesan mucho porque soy de las friquis que miran la etiqueta.
El tacto es curioso. Muchas veces cuando voy a comprar o elegir telas suelo tocarlas sin mirarlas y cuando alguna me gusta o me llama la atención me paro. Y luego ya la miro. Por ejemplo, mira lo que llevas puesto tú hoy. Esa camisa negra de bambú, finita y de algodón, que tiene pinta de ser súper cómoda, te la has puesto esta mañana y te has mirado al espejo apenas un minuto, pero llevas con ella tocándote el cuerpo ocho horas. Así que el tacto es más importante que cualquier otra cosa. También hay telas muy duras que me suponen un reto y me gusta ver qué puedo hacer con ellas.
Retos y evolución. Así es como la gente que crea deja su impronta voluntaria en lo que hace y eres capaz de reconocerlo sin mirar el nombre.
Es que eso es lo mejor que puedes decir de un diseñador, sentir que tiene una seña de identidad. Esto es algo importante y mucho más en moda porque va todo demasiado rápido y no te permite desarrollar esa seña.
Va demasiado rápido incluso para las personas que compramos. Yo no sigo las modas, pero hay quienes las siguen de manera casi obsesiva. ¿Cómo lo hacen en su vida?
Pues mira, no lo sé. Siempre digo lo mismo, no me considero un consumidor de moda, sino un hacedor de moda y ¡me cuesta seguir el ritmo! Creo que es más importante la perdurabilidad, a mí me gusta que mi ropa pueda estar en un armario tres años y que si te la pones de nuevo no desentone, a pesar del tiempo transcurrido.
¿Se puede ser una mujer de un medio rural con apenas tres hatos, como se dice en Gálvez, y ser elegante?
Por supuesto que sí, claro que se puede. Se pueden tener tres cosas bien elegidas y ser muy elegante. La elegancia no es un término que me guste mucho…
Ya, es que es complicado de abordar.
Mucho. A veces me han puesto una lista delante para votar a la más elegante y siempre declino hacerlo. Con todos mis respetos, pero es que creo que no soy la persona más adecuada para opinar sobre ello. La elegancia no está en la ropa, está en la cabeza.
La elegancia es intangible, algo que no puedes tocar, pero sí somos capaces de percibirla. Está impresa en los movimientos, en cómo llevas un pañuelo, unos pendientes… Bueno, o sencillamente lucir elegante sin llevar apenas nada.
Lo interesante es que la prenda que tengas la hagas tuya, la combines como tú vayas cómoda. Si compras una de mis camisas y la pones con un short, pues quizá yo no hubiera hecho esa combinación, pero luego lo veo y me gusta porque esa persona va convencida. Ya puedes llevar una coliflor en la cabeza, como decimos en el pueblo, que si la luces con seguridad y feliz, pues se va a ver estupenda.
¿Tú te coses para ti mismo?
No, muy poquito. Me hago a veces alguna cosa, como en este desfile que me puse una camisola blanca y uno de los pañuelos de la colección al cuello.
Muy de pintor…
Sí, y un poco también de labriego, ¿no crees?
Si, la verdad. Me recuerda a las camisolas esas azules que llevan en la Fiesta del Olivo los vecinos de Mora de Toledo.
Sí, sí. Quería buscar la esencia de ese trabajo hacia la raíz, hacia el recuerdo.
A alguien que quiera dedicarse a la moda, ¿tú se lo aconsejas?
No. (Reímos) No es cuestión de aconsejar, yo me hubiera dedicado a la moda cuando tenía 18 años me dijeran lo que me dijeran. A veces me pregunta gente que quiere dedicarse a esto y siempre digo: “¿Sabes por qué me dedico yo a la moda? Porque si no me hubiera muerto, porque no podría vivir ni respirar si no hago lo que estoy haciendo”. Mi madre me quiso indicar que estudiara Derecho y cuando lo pensaba es que sentía asfixia.
Así que tu madre te dijo que estudiaras Derecho, que estudiaras una carrera de verdad.
Sí, sí. Hoy puedes estudiar moda en varias escuelas, el concepto de diseñador de moda está establecido, pero en el año 89 no era así. De hecho, en ese momento salías y decías que estudiabas moda y la gente no sabía ni qué era.
Y hoy todo el mundo sigue la moda, quiere diseñar moda, etc. A mí de la moda me interesa lo que hay detrás: quién lo hace, dónde se cose, de dónde viene el material, etc. Otra cosa es que lo puedas pagar o no, eso es otra cosa.
Eso está claro, así es. Quizá esto se está valorando ahora un poco más, pero también tienes que tener para pagarlo y si no hay… pues no hay.
Tus producciones son de proximidad, ¿cierto?
Cierto. Mis colecciones de piel las hago en Ventas con Peña Aguilera, que como sabes es un pueblo que tiene una historia en el tratamiento de la piel fantástica. El taller de costura donde cosen las colecciones está en Moral de Calatrava, en Ciudad Real. También desarrollé una colección con damasquino, que es una técnica de orfebrería toledana, trabajé con cortadores de la zona, etc.
A mí me gusta ir al taller, saludar, que me conozcan, conocer y saber qué persona ha cosido cada prenda. Me gusta la cercanía, la proximidad y eso trato de cuidarlo. Estoy involucrado con Castilla La Mancha y me apetece hacerlo. Ya sabes que en esta región había una gran tradición de talleres textiles y todo ha quedado desmantelado con la globalización, las marcas sacan fuera la producción de sus colecciones y, aunque se quiere volver a revivir esos talleres, vivimos momentos complicados.
¿No tienes la sensación de que la gente tiene más sensibilidad a la hora de comprar moda hecha más cerca, con mejor calidad…?
Ummm. Creo que es algo que quieres ver tú.
Soy una optimista, por lo visto.
Creo que el futuro de la moda va a estar muy condicionado por el tema de la contaminación que genera. Ahora mismo no sé en qué nivel estamos…
Es la segunda industria más contaminante tras el sector del petróleo, según múltiples estudios.
Entonces tendremos que replantearnos las cosas, no sólo cómo se producen, sino cómo las compramos y todo lo que ello conlleva. Pero, claro, es complejo porque la moda genera muchos puestos de trabajo en el mundo, no puedes dar la vuelta a todo de forma radical. Poco a poco, quizá, haya que marcar unas pautas de confección y consumo.
Hasta hoy, Ulises, ¿qué es lo más fascinante que has vivido?
El recuerdo más bonito que tengo es el de mi primer desfile con mi nombre. Tras un bagaje en los talleres de Jesús del Pozo, Ágatha Ruiz de la Prada y Torretta me dije: “Ahora soy yo”. Y me sentí muy ilusionado.
Sobre tu marca, imagino que no hubo dudas.
Ninguna duda. De hecho, a veces me han preguntado si era o no mi nombre real. Nombre griego y apellido romano.
Esperemos que no tengas que vivir ninguna Odisea.
Bueno, el mundo de la moda es un poco una Odisea a nivel pequeño.