EL CUADERNO DE PEDRO PAN

La pantalla gigante en la fachada sur del edificio de la Capsa de Música, un mal augurio

La primera sede en propiedad de la Orquestra Simfònica Illes Balears (OSIB) se hará realidad en septiembre

Trasladar al coqueto auditorio sito en el Polígono de Nou Llevant toda la programación de la Temporada de abono sería un completo sinsentido

capsa de música
La Capsa de Música será la sde de la OSIB a partir de septiembre.

La Capsa de Música, primera sede en propiedad de la Orquestra Simfònica Illes Balears (OSIB), se hará realidad justo pasado el verano de este año, y de hecho, con su apertura asistiremos a un acontecimiento histórico por ser la primera vez en 76 años que nuestra orquesta se instalará en sede propia.

He dicho 76 años, y he dicho bien, porque la existencia de la OSIB tiene un vínculo directo consecutivo con hechos del pasado, por muy refundada que esté desde finales de la década de los años 80 del siglo pasado. De hecho, ya en 1989 se respetó su condición de orquesta Ciudad de Palma, que ya se daba previamente a la refundación. La realidad es que el proceso de nuestra orquesta tiene como fecha de salida el concierto ofrecido el año 1947 por la entonces llamada Orquesta de Mallorca y dirigida por su titular, el coreano Eak Tai Ahn. Curiosamente en la sala de reuniones de la oficina de la OSIB cuelgan varias fotografías suyas, y quiero entender que por algo será.

De la trascendencia del paso de Eak Tai Ahn por Palma, da buena cuenta el monumento levantado a su memoria en el Passeig d’Es Born y por cierto en la actualidad sin recibir los cuidados que reclama un homenaje perenne que es algo comparable a la llama eterna en la tumba de JFK en Arlington.

Aquel proyecto sinfónico inicial promovido por la alta burguesía capitalina constituyó un hecho muy relevante para la época y que para variar no contó con apoyos institucionales adecuados, hasta que el Ayuntamiento de Palma recogió el testigo. De ahí su identidad: Ciudad de Palma. Hasta llegar a la refundación de 1989. Su recorrido nunca fue un camino de rosas, sino todo lo contrario, al no haber existido en todo su proceso un compromiso, firme y mantenido, para garantizar su viabilidad y por lo tanto su continuidad.

La refundación, que celebró el 2019 su 30 aniversario como si en realidad se tratase del año fundacional propiamente dicho, no acabó con la desidia y prueba de ello es la situación crítica de 2013 que a punto estuvo de costar el cierre de la OSIB. Fue la movilización popular, la que forzó al Govern que presidía José Ramón Bauzá a tomar cartas en el asunto. Desde entonces, la OSIB tiene un único propietario: la Comunidad Autónoma.

Desapareciendo en consecuencia la coletilla Ciudad de Palma ante la falta de compromiso del Ayuntamiento de Palma –también del Consell de Mallorca-, incapaces de hacer efectivos los pagos que correspondían como patronos de la OSIB.

Transcurridos 76 años de aquella lejana y luminosa iniciativa todo parece indicar que ahora sí hay pasos hacia una irreversible consolidación. De tal manera que en septiembre de este año será una realidad el buque insignia de la OSIB: la Capsa de Música. Edificio singular, emblemático y llamado a procurarle a nuestra orquesta una apropiada proyección internacional.

Las elecciones del 28M decidirán a quién le corresponderá gestionarla, si bien a fecha de hoy entiendo como una señal de alarma esas alabanzas que se repiten en reportajes de la prensa local a propósito de la pantalla gigante que colgará de la fachada sur del edificio. ¿Por qué? Pues temiendo lo peor significa la voluntad de trasladar al coqueto auditorio sito en el Polígono de Nou Llevant toda la programación de la Temporada de abono. No tengo la menor duda al respecto. Lo que sería un completo sinsentido. Un disparate.
Imaginemos sin ir más lejos a la Filarmónica Checa. Que tenga sede propia desde tiempo inmemorial es un hecho. Sin embargo, sus conciertos para la temporada de abono se celebran invariablemente en el Rudolfinum, edificio neorrenacentista donado a la ciudad de Praga el siglo XIX por una entidad de ahorro.

En el caso de Palma pasa exactamente lo mismo: el Auditórium fue el sueño de un visionario emprendedor, Marcos Ferragut, que narran las crónicas de los años 50 ante la queja de Eak Tai Ahn por la mala sonoridad del Teatre Principal, le dijo: «No te preocupes, te construiré un auditorio». Dicho y hecho. Inaugurado en 1969, el Auditórium de Palma fue el primero de sus características construido en España, además inaugurado por Herbert von Karajan y la Filarmónica de Viena. Desde ese mismo instante el primer teatro de Mallorca. Le avalan 54 años de historia y tantas grandes citas.

El capítulo presente de la OSIB, en los últimos seis años, presenta muchas dudas. Primero fue apropiarse del Concierto de Año Nuevo alegándose que debía ser propiedad de la OSIB, finiquitándose de un plumazo el cuarto de siglo de la singularidad de la iniciativa privada, basada primero en orquesta distinta cada año y una vez refundada la OSIB, invitándola a participar con un director distinto cada año. Algo que no le procura su actual propiedad.

Después, eliminar la vestimenta de gala, dejada en manos de unos grandes almacenes, y ahora atomizar la localización de la temporada de abono con la incorporación como referente de un salón de actos de colegio religioso. Llegados a este punto, la pantalla gigante de marras en la fachada sur del edificio de la Capsa de Música vuelve a ser un mal augurio.

Sospecho que la idea de la actual dirección (recordemos: puede finiquitarse a partir del 28M) es trasladar la temporada de abono al auditori de la Capsa de Música. Su aforo se moverá en torno a las 800 localidades según me dijo recientemente Pablo Mielgo, actual director titular de la OSIB. Teniendo en cuenta que el aforo del Auditórium llega a 1.700 localidades, queda claro el papel de la pantalla: completar aforo. ¿Y las sinfonías de Gustav Mahler o los grandes conciertos corales? Pues vale, entonces al Auditórium.

Éste no es procedimiento. La Capsa de Música, debe referenciar cuáles son las capacidades de la OSIB para ser referente en el exterior dedicándose las instalaciones a otros menesteres, como el ensayo de propuestas originales y punto de encuentro con grandes referentes, para exponer después al público sus valiosas consecuencias y por definición en sede augusta: el Auditórium de Palma. De lo contrario, que limiten su repertorio a las dimensiones de la sala propia y desistan de ser un producto con mayor trascendencia.

La gran pantalla en la fachada sur no deja de ser un quiero y no puedo o tal vez la ocurrencia de una mediocridad que no sabe mirar al futuro. Grandes pantallas, solamente relatan minúsculas aspiraciones. Siempre ha sido así.

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