Leopold Hager revive en Bellver los diálogos entre Haydn y Beethoven
Tercer concierto de la Orquesta Sinfónica de Baleares este jueves en el Festival Bellver

El programa del tercer concierto de la Sinfónica de Baleares en Bellver, el jueves 10, va mucho más allá del simple emparejamiento de la Sinfomía 102 de Haydn (primera parte) y la Sinfonía nº 4 de Beethoven (segunda parte); dos obras, además, históricamente alejadas por apenas una década.
Lo verdaderamente interesante era el trasfondo, puesto que cabe suponer la intencionalidad a la hora de elegir este programa y que no es otra, imagino, que mirar de reojo al período 1792-1794, que marca a un Beethoven de 22 años en Viena para recibir clases de composición de Joseph Haydn, en las que surgieron múltiples desencuentros, pese a que Beethoven acabase por reconocer la influencia de Haydn en su formación musical. De hecho, hay musicólogos que descubren una gran influencia de la 102 (1794) de Haydn en la 4 (1806) de Beethoven, aludiendo a «un estado de ánimo similar’»
El motivo de las tensiones respondía a diferencias de enfoque, puesto que en Beethoven ya despuntaba la búsqueda de innovación mientras Haydn se mostraba más tradicional. Lo cierto es que Beethoven se movió en el estilo clásico vienés de Mozart y Haydn antes de comenzar a desarrollar su estilo propio, algo que sucederá a partir del período intermedio (1802-1812) en el que se encuadra la composición de su Sinfonía nº 4, con una salvedad: se trata de un encargo del conde Franz von Oppersdorff , justo en el momento en que la obsesión de Beethoven era darle forma a la que sería su Sinfonía nº 5, dotándola de similar intensidad emocional para ahondar en lo logrado con su Sinfonía nº 3. No es descabellado imaginar que eligió -para acabar pronto el encargo- el estilo clásico vienés de Mozart y Haydn.
Una vez estrenada la Sinfonía nº 4 de Beethoven, tendría lugar la célebre frase de Robert Schumann, que clava perfectamente las distancias de esta obra con su precedente (la 3) y su siguiente (la 5): «Una esbelta doncella griega entre dos gigantes nórdicos». Aunque no estamos hablando de cosa menor, en ningún caso, y de ahí que resultase providencial la presencia del austríaco Leopold Hager sobre la tarima y batuta en mano para revivir los diálogos aquellos entre el maestro y el alumno allá por 1792 y siguientes.
Me consta que en los ensayos exigió al máximo a los músicos de la OSIB, quienes efectivamente lo dieron todo, pues no en vano nuestra Sinfónica se caracteriza por aceptar el esfuerzo extra cuando se sabe en manos de una leyenda viva.
Leopold Hager, que en octubre cumplirá 90 años, se subió a la tarima y de principio a final, fuera Haydn o Beethoven, exhibió el mismo brío, la misma enérgica entrega, idéntico saber para mostrar el camino a los músicos para transitar, paso a paso, por los ocho movimientos repartidos a partes iguales entre el padre del sinfonismo y el alumno veinteañero que a punto estaba de alejarse de las formas clásicas tradicionales. Y todo ello en una maravillosa velada, en el patio de armas del Castillo de Bellver.
Añado una curiosidad. En el primer concierto de este ciclo en Bellver, el 26 de junio, se interpretó el Concierto para piano nº 4, siendo el solista Denis Kozhukhin. Precisamente este concierto forma parte del período intermedio de Beethoven y en el que ya emerge la genialidad del compositor a la hora de explorar nuevas estructuras. El explosivo temperamento de Kozhukhin, bien dirigido por Pablo Mielgo, extrajo toda la expresividad emocional que escribió Beethoven y sólo apta para unas manos capaces de encontrar en las cuerdas del piano el vocabulario preciso para conmover el alma.
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