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LA BUENA SOCIEDAD

Joan Costa, el artista mallorquín pura raza

To be Water del artista mallorquín Joan Costa fascina y lo hace desde el día 6 de marzo, la misma fecha en la que los Reyes inauguraron ARCO, la mayor feria de arte contemporáneo en la que auguro, la galería palmesana Marimón tendrá espacio en los próximos años, a poco que sus propietarios se lo propongan.

Biel Perelló Marimón dirige esta minigalería situada en el casco antiguo de Palma, pero la obra que expone de mini no tiene nada, al contrario, el nivel de sus artistas es máximo y para botón un ejemplo, Joan Costa, el mallorquín que sobre todo con sus esculturas ha conquistado a los más grandes y lo más curioso es que sigue conservando cierta humildad, pese a su indiscutible éxito y la belleza de sus catálogos y también, por qué no, su propio atractivo, su luz, su cultura y un afán trabajador que muchos querrían para sí.

Joan Costa con la coleccionista Paula Fuster Taronjí y la artista Pilar Cerdá.

Su obra habla por él y Mallorca, la primera, lo agradece. Me lo presentó Cristina Macaya en un almuerzo que organizó esta gran y añorada mujer. Pienso en ella y me vienen a la mente tantas y tantas personalidades de todos los ámbitos que conocí gracias a su generosidad, que debería hacer una serie para continuar con el artículo de ayer, en el que les hablaba de Mallorca como lo más entre lo más. El secreto reside en esa gente generosa que ha adoptado la isla como si hubiera nacido aquí y ha ayudado a todos los que lo necesitaban, sin hacer ruido.

Vi a Joan el día del triste funeral de nuestra amiga Cristina, al que faltaron tantos que mucho le debían. Estábamos los que teníamos que estar, como bien dijo Tomeu Català al finalizar la ceremonia. Joan estaba y me sonrió, seguramente recordando ese momento de verano en el que almorzamos en Es Canyar, lo que propició una entrevista y una amistad no íntima pero sí cargada de respeto.

Joan Costa, en la Galería Marimón, durante una entrevista.

Sólo a Joan y a Biel se les podía ocurrir inaugurar tal día en el que todos los entendidos estábamos en la feria de Madrid, aunque sólo fuera un ratito. A ver y a que nos vieran. Que a eso se va. Los afortunados amplían sus colecciones asesorados por los galeristas o por los mismos artistas. En una pequeña galería de provincias, aunque sea Palma, sucede lo mismo y hoy honramos a uno de los nuestros

El jueves pasado la galería estaba a tope para disfrutar de Joan y de la exposición To be Water de Joan, claro. El artista presentó una colección de 16 piezas en las que combina pintura y escultura, de pequeño y gran formato.

El galerista Biel Perelló Marimón y el periodista y dramaturgo Rafa Gallego.

Costa, muy influido en sus inicios por la escultura talayótica, en esta serie presenta grandes volúmenes grávidos y enraizados en la tierra, cada vez más orgánicos y ondulantes, hechos con mármol de carrara y mármol negro. También se pueden observar piezas gráficas en las que utiliza el color y el cromatismo más puro, obtenido en muchos casos con tintas litográficas, que se traducen en una importante obra abstracta.

El artista utiliza el lenguaje más complejo de las instalaciones para denunciar la irreversibilidad de destrucción de la naturaleza. Enraizado en el Mediterráneo, que es su fuente de inspiración, descubre las heridas que nuestra caprichosa e irresponsable civilización va dejando como herencia e intenta con sus escenografías hacernos conscientes de que pronto esa destrucción será irreparable.

Asistentes a la inauguración de la exposición de Joan Costa en la Galería Marimón de Palma.

A pesar de su complejidad, la obra de Joan Costa tiene la coherencia que sólo la sinceridad y la total entrega otorga a unos pocos artistas, que consiguen transmitir, sin ser conscientes de ello, un estilo propio.

La exposición titulada To be Water se podrá visitar en la Galería Marimón situada en la calle Can Serinyà, nº5 A de Palma, hasta principios del mes de mayo. Cristina no habría faltado y después habría organizado una cena multitudinaria en la tafona de la possessió. Cenas que nunca sabías cuándo comenzaban ni cuándo acababan. A la gran dama le gustaba improvisar, invitar de última hora, añadir comensales a la mesa y sobre todo, disfrutar hasta altas horas de la madrugada de la tertulia frente a una copa de vodka con hielo para ella y lo que pidieran sus invitados.

Era extremadamente generosa con todos y lista como un rayo. Sus broncas, las que recibí de ella en alguna ocasión, eran dignas de las que me habría echado mi madre y no saben cuánto se las agradezco. No creo que con Joan se atreviera. Un día he de contarle secretillos de Es Canyar, deliciosos.