LA BUENA SOCIEDAD

Isabel Preysler nos pone firmes

isabel preysler

El pasado 22 de octubre, en el elegante escenario del Hotel Mandarin Oriental Ritz de Madrid, como no podía ser de otra manera, Isabel Preysler presentó su nuevo libro de memorias titulado Mi verdadera historia. Parece mentira que a estas alturas de la película todavía no sepamos de la misa la mitad y es que si algo ha sabido mantener, pese a todas las exclusivas que ha dado desde que se convirtió en icono social, ha sido el misterio.

Se sabía todo y al mismo tiempo no se sabía nada de la verdadera mujer que habita en ese cuerpo elegante, de voz pausada, susurrante y, sin embargo cercana, amiga íntima de Carmen Martínez-Bordiú, casada con el Régimen y, sin embargo, capaz de reinventarse en una mujer culta que hacía las delicias de Terenci Moix. Eran íntimos amigos y también de Ana María Moix, escritora y cultísima, una panda unida por una pasión egipcia que el escritor catalán compartía con Miguel Boyer.

Toda una vida en medio de un ambiente cargado de glamour, flashes y expectación mediática, la Reina de Corazones, como se la conoce, ha sabido sacar provecho económico de esa posición en la que la colocaron otros. En el Ritz de toda la vida, remasterizado, decidió tomar la palabra para contar su vida en sus propios términos. Y lo hizo serena, con más que callar que contar, pensábamos. Pero esta vez no calló aquello que estábamos deseosos de escuchar los que hemos tenido la suerte de conocerla en lugares brillantes o hemos tenido la suerte de conocer cómo su humanidad íntima se acerca al que sufre como la buena amiga de sus amigos que demuestra ser.

Isabel amaba Mallorca, la visitaba con frecuencia para ver a su amiga Cristina Macaya, ya herida de muerte. También disfrutaba de las fiestas, pero nadie se enteraba de que estaba con amigos de confianza para divertirse en sus barcos o casas. Su círculo, sin duda, es selecto, se lo ha ganado a fuerza de inteligencia y demostrando amor a los suyos, seguramente tras haber sorteado tormentas que una joven filipina de buena crianza jamás imaginó tener que vivir.

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Esteban Mercer junto a Boris Izaguirre e Isabel Preysler.

La conocí gracias a su segundo marido pero antes de que llegara ese momento, el marqués de Griñón me hizo ver cuánto amor sentía por esa dama que había sido su esposa más querida. Qué buena persona era Carlos y con qué respeto hablaba de la que seguía siendo su amiga. Fue en el Rincón, ese palacio que hoy pertenece a Tamara y a sus hermanos. Un lugar que necesitaba ayuda urgente antes de convertirse en una ruina. Y sí, en esa casona llamada palacio vivió nuestra protagonista una vida de marquesa de toda la vida. Pocos meses después coincidimos los tres, junto a Boris Izaguirre, en una cena en Madrid. Carlos se dirigió a ella alabando sus esfuerzos para mantenerse bella, para desmentir esa leyenda de que todo era fruto de la genética. Isabel era una modelo y como tal debía cuidarse. Había conseguido campañas multimillonarias y sus antiguos enemigos públicos habían dejado de serlo. En esa época su encanto, ya del brazo de su última pareja de Nobel, bromeando con el padre de Tamara, pendiente de que todos se sintieran cómodos, Isabel se convertía en la señora que ha sido siempre.

La gran dama, acostumbrada a piropos, halagos y también a los insultos más despiadados, se llena de luz cuando está en público y no defrauda. Es tan mágica como la podamos imaginar y sin embargo es la más cercana y natural de todos. Parece no darse importancia, pero sabe quién es y lo que ha logrado, como mujer capaz de amasar una pequeña fortuna por sí misma, trabajando, defendiendo el personaje que, tras su llegada a España, fascinó a todos.

La época en la que se supo de su romance con el ministro de Economía de un Gobierno socialista la convirtió en una mantis religiosa obsesionada por el poder. Nos olvidábamos de que hacía muy poco tiempo ETA la cercaba y a sus hijos, y secuestró al abuelo de éstos. Isabel se quedó defendiendo el fuerte, pero sus niños partieron a lugar seguro, junto a su padre, Julio Iglesias. El corazón desgarrado no se mostró pero sangraba como el de todas las madres que tienen que vivir una situación parecida. Incluso en esos momentos se la criticó por no haber seguido a sus hijos. No podía permitírselo. De esa época son sus mejores looks, de lady española impecable, sin asomo de vulgaridad. Y de esa época es aquel deshonroso artículo que la definía como fría y calculadora, ambiciosa. Era hora de hablar gritando verdades sin soltar un solo grito y con la mano cercana de Tamara.

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Esteban Mercer y Tamara Falcó.

En el origen de la obra que hoy les presento Isabel cuenta que se animó a escribir porque, con los años, veía cómo eran otros los que «contaban su historia». «Se han dicho tantas cosas falsas sobre mí», reconoció, y por eso quiso «poner la verdad» en papel para que sus nietos y demás descendientes reciban un legado de verdad y bondad. Sin esquivar nada, ni las nueve operaciones de nariz a las que ha tenido que someterse.

Y remata dando un golpe en la mesa, la de la mujer valiente, a todos aquellos que pusieron en duda su amor por Mario. Sin duda, uno de los segmentos más comentados del libro es el capítulo titulado Desmentidos y cartas de amor, en el que Preysler publica ocho cartas de amor que le escribió Mario Vargas Llosa -entre 2015 y 2022- y una carta propia de despedida. Hay que ser valiente, pero lo más significativo es que con esto íntimamente se traiciona a sí misma porque no fue educada para airear lo que puede ser guardado. Si ha salido es porque hay dolor que soltar.

Las primeras cartas muestran el florecimiento del amor: «Nunca imaginé que me harías tanta falta…», dice una. Las últimas, en cambio, reflejan la rutina, el desgaste, la pérdida de complicidad: Preysler acusa a Vargas Llosa de «mala educación» y da por terminada la convivencia. Este tipo de señoras toleran mucho, menos la falta de educación.

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Portada del nuevo libro de Isabel Preysler.

Preysler afirma que el gran amor de su vida fue Miguel Boyer, aunque su trayectoria amorosa haya abarcado otros nombres conocidos y muchos lo pongan en duda. Siempre los hay que saben más y hablan de más.

La voz narrativa es firme, reflexiva y a veces directa. Hay pasajes cargados de emoción -el dolor de separarse de sus hijos tras el secuestro de su suegro en 1981, por ejemplo- que revelan a una Preysler vulnerable.

Pero también hay momentos de reto: el libro funciona como una reivindicación de su identidad frente a los titulares que la han encasillado. Ella dice: «Los titulares son etiquetas que no reflejan la realidad». Ha llegado la hora de descubrir quién es esa señora bellísima que ha sido esposa y madre mientras los flashes la perseguían como si se tratara de Lady Diana Spencer.

Quizás haya llegado la calma y la reflexión como premio o regalo de una señora como hay pocas en esta sociedad que se aleja del glamour para convertirse en banal. Siempre nos quedará Tamara, de eso no hay duda, mientras cierra capítulos y abre otros: los que quiere que queden como legado. ¿La recuerdan en las recepciones del Campo del Moro, en San Juan, para felicitar al Rey, vestida con uno de esos vestidos tradicionales de su país de nacimiento? Yo sí.

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