Palma

El infierno de la vivienda en Mallorca: «He pasado de un piso de cuatro habitaciones a una autocaravana»

En la periferia de Palma hay alrededor de 200 caravanas y furgonetas adaptadas donde viven trabajadores

Son personas que no pueden o no quieren dedicar el grueso de sus ingresos a alquilar pisos a precio de oro

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Autocaravanas estacionadas en una calle de Son Malferit, en Palma.

El infierno de la vivienda en Mallorca: «He pasado de vivir en un piso de cuatro habitaciones a una autocaravana». Es el relato de un ciudadano de Palma que desde hace un año reside en una casa sobre ruedas. No es un caso aislado. En la periferia de la capital balear hay alrededor de 200 caravanas habitadas por personas. Lo curioso es que la mayoría de estos vehículos no son de turistas, sino que pertenecen a trabajadores que, debido a su delicada situación, se han visto obligados a vivir de esta manera.

Son personas que no pueden o no quieren dedicar el grueso de sus ingresos a alquilar pisos a precio de oro. Baleares es la comunidad con el precio de alquiler más elevado de España, superando ya en un 47% a los máximos de la burbuja inmobiliaria de 2007. Y su capital, Palma de Mallorca, es la quinta ciudad del país con los alquileres más altos y la que tiene la cesta de la compra más cara.

Además, la capital balear tiene el quinto salario medio más bajo de España. Todo ello está haciendo que muchas personas con trabajo opten por vivir en autocaravanas, roulottes o furgonetas adaptadas para poder llegar a final de mes. En Mallorca cada vez más ciudadanos se encuentran en esta situación, lo que está provocando la aparición de auténticos barrios móviles formados por estos vehículos.

Aunque estas concentraciones de caravanas proliferan sobre todo en el extrarradio de Palma. En la actualidad hay unas 200 en el aparcamiento de las piscinas de Son Hugo, en calles de Son Malferit, Son Dameto y Ciudad Jardín, donde las casas-vehículo comparten espacio con chalés que valen millones de euros. Cabe señalar que la ordenanza municipal prohíbe permanecer estacionado durante más de diez días en el mismo sitio, por lo que se tienen que ir moviendo de parking en parking.

Aparcamiento de Son Hugo

En el aparcamiento público de las piscinas municipales de Son Hugo se concentran una treintena de autocaravanas en las que viven personas con empleo y sueldo. Sin embargo, explican a OKDIARIO que no pueden afrontar los elevados precios de los alquileres que se piden en la ciudad. Así que se han establecido en esta especie de comunidad sobre ruedas.

Algunos de ellos sacan la electricidad de las placas solares que tienen instaladas en la autocaravana y para acceder a agua potable no tienen más remedio que pedírsela a uno de sus vecinos. Los afectados aseguran que las condiciones en las que se vive, en apenas ocho metros cuadrados, no son nada agradables y hace que sea «muy duro».

Es el caso de Juanjo, un mallorquín de 53 años y que trabaja como técnico de mantenimiento. Después de dormir tres años en su coche, en abril de 2022 compró una caravana. «Yo no vivo aquí porque quiera, sino porque no puedo acceder a una vivienda», explica Juanjo para añadir lo siguiente: «Te vas a alquilar un piso y te piden 700 euros. ¿Cómo vas a pagar eso si cobras 1.000?».

Su vida cambió por completo cuando tuvo un accidente de moto. «Pasé de tener una casa con cuatro habitaciones a terminar durmiendo en el coche», lamenta. Juanjo no podía trabajar por su lesión y el seguro no se quería hacer responsable. Al final cobró una indemnización con la que pagó todas sus deudas y se compró la autocaravana en la que vive actualmente. «Al menos me aseguro de que aquí no me van a echar, tengo un techo donde estar, no podré comer un filete, pero sí calentarme arroz o un huevo», dice.

En el aparcamiento de Son Hugo también está Marc, quien prefiere no dar su apellido. Este joven lleva desde septiembre viviendo en su furgoneta. Residía en Barcelona, pero en marzo del año pasado se mudó a la Isla tras conseguir un puesto de trabajo como vigilante de seguridad. La empresa le había prometido un plus con el que podría hacer frente a los gastos de los precios del alquiler. No obstante, una vez aquí se dio cuenta de que esa ayuda no iba a llegar.

Así que después de una larga búsqueda para vivir en algún piso, decidió que la única forma era estar en su vehículo. Explica que eligió el aparcamiento de Son Hugo porque de esta forma paga una cuota y así se puede duchar. También se ha comprado un camping gas con el que cocina en la furgoneta. «Hay que adaptarse de la mejor forma posible», dice angustiado e indignado por la situación que le ha tocado vivir.

Son Malferit

A unos cuantos kilómetros más lejos, en el polígono de Son Malferit, hablamos con José (nombre ficticio), un fontanero que prefiere mantener su anonimato. Lleva dos años viviendo en una caravana y aunque el espacio es pequeño y lo comparte con su actual pareja, no se arrepiente de haber tomado esta decisión. Durante muchos años estuvo pagando el alquiler de un piso en el que vivía con su exmujer y su hija.

«En la pandemia no pasaba por un buen momento económico ni personal y me puse a a mirar roulottes de segunda mano por Internet», cuenta José, quien finalmente terminó adquiriendo el vehículo de cuatro ruedas. «Con mi sueldo de 1.400 euros no me compensa alquilar. Aquí estoy muy cómodo. En el punto verde llenamos los depósitos de agua gratis y para la energía tenemos placas solares», explica.

«Pagar un alquiler a las cifras que se están pagando ahora es descabellado. Yo tengo trabajo, soy fijo discontinuo, pero no estoy dispuesto a pagar un alquiler de 400 euros para compartir. Aquí no tengo que aguantar a nadie», explica Diego, un caravanista instalado también en las calles de Son Malferit.

Diego trabaja como conductor de autocares y ha equipado con todo lo que necesita su caravana, que compró hace años por 12.000 euros. En unos 15 metros cuadrados tiene cocina, baño, calefacción a gas, televisor, aire acondicionado, conexión a internet y Play Station alimentados con la electricidad que generan sus placas solares.

Asimismo, destaca la principal ventaja de la concentración de vehículos residenciales: «Cuidamos unos de otros». De hecho, la vigilancia de caravanas vacías que sus propietarios dejan en estos barrios es otra de las funciones colectivas de los caravaneros estables, que incluso tienen grupos de WhatsApp para prestarse ayuda y mantenerse informados.

Éstas son solo algunas de las historias de las personas, que por decisión propia o porque la vida no les ha dado ninguna otra opción, habitan en vehículos de cuatro ruedas. Desesperación, placer o reducción de gastos son los motivos más habituales en los que se encuentran y los que les han motivado a tener que vivir en estas circunstancias.

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