ARAGÓN

El ex director del centro de Ateca sobre contratar mujeres para mediar con los menas: «Imposible, ya te cagas»

Para el trato directo con los menas, se primaba ser hombre y hablar árabe

Carmen Cabestany, fundadora de NACE: "El colmo del despropósito es mezclar a los menas con menores con problemáticas distintas"

centro Ateca menas
Paula Ciordia

La extrema crueldad de los hechos denunciados en el centro del horror de Ateca (Zaragoza) ha hecho saltar las alarmas sobre la falta de protección a las mujeres en los centros de acogida de menores mixtos. En Ateca convivían y dormían hombres y mujeres juntos. Algunos internos y tambien los trabajadores del centro, gestionado por la ONG Fundación Comunidad y Salud, todos de origen magrebí, habrían cometido presuntos delitos de acoso machista contra algunas menores, de acuerdo con las sobrecogedoras denuncias que han visto la luz en las últimas semanas.

Hablar árabe y ser hombre habrían sido dos de los requisitos que, en la práctica, se premiaban en el centro de menores de Ateca para ser contratado. Ésto era necesario a fin de poder lidiar con los perfiles de los menas que se internaban junto con otros menores y niñas. Era más valorado hablar árabe que estar cualificado.

Un hecho que se pone de relieve en boca del propio ex director del centro, Daniel Urbina, quien reconoció que era «imposible» que una mujer pudiera hacer un hipotético papel de mediador cultural con los menores extranjeros de origen marroquí. Lo corrobora el propio testimonio de una psiquiatra del centro de Ateca, quien expuso que las trabajadoras tenían con frecuencia problemas de autoridad por «ser mujeres».

Ambos testimonios inéditos son recogidos en un trabajo de fin de master por una estudiante de la Universidad de Zaragoza, que ya en 2021 abordó las carencias y limitaciones en la salud mental de menores migrantes no acompañados en el centro de Ateca. Las entrevistas arrojan cierta luz a la hora de entender el modus operandi en este centro del horror.

Abusos por menas y personal no capaz

El centro de acogida de menores de Ateca estaba considerado como un centro de referencia a nivel nacional, especializado en trastornos de conducta donde se suponía que los menores recibían tratamientos terapéuticos para su reinserción. Para ello, según defiende la Fundación Comunidad y Salud, en su web, contaba con profesionales especializados.

Sin embargo, muchos de los trabajadores del centro habrían sido seleccionados presuntamente en base a dos criterios: hablar árabe (para poderse relacionar con los menas) y ser hombres, como dos de los que actualmente están en prisión sin fianza desde el pasado dos de agosto. Ninguno estaba cualificado y junto a otros dos extranjeros más, de entre 23 y 29 años de edad, de origen magrebí (salvo uno de ellos, de origen rumano), podrían ser autores de delitos de agresión sexual a una menor. El actual director del centro también está en la cárcel, puesto que a los cinco se les señala como posibles autores de delitos contra la integridad moral, torturas y lesiones infringidos a menores residentes en el centro, además de pertenencia a grupo criminal.

Estos episodios no serían casos aislados y se habrían producido presuntamente en reiteradas ocasiones y prolongados en el tiempo por personas del mismo perfil que los detenidos, según se van conociendo otras denuncias, donde también estarían implicados al menos un auxiliar diferente, y que cuestionan el modus operandi de la ONG en Ateca.

«Centros de desprotección de menores»

«No son centros de protección de menores, son centro de desprotección de menores. Nuestra asociación lleva tiempo investigando sobre este tema. Nos hemos entrevistado con familias, trabajadores sociales, menores tutelados, miembros de asociaciones, periodistas, psicólogos, y lamentablemente llegamos a la conclusión de que no es verdad que estas instituciones protejan adecuadamente a los niños que tutelan. Mas bien, todo lo contrario: ¡Pobres de los que caen en sus manos!», denuncia Carmen Cabestany, la fundadora de Asociación No al Acoso Escolar (NACE), a OKDIARIO.

«El horror de Ateca nos lo han relatado con respecto de otros centros de toda España», nos señala, enumerando diferentes casos en todo el país: «Hemos sabido de una adolescente presuntamente violada por un cocinero árabe en un centro de acogida en Cataluña». «El colmo del despropósito es mezclar a menas con otros chicos con problemáticas bien distintas, recordemos que algunos de ellos llegan allí por haber denunciado acoso escolar», subraya esta mujer que lleva más de 14 años implicada en denunciar esta problemática así como 30 años en el ámbito docente.

A Cabestany le resulta «paradójico» y «sorprendente tanto celo en contratar gente extranjera para paliar dificultades lingüísticas de los menas, cuando en otras ocasiones, los técnicos de centros menores no respetan la lengua de comunicación entre madre e hijo. Se refiere al caso de «una mamá a la que prohibían hablar con su hijo de cinco años, interno en una localidad costera catalana, en lengua árabe. ¿Por qué no le buscaron un intérprete?».

Centros mixtos

Por otro lado, las agresiones, abusos sexuales y vejaciones sufridos presuntamente a chicas menores en el centro del horror de Ateca, indistintamente por trabajadores extranjeros, como por menas, ha abierto la polémica de la conveniencia de que los centros sean mixtos, estando internos chicas y chicos indistintamente. Máxime si se tiene en cuenta, las propias declaraciones de la psiquiatra, alertando que «hay menas que son mayores de edad».

«Si hubiera un correcto funcionamiento de estos centros, hubiese mecanismos de control e imperase el respeto y la ética, no habría problema, pero a la luz de los reiterados casos de abusos, como los expuestos, es un debate al que hay que enfrentarse», sostiene Carmen Cabestany.

Puesto que la propia psiquiatra, cuyo nombre no consta en el trabajo de máster, pone de manifiesto que muchos de estos jóvenes «no son menores», y que «todo el mundo en el centro lo sabía».

«Hombre, este chaval, yo sé que ha tenido relaciones sexuales con menores, entonces él dice que es menor, pero yo sé que no. Todos en el centro sabemos que no, porque un educador árabe lo ha oído hablar de los años que tiene», confiesa en la entrevista. «Entonces me parece mal por otros menores, ¿sabes? Porque si viene una chica de 16, como es mayor de edad para tener relaciones sexuales, pues mira, yo no me voy a meter. Pero claro, viene una de 14 años, y la deja embarazada, por ejemplo».

Mujeres cualificadas en el centro de Ateca

En el caso de Ateca, a raíz de la llegada de menas marroquíes se tomaron medidas de respeto a su religión de origen, como no incluir cerdo en el menú así como adaptar las costumbres del resto de los internos al periodo de ramadán, por ejemplo. Pero ¿acaso se puso en marcha un protocolo específico de adaptación a la cultura occidental, como denuncia esta psiquiatra anónima, teniendo en cuenta la sociedad machista de donde provienen estos jóvenes?

Daniel Urbina, director del centro de Ateca desde su apertura en 2017 hasta comienzos de 2023, testimonió el problema de contratar a mujeres para desempeñar determinadas funciones en el centro por el hecho de ser mujeres. Urbina reconoció ya en 2021 que hay muchas mujeres que tienen una buena cualificación «dentro de la rama de lo social imperan las chicas, y vienen con un perfil capacitado». Según razonó, en «puestos técnicos», como psicóloga, enfermera, psiquiatra, subdirectora, «tenemos mucha chica, pero en intervención directa, no tanto».

El ex director contestaba así sobre el perfil y las funciones del trabajador social y el mediador intercultural, un puesto que en este tipo de centros no específicos de menas no es exigible y que consideró que si una mujer adoptara «una posición de mediador o de alguna cosa así, ya te cagas. Es que es casi imposible».

Urbina quería hacer entender que, como director, debía armonizar en su plantilla la capacitación «a nivel de formación», y «encajar con el perfil del recurso»: «El último creo es un chaval que mide 1,83 y pesa 130 kilos. Pues… imagínate, párale ¿sabes? El día que se le vaya la olla…».

«Entonces claro, en mi caso concreto, necesito un perfil, puesto que no tengo seguridad, si las intervenciones las hacemos nosotros… Eh, para mí no es lo más relevante el físico, pero tampoco es que sea baladí y no importe. Evidentemente es una competencia a tener en cuenta en un centro como el mío, por ejemplo», reconoció.

El código ético de la ONG y el machismo

Urbina en aquel momento defendió que los centros no estuvieran conceptualizados sólo para inmigrantes, porque para él «era hacer un gueto», pese a reconocer que no era fácil encontrar perfiles capacitados, para enfrontarse a los retos que supone un centro mixto terapéutico abordando además las barreras culturales, idiomáticas y religiosas.

En esta tesitura, ¿por qué optó la Fundación Comunidad y Salud? Esta ONG prefirió dar respuesta a estos problemas conformando un equipo no profesional para el contacto directo y al margen de los convenios legales exigidos por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales, cuya institución tampoco veló por hacerlos cumplir, como pone de manifiesto el expediente disciplinario que ha abierto el Gobierno de Aragón a la responsable territorial de protección a la infancia, a la espera que se aclaren todos los contratos que la ONG hizo en estos años.

Un sistema de control ante el cual el grupo parlamentario de Vox en las Cortes de Aragón, ha anunciado este lunes que exigirá explicaciones, solicitando, entre otras medidas, la comparecencia de la actual consejera de Bienestar Social y Familia, Carmen Susín, así como ha reclamado que comparezca el director gerente del Instituto Aragonés de Servicios Sociales, Ángel Val.

Así mismo, la política laboral llevada por la empresa incumpliría desde el primer momento su propio código ético, disponible en la web, donde sostiene que la «organización se hace responsable de contratar aquellos y aquellas profesionales que cuenten con una formación adecuada al puesto de trabajo que desarrollan. Para hacerlo, se definen los perfiles y competencias de cada puesto de trabajo, y se fijan unos requisitos mínimos en cuento a titulación, experiencia y categoría profesional según la legislación vigente».

De la misma manera que tampoco habría atendido el escenario de vulnerabilidad que se presentaba con estas mujeres menores a la luz de las denuncias en el centro de Ateca, teniendo en cuenta además que esta ONG lleva a cabo proyectos de atención a las mujeres por violencia machista, y según reivindica, «la perspectiva de género está presente en la planificación y diseño» de las acciones que llevan a cabo.

Las mujeres en el centro de Ateca

Si bien, el hecho de eludir perfiles femeninos para «intervenciones directas», como exponía Daniel Urbina, no evitó que en ocasiones las trabajadoras vieran menospreciada su autoridad por el hecho de ser mujeres. Un hecho que resaltaba la psiquiatra anónima ya en 2021, cuando reconoce que ser mujer «ha sido un problema» por el choque cultural con los menas, pese a que a ella le tenían «bastante respeto».

«Pero la verdad que a mí y a las educadoras del centro, sobre todo a las chicas, cuando les han dicho que había que hacer algo o han puesto una norma, se han reído, hablan entre ellos en árabe y entonces no lo hacen, y eso creo que habría que trabajarlo también con ellos», defiende.

«Fíjate, creo que habría que trabajar que ellos vienen a un país de otra cultura, y que van a tener que adaptarse a nuestra cultura», señala mientras denuncia que «eso no lo trabaja nadie». «Ellos vienen con una cultura árabe a seguir funcionando como árabes aquí», alerta.

Ramadán, menú sin cerdo

«Si vas a venir a vivir a un sistema con una cultura, te diría casi contraria en muchos sentidos, de alguna manera eso atenta contra tu persona, contra lo que eres tú, pero por otro lado, a los demás si no les resulta difícil trabajar contigo», reflexiona.

Y pone el ejemplo del ramadán: «Van a hacer el ramadán, pero luego uno no se va a levantar a rezar porque está cansado. Entonces qué haces, le dejas hacer el ramadán o no. Porque dices… ¡me estás tomando el pelo! y hasta dónde yo tengo que permitir que me lo tomes. No sé, es complicado. Tendría que haber algún dispositivo más específico», señaló.

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