La clave de estas monjas encuadernadoras para ser las mejores: «Trabajamos para la belleza de Dios»
El taller de encuadernación y restauración de libros del Monasterio de Santa Lucía es uno de los mejores de España
OKDIARIO visita el monasterio para conocer a las 8 monjas encuadernadoras
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Las monjas cistercienses de Santa Lucía regentan en Zaragoza uno de los pocos talleres de encuadernación y restauración artesanal que quedan en España. El monasterio se encuentra en plena ciudad, llevan más de cincuenta años dedicándose a ello. OKDIARIO visita este monasterio para conocer más de cerca este oficio, cada vez muy demandado debido a que son pocos talleres de este tipo que sobreviven en la actualidad.
Los principales clientes de estas monjas son instituciones y otras comunidades religiosas que necesitan devolver a la vida algunos manuscritos y ejemplares que han sido deteriorados por el paso de los siglos.
El trabajo que realizan está bien cotizado por la alta cualificación que requiere y, en su caso, por la manera especial que tienen de tratar los ejemplares. «Nosotras trabajamos para Dios, y eso nuestros clientes lo notan en el resultado final», explican sonriendo. De hecho, recientemente estas monjas han sido reconocidas por el Ministerio de Cultura por su «manera excelente de ejecutar la encuadernación en pergamino, con cabezas y lomo pintado a mano».
A este taller llegan incluso libros de la época de la conquista de América desde Panamá, esperando a ser restaurados, explican. «Los monjes mercedarios nos los envían y todos los meses salen libros hacia allá».
Monjas y artesanía
La luz que entra por entre los grandes ventanales del taller, desde donde se ve un sencillo jardín, podría parecer una escena de la vida (aunque no muy cotidiana) retratada por la artista Isabel Guerra, una de las monjas que vive en el monasterio. Esta hermana las suele visitar en algún descanso de su estricta vocación artística a la que reconoce dedicar «todo el tiempo que puede».
El equipo de encuadernación y restauración lo componen 8 monjas en total. Algunas de ellas vivieron desde el origen esta ventura que inició, allá por los años setenta, la abadesa María Pilar Millaruelo.
«Ella fue el alma mater de lo que hoy es este taller artesano. Su recuerdo está muy presente. Cuando instauró este taller lo hizo con la convicción de que teníamos que desarrollar una actividad estable que generase los ingresos suficientes para ser autosuficientes», señalan con los ojos vidriosos ante una fotografía que tienen a la vista de todas.
A finales de enero, se cumplió el primer aniversario de su fallecimiento a la edad de 92 años y 70 de vida monástica. «La abadesa se fue al cielo, ella es la razón por la que estamos aquí y tenemos esta forma de mantenernos», explica la madre Isabel, otra monja que tomó su relevo. Isabel vivió el traslado del antiguo monasterio en Santa Lucía en la calle que les dio el nombre, en pleno barrio de El Gancho, a las inmediaciones del barrio de Casablanca.
Encuadernación
«Al principio, criábamos gallinas, cosíamos trajecitos y hacíamos arreglos de ropa, pero no eran ingresos estables. A la madre Pilar se le ocurrió crear un taller, y gracias a la Editorial Edelvives recibimos formación. Como nos cogieron cariño, vino durante meses un técnico para enseñarnos aquí el oficio», explica.
Entre risas, la madre abadesa recuerda los inicios del taller: «Nuestro primer cliente fue la Delegación de Hacienda. El día que nos fuimos a dar de alta, nos encargó un trabajo. ¡Ni teníamos máquinas ni sabíamos bien! Pero nos lanzamos, ¡teníamos que abrir camino!».
Después, en los años ochenta, con la quema de la biblioteca de Ramón y Cajal, estas monjas desempeñaron una labor esencial en la restauración de muchos ejemplares que se habían quemado. «La Universidad de Zaragoza, al ver cómo trabajamos, nos animó a sacarnos la titulación de Encuadernación y Restauración de Libros Antiguos».
Por este taller han pasado la mayoría de las tesis doctorales de esta universidad, hasta el punto que tuvieron que comprar una nueva fotocopiadora porque «no dábamos abasto».
Ahora Isabel lleva las labores de secretaría. No sabemos qué años tiene (es de mala educación preguntar) porque además las monjas, como los ángeles, no tienen edad, pero sorprende observar lo bien que se maneja con el ordenador y el teléfono móvil.
‘Ora et labora’
En el taller parece que el tiempo no pasa. Hay una paz en estas cuatro paredes que hace sentir a Dios más cerca. ¿Será por la regla que practican de santificar el trabajo? Según explican estas monjas son capaces de orar mientras trabajan. Pero, ¿cómo lo hacen?
La abadesa lo explica de una manera tan sencilla que parece fácil: «Si tú coges un libro, disfrutas con el libro. Estás en contacto con la belleza y al estar en contacto con la belleza estás en contacto con Dios».
Realmente estas monjas han encontrado en este oficio el amor al trabajo. Un sentimiento y actitud perdidos en nuestra sociedad industrializada y ociosa. En las palabras de la madre abadesa se descubre un modo diferente de enfrentarse al trabajo. ¿En qué consiste el método?
«Nosotras no decimos vamos a rezar y empezamos con ave maría…, no. No es así como uno llega a orar en el trabajo. Nosotras rezamos con lo que hacemos. La clave es: haz lo que estés haciendo. Esto es muy propio también de otras religiones, la nuestra lo practica. Si haces lo que estás haciendo, te va a cundir el tiempo el doble, vas a estar en paz y vas a estar contento», explica.
Estas monjas cistercienses tienen como guía espiritual y práctica para vivir la Regla de San Benito. Según llevan a gala, «se es verdadero monje si vives del trabajo de tus manos». Todo lo hacen sus manos pacientes. Cosen los lomos, limpian las hojas, restañen. Incluso son capaces de elaborar ellas mismas las hojas de papel. «Para que te salga una cosa bien, a veces hay que hacerla, deshacerla, rehacerla, deshacerla de nuevo… Necesitas tener paciencia».