Piden prisión para el capitán, el teniente y el sargento implicados en las muertes de Cerro Muriano
La defensa de uno de los fallecidos considera que podrían manipular pruebas
Las familias de los dos militares muertos consideran que existen "motivos suficientes" para su encarcelamiento
La defensa que lleva el caso del cabo Miguel Ángel Jiménez, uno de los dos militares muertos en el ejercicio de la Base de Cerro Muriano, ha pedido este mediodía el ingreso en prisión preventiva, para el capitán, que dirigió el ejercicio, y también para el teniente y el sargento, ambos a cargo de la sección a la que pertenecían las víctimas. Además, la familia del otro soldado fallecido, Carlos León, también anunció hace unos días que pedirían prisión provisional para el capitán responsable del ejercicio.
Los abogados de Miguel Ángel Jiménez consideran que «existen motivos suficientes» para el ingreso en prisión de los tres altos cargos militares «debido a la gravedad de los hechos». En este sentido, la defensa recuerda que los tres mantienen sus respectivos puestos de trabajo en la base de Cerro Muriano, por lo que el ingreso en prisión de estas tres personas también serviría «para evitar la pérdida o manipulación de pruebas a las que los presuntos autores pudieran tener acceso y que pudieran ser cruciales para el esclarecimiento de los hechos».
Hechos
El 21 de diciembre fallecieran dos militares ahogados en el lago artificial de la base de Cerro Muriano, en Córdoba, durante la ejecución de unas maniobras acuáticas. El caso ha recaído en el Juzgado Togado Militar nº 21 de Sevilla. Hasta que concluya la investigación y se depuren responsabilidades, lo que se sabe hasta el momento es lo siguiente:
Aquel jueves, los militares se habían levantado a las 5:00 horas. Era el último día de instrucción antes de las vacaciones de Navidad y acumulaban jornadas previas muy duras, con poco descanso y varios ejercicios a sus espaldas. A las 9:00 horas, un pelotón de 60 soldados debía afrontar un entrenamiento militar denominado cruce de paso de río, esto es, vadear el lago, de 109 metros de ancho y tres de profundidad, de orilla a orilla.
Las condiciones climatológicas no eran las idóneas: frío intenso, unos 2-3 ºC, y poca visibilidad. El agua, muy turbia y casi helada, tenía bastante fango aquella mañana. El grupo advirtió al capitán de que la maniobra iba a ser muy complicada y que quizá era mejor posponerla. El oficial dio la orden de seguir adelante. Según un testigo, dijo: «Me suda la polla todo, todo el mundo para adentro».
Las instrucciones eran claras: no cogerse a la cuerda salvo en «caso extremo de vida o muerte» y, si hay problemas, «patalead agarrados a las mochilas» para mantenerse a flote. «Esto es como en la guerra, se corren riesgos», manifestó el capitán.
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