Televisión, cine y series
ANTENA 3

‘Amar es para siempre’ se despide: la serie que curaba la soledad por las tardes en plena pandemia

Aún no se sabe el día exacto de la despedida de esta ficción que ha supuesto un hito en nuestra industria audiovisual

Termina Amar es para siempre en Antena3, una serie histórica que ha acompañado a millones de personas durante 11 años. Aún no se sabe el día exacto de la despedida de esta ficción producida por Diagonal TV y que ha supuesto un hito en nuestra industria audiovisual, además de ser cantera de actores, guionistas, músicos, directores, técnicos y demás. Y aunque la novela será sustituida por otra de muy buena calidad (Sueños de libertad está bastante bien), lo cierto es que Amar es para siempre deja un vacío enorme para todos aquellos que la han hecho posible: los espectadores. Es por ello que queremos rendir homenaje a esta producción a través de algunas historias de los que todas las tardes no faltan a su cita con sus personajes favoritos. Y para ello, si se me permite, voy a comenzar por una anécdota personal.

Historia de una mentira

Durante la cuarentena, mi madre sólo encendía la televisión para ver Amar es para siempre. El resto de programas le daban miedo; todo era muerte y caos. Pero sus «revueltos» (aún respetaba el título de la serie durante su época en TVE, Amar en tiempos revueltos) no se los perdía ni con el fin del mundo. «Niño, ponme los revueltos», me había dicho en cientos de ocasiones cuando estábamos fuera de casa. Una vez hasta me obligó a llevarme mi tablet para poner la novela en una boda. Ese era su nivel de devoción. El caso es que, durante la primavera del 2020, mi madre me llamaba todas las tardes para contarme las novedades. Estaba preocupada porque sus «niñas» (la pareja formada por los personajes de Luisita y Amelia) habían roto su relación. “Ahora una está con un chico. No sé qué va a pasar”, me decía por teléfono.

Luisita y Amelia, personajes míticos de ‘Amar es para siempre’.

Un día decidí inventarme una historia. Llamé y le dije: «Mamá, he hablado con mis contactos de Antena 3. Me han dicho que esto no lo hacen nunca, que lo tienen prohibido, pero que sólo por ser tú me han adelantado lo que va a pasar. Tranquila, Luisita y Amelia acaban juntas. Ya están los capítulos grabados». «Lo sabía», respondió ella con ese aire despreocupado muy suyo aunque, en realidad, yo intuía su entusiasmo. Este hecho era inusual en mi familia. Hacía muchos años que le había prometido a mi madre que siempre le diría la verdad. Y así fue hasta ese 5 de abril. Esa fue la última vez que le mentí. Murió por la noche tras sufrir un ictus. No lo esperábamos. Pasado el tiempo, creo que volvería a engañarle una y mil veces con tal de que estuviera mínimamente en paz. Al final, la ficción es eso: mentiras que nos enseñan cosas y nos calman.

Luisita y Amelia, personajes míticos de ‘Amar es para siempre’.

Historias de los que están delante de la pantalla

El 16 de enero de 2024, los críticos de televisión le dimos el Premio Iris de la prensa especializada a Amar es para siempre con motivo de su inmediato final y como recompensa a una ficción que lleva tantos años acompañándonos. Un colega de profesión y amigo, encargado de entregar el galardón, se acordó de mi madre y contó la anécdota de mi mentira en plena gala. Este homenaje (además de provocarme un llanto incontrolable) promovió que recibiera decenas de mensajes por redes sociales de fans de la serie. Muchos de ellos, emocionados, me confesaron sus propias experiencias con Amar es para siempre y fue ahí cuando me di cuenta de que a menudo nos olvidamos de los que hacen posible la ficción: los espectadores.

«Gracias a Luisita y Amelia yo descubrí mi identidad y me dio fuerzas para contárselo a mi madre», me escribió una usuaria de Instagram por mensaje privado. Como ella, hay muchas más. Espectadores que se han visto reflejados en una historia de amor lésbica emitida a media tarde y para todos los públicos. Me cuentan también casos de abuelos o progenitores que gracias a Amar es para siempre normalizaron a la comunidad LGTBI y empezaron a respetar a algunos seres queridos.

Pantallazo de ‘Amar es para siempre’.

«La veía con mi abuela. He crecido con esa serie. Ahora que ella no está me cuesta verla porque me emociono», me confiesa una joven de 27 años. Ese es otro efecto que ha tenido la ficción de Antena3 en las familias. Provocaba reunión. Media hora de entretenimiento al día que juntaba a miembros de distintas edades. Llegar del colegio y ver con tus mayores, mientras meriendas, un capítulo de su novela favorita es algo que hemos vivido muchos y que atesoramos en la nostalgia (yo creo que empecé a adorar la televisión gracias a Cristal o Abigail, ya que mi abuela las devoraba).

Engancharse a un culebrón en cualquier momento

Las series diarias- los culebrones de toda la vida- siempre han sido menospreciadas por la industria, los críticos y ciertos espectadores. Se las ve como un género menor cuando, en realidad, son productos muy difíciles de hacer. Además del esfuerzo técnico y artístico que supone crear tantísimas horas de entretenimiento, hay un aspecto de este tipo de ficciones que siempre me ha fascinado. Da igual cuándo te enganches a ellas, siempre vas a poder enterarte de la trama sin problema. Esto se consigue gracias a mecanismos narrativos tan evidentes como efectivos. Se abusa mucho del flashback, de los diálogos explicativos y de las repeticiones. Pero el equilibrio es muy frágil. Hay que atraer nuevos espectadores pero sin aburrir a los devotos.

Pantallazo de ‘Amar es para siempre’.

Es por esta capacidad de apertura que tienen las telenovelas que son muchos los que han accedido a Amar es para siempre hace poco y les ha ayudado. «Me enganché en el hospital», me comenta Ana, una mujer de 37 años que sufrió, en 2023, un cáncer de mama. «Me quedaba una semana ingresada para que me dieran la quimio. Fueron siete ciclos. No podía salir de la habitación y me ponía la tele. Nunca me ha gusto mucho Amar… pero, de repente, me gustó. Me entretenía. Ahora, cada vez que voy a un bar, me acuerdo de El Asturiano (local mítico de la serie)».

Aprendiendo español en Ohio

Amar es para siempre también ha sido didáctica. Hasta cinco personas- dos rusas, una inglesa y una alemana- he conocido en las últimas semanas que me han confesado que la serie le ha ayudado a aprender español. Pero hay un caso más curioso. Una buena amiga, Claudia, profesora de español en un instituto en Cleveland (Ohio, Estados Unidos), me dijo hace años que utiliza ficción española para enseñar a sus alumnos. Empezó por Velvet y luego con las últimas temporadas de Amar es para siempre. «Yo estoy enganchada pero no me da tiempo a verlas todos los días, así que los viernes se las pongo a mis chicos. Ellos aprenden y yo me entero de lo que ha pasado», me confiesa entre risas.

Marcelino y Manolita, personajes míticos de ‘Amar es para siempre’

El poder de la ficción

El poder de la ficción es enorme: nos une, nos hace reflexionar, nos entretiene y, con suerte, hasta nos cambia. Por eso deberíamos evitar los snobismos culturales y apreciar lo que suponen ciertos géneros para la gente que los consume. Gracias a Amar es para siempre por esa capacidad de acompañamiento.

Hace poco, desayunando en una terraza, me encontré a la mejor amiga de mi madre. Se me acercó compungida y me dijo: «Ay, niño, que quitan los ‘revueltos’. Yo lo sigo viendo, ¿eh? A tu madre le encantaría lo que está pasando ahora».  Y me lo contó. Es más, mamá, donde estés, te digo que Manolita (su personaje favorito) terminará feliz. No lo sé, es otra mentira, pero quiero imaginarte poniendo cara de falso pasotismo mientras me dices: «Lo sabía».