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La tecnología para abuelos no debería ser una rareza, ni un reto, ni una carrera de obstáculos. Sin embargo, todavía lo es. Vivimos en un mundo diseñado para deslizar el dedo, decir “ok” a términos que no comprendemos del todo, y asumir que quien no se adapta, se queda fuera. Y en esa carrera, muchas veces, los mayores son los primeros en tropezar con las barreras invisibles de la brecha digital.
La generación que lo aprendió todo de cero
Nuestros abuelos no nacieron con móviles en la mano ni aprendieron mecanografía con TikTok de fondo. Escribieron cartas a máquina, llamaron por teléfono conectando con la operadora y leyeron mapas en papel. Cada herramienta tenía su ritmo. Hoy, el mundo va tan deprisa que apenas da tiempo a acompañarles con paciencia.
Y aun así, ellos no se rinden. Hay abuelas que hacen videollamadas por WhatsApp con sus nietos en otro país. Abuelos que consultan el tiempo en su smart TV, reservan cita médica por una app o hacen un Bizum. La tecnología, cuando se presenta con empatía, no solo no excluye: emociona, conecta y empodera.
Un móvil, una oportunidad para seguir en contacto
A veces basta con un teléfono de botones grandes y pantalla clara. O con configurar un smartphone de forma que las llamadas, fotos y mensajes estén a un solo toque. Los abuelos no necesitan mil funciones, sino que lo importante esté accesible. Que una alerta les recuerde una pastilla, que puedan leer las noticias sin forzar la vista o que les avisen si dan un paseo y se desorientan.
Detrás de cada avance tecnológico hay una oportunidad para mejorar su autonomía, su bienestar e incluso su seguridad. Pero para eso, es imprescindible enseñar sin condescendencia, adaptar sin infantilizar y acompañar sin prisa.
Tecnología que también educa a los jóvenes
En el proceso de incluir a los mayores en el mundo digital, también cambiamos nosotros. Aprendemos a explicarnos mejor, a respetar otros ritmos, a valorar lo sencillo. A descubrir que el doble check azul puede significar mucho más cuando lo que se comparte es una foto de la infancia, una receta escrita a mano o una videollamada sorpresa.
Por eso, el Día de los Abuelos también debería ser el día en que nos preguntemos qué estamos haciendo para que la tecnología sea realmente inclusiva. Porque no hay edad para aprender, pero tampoco debería haber edad para disfrutar de los beneficios del mundo conectado.
Una tecnología con corazón y memoria
La tecnología para abuelos no es solo una cuestión de accesibilidad, sino también de memoria. De no dejar atrás a quienes nos lo han dado todo. De permitirles vivir más conectados sin perder lo analógico que les hace felices. De escuchar cómo suena su historia a través de un altavoz inteligente o de ver cómo se iluminan sus ojos al revivir viejas canciones en Spotify. Incluirles es un acto de justicia, pero también de amor. Hoy, más que nunca, es buen momento para recordarlo.
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