El Muro de Berlín cumple hoy tantos días derribado como los que estuvo en pie
El Muro de Berlín fue uno de los símbolos más importantes del siglo XX, toneladas de hormigón que durante 28 años, dos meses y 26 días separó los sistemas políticos del este y el oeste de Alemania. Este lunes, cumple tanto tiempo derribado como lo estuvo en pie.
Sus huellas son aún visibles en la capital alemana, donde varios fragmentos originales, reconvertidos en una especie de museo de la historia viva, son inmortalizados de forma continua en selfies por los turistas.
El Checkpoint Charlie es uno de los puntos fronterizos más famosos del Muro de Berlín: conectaba la zona de control estadounidense con la soviética. Ahora una foto con un joven disfrazado de soldado americano, bandera en mano, cuesta tres euros.
«Yo viví la caída del muro a través de la televisión», recuerda Susanne Ehard, originaria de Baviera, quien se encuentra estos días de visita en Berlín. Ella, nacida y criada en el oeste, entiende que aunque la barrera física ha desaparecido, a día de hoy todavía se constatan grandes diferencias entre las dos Alemanias.
«Tenemos un sentido de la pertenencia distinto», agrega al compararse con algunos compañeros de trabajo originarios de la extinta República Democrática Alemana (RDA).
Cinco horas de vértigo
En el este, todavía son muchos los que se resisten a mitificar la noche frenética que cambió el mundo. Un gran malentendido, cinco horas de vértigo y miles de personas sedientas de libertad se aliaron a última hora del 9 de noviembre de 1989 para lograr una hazaña que parecía imposible: tirar abajo el Muro de Berlín.
El anuncio de que la RDA otorgaría permisos para salir del país hizo que decenas de miles de berlineses orientales se reunieran ante los pasos fronterizos pidiendo cruzar al oeste.
La apertura de los pasos llevó a unos 100.000 personas a visitar esa misma noche por primera vez en décadas Berlín occidental, donde fueron recibidos con lágrimas y abrazos en imágenes que dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en icono del final del siglo XX.
La caída del Muro de la Vergüenza tuvo consecuencias globales e inmediatas. Además de simbolizar el derrumbe del bloque soviético y el fin de la Guerra Fría, posibilitó la reunificación alemana un año más tarde de la mano del canciller Helmut Kohl y dejó vía libre a la Europa unida de hoy.
No obstante, la exaltación general de la que informaban los medios nacionales e internacionales se mezclaba con las incertidumbres y miedos de aquellos que no sabían qué les esperaba ahora se desmoronaba un sistema, el comunista, que les fue vendido como «idílico» desde las estructuras de poder. Muchos alemanes de la antigua RDA se sienten a día de hoy los grandes perdedores de la reunificación.
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