El ‘caníbal de Ventas’ dice que se arrepiente: «Pido perdón a todas las madres y a las mujeres»

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Alberto S. G., conocido como el 'caníbal de Ventas', durante el juicio por asesinar a su madre y comérsela. Foto: EP

Alberto S. G., apodado el ‘caníbal de Ventas’, ha mostrado en su última palabra en el juicio su arrepentimiento y ha aprovechado el momento para pedir perdón a «todas las madres, mujeres y a las amigas» de su progenitora.

«Pido perdón y no es para agradar a nadie. Cada vez que pienso en mi madre se me cae el alma encima», ha subrayado el acusado, quien se enfrenta a una petición de pena de quince y cinco meses de cárcel tras mantener la fiscal su solicitud de condena por un delito de homicidio y profanación de cadáver.

La que sí ha modificado sus conclusiones provisionales ha sido la defensa de Alberto S.G., quien ha pasado de reclamar la libre absolución por trastorno mental a solicitar una eximente incompleta por alteración psíquica al no poder demostrarse que esa mañana, sin determinar de febrero de 2018, sufriera un brote psicótico. En este caso, pide una condena de tres años de cárcel.

De manera subsidiaria, la letrada ha reclamado que se le aplique una atenuante por enajenación mental y se le imponga una condena de seis años de prisión.

El tribunal entregará el próximo 4 de mayo el objeto del veredicto, los hechos sobre los que tendrá que deliberar el jurado popular para dictaminar sobre la culpabilidad o inocencia del joven.

Durante todo el juicio, el acusado se ha mostrado impasible ante el espeluznante relato de los policías que acudieron a la escena del crimen, así como el testimonio de testigos y peritos. Solo empatizó con una de las mejores amigas de su madre, quien al abandonar la sala le comentó: «Alberto, suerte». Él le respondió con un gesto de asentimiento. Ella cuida de su perro ‘Koke’.

Para los informes finales, tanto de la fiscal como de la defensa, ha sido clave la pericial psiquiátrica desarrollada en el juicio en la que quedó acreditado que el chico sufre un trastorno de personalidad con rasgos antisociales, paranoides y narcisistas.

Los médicos forenses determinaron que no sufrió un brote psicótico y que en las entrevistas simuló sufrir una psicósis, al igual que habría hecho en la vista oral al afirmar que oía voces que le decían que matara a su madre, un relato que nunca mencionó antes del juicio.

Ante los médicos forenses, el chico confesó que la mató porque le hacía la vida imposible y que comió sus restos cadavéricos para deshacerse del cuerpo y que no le pillaran.

Alberto S.G. relató en su declaración que tenía discusiones habituales con su madre al ser consumidor de drogas y ella alcohólica, una situación que se agravó a raíz de la muerte de su padre.

El joven era buen estudiante y consiguió una beca en 2016. Se fue de Eras mus a Grecia, pero tuvo que ser rescatado por su hermano tras sufrir varios episodios con paranoias. Ya en Madrid, tuvo al menos tres ingresos psiquiátricos. Se le recetó una pastilla diaria que en los meses previos al crimen dejó de tomar.

En la Sala relató que oía voces que le decían que la matara y descuartizara. Sobre el crimen, manifestó que tenía lagunas sobre cómo lo hizo pero que ocurrió una mañana cuando su madre estaba haciéndole el desayuno.

Un crimen atroz

El acusado, a principios de 2019 convivía con su progenitora en un domicilio de Madrid, situado en el barrio de Ventas. Sin concretar una fecha, pero a finales de enero o a principios de febrero, el acusado discutió con su madre y, tras un enfrentamiento verbal, se dirigió hacia ella «sujetándola fuertemente por el cuello, y con el propósito de acabar con su vida, le presionó fuertemente con sus manos hasta lograr estrangularla, causando su muerte por asfixia».

A continuación, el acusado, que se encuentra privado de libertad por estos hechos desde el 23 de febrero de 2019, trasladó el cadáver hasta el dormitorio de la vivienda y lo colocó sobre la cama «con el propósito de ir haciendo desparecer su cuerpo».

Para ello procedió a su descuartizamiento empleando una sierra de carpintero y dos cuchillos de cocina que tenía en la misma casa. Una vez troceado el cuerpo, el acusado se fue alimentando «en ocasiones» durante unos 15 días de los restos cadavéricos, «guardando otros restos en varios recipientes de plástico por la vivienda y en el interior de la nevera que había en el domicilio, arrojando también algunos de ellos a la basura dentro de bolsas de plástico».

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