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El misterioso virus que infecta al ganado y nos protege de la viruela del mono

  • Diego Buenosvinos
  • Especialista en periodismo de Salud en OKDIARIO; responsable de Comunicación y Prensa en el Colegio de Enfermería de León. Antes, redactor jefe en la Crónica el Mundo de León y colaborador en Onda Cero. Distinguido con la medalla de oro de la Diputación de León por la información y dedicación a la provincia y autor de libros como 'El arte de cuidar'.

Un pequeño grupo de médicos testaron controvertidos cómo efectivamente un procedimiento médico pionero protegía de la viruela. Incluía, tomar un virus que se creía que infectaba al ganado y usarlo para proteger a las personas contra el primo de ese patógeno, la viruela y que en España se erradicó completamente en los años setenta.

La historia de la viruela se remonta al siglo XVIII cuando Lady Montagu, una escritora británica, durante su estancia en Turquía, observó que las mujeres que ordeñaban vacas no contraían la viruela. Los animales estaban infectados con la enfermedad, pero de una variedad más leve que, al contagiarse a las granjeras, las hacía inmunes incluso a las manifestaciones más virulentas de la patología.

Esta mujer fue la primera que impregnó agujas con el pus de la viruela que tenían las vacas e inoculó el virus a su hijo, incluso a herederos de monarcas europeos, pero su técnica acabó siendo rechazada y muchos médicos en Inglaterra no confiaron en su método.

Fue en 1796 cuando Edward Jenner, un médico compatriota de Montagu, confirmó las observaciones de la escritora sobre uno de los virus que más personas ha matado en el mundo. Jenner decidió inocular a James Phipps, un niño de 8 años, hijo de su jardinero, las raspaduras del virus de una vaca. El pequeño tuvo fiebre durante un par de días, pero no desarrolló ninguna infección grave ni mostró ningún síntoma de viruela.

En España los avances de Jenner llegaron a oídos del cirujano Javier de Balmis, que se lo contó al rey Carlos IV y organizaron la llamada Expedición Filantrópica de la Vacuna, que partió de La Coruña en 1803 con destino a Centroamérica. Balmis viajó con 22 niños huérfanos, que transportarían la vacuna a través de su propia inmunización. La viruela de las vacas se inoculaba en uno de ellos y a los 10 días le salían unos pocos granos que exhalaban el llamado fluido vacunal. Este se recogía y se inoculaba en otro niño. Y así se mantenía la cadena. Aunque se perdieron vidas por el camino, se estima que más de 500.000 personas fueron inmunizadas directamente por la Expedición Balmis y que millones de personas fueron salvadas de morir gracias a la creación, en los lugares por los que pasaba, de Juntas Sanitarias y Casas de Vacunación públicas.

El último brote endémico de viruela se declaró y contuvo rápidamente en Somalia en 1977. Gracias al eficaz Programa de Erradicación de la Viruela se obtuvieron instrumentos y conocimientos fundamentales sobre la vigilancia de la morbilidad, los beneficios de la vacunación en anillo (que consiste en vacunar a todas las personas que han estado en contacto con algún infectado, creando así un anillo de protección) y la importancia de la promoción de la salud en la lucha contra enfermedades como la poliomielitis y la enfermedad por el virus del Ébola.