La claustrofobia impide el acceso de pacientes a determinadas pruebas médicas: ¿cómo superarlo?
Casi 4 de cada cien pacientes no pueden realizarse una resonancia magnética de forma óptima
Los equipos abiertos son una alternativa que crece en los hospitales, según Fujifilm Healthcare
Las fobias específicas son un temor irracional a objetos o situaciones que plantean un peligro real pequeño, son abrumadoras para las personas que las sufren y provocan ansiedad y conductas de evitación, como es el caso de la claustrofobia, según la Clínica Mayo. Estas fobias específicas se encuentran entre los trastornos de ansiedad más frecuentes, sin embargo, no todas las fobias necesitan tratamiento. Sólo es necesario acudir a un especialista cuando impiden el desempeño del trabajo, el desarrollo normal del día a día o producen reacciones físicas y psicológicas intensas.
La psicóloga y miembro de la Sociedad Española de Psicología Clínica y de la Salud (SEPCyS), Rocío Fausor, cree que la causa está en la vivencia pasada de una experiencia desagradable en un espacio pequeño. Años después, cuando hay algo que recuerda ese hecho, las reacciones de alerta se activan y aparecen los síntomas de pánico y ansiedad. Este miedo a espacios cerrados puede manifestarse de dos maneras: miedo a la restricción (a no poder moverse) y miedo a la asfixia (a creer que nos quedaremos sin aire). Estas personas desarrollan ‘estrategias de evitación’ para no pasar por estas situaciones lo que incluye decidir no hacerse una resonancia magnética (RM).
Se calcula que casi 4 de cada 100 pacientes no son capaces de terminar una prueba RM por claustrofobia, es decir, por el miedo a los espacios cerrados. Así lo asegura el informe sobre la prevalencia de la claustrofobia durante la resonancia magnética llevado a cabo en el Hospital General de Singapur. Desde el Ministerio de Sanidad, se ha diseñado un protocolo de seguridad para las unidades asistenciales de tratamiento y diagnóstico por la imagen, que se debe realizar a la llegada del paciente. Este cumplimiento requiere preguntar al paciente si padece de claustrofobia, en cuyo caso, se tendrá que adaptar o dar una alternativa, a la exploración prescrita.
Equipos abiertos
El diagnóstico por imagen suele realizarse con equipos en los que la persona a evaluar es introducida con una camilla en el interior de una máquina, en un espacio estrecho y reducido sin posibilidad de realizar movimientos, algo muy difícil para una persona con claustrofobia. Además de estar quieto y encerrado, debe permanecer, como mínimo, unos 40 minutos con un sonido estridente bastante molesto. Esto supone un problema para estos pacientes así como para los niños y las personas con problemas de obesidad y/o movilidad.
Según datos de Fujifilm Healthcare, en algunos de esos casos, es necesario sedar al sujeto para poder llevar a cabo la prueba, de hecho, el 64,6% de las sedaciones con ketamina fuera de quirófano, según el Pediatric Sedation Research Consortium de Estados Unidos están relacionadas con procedimientos radiológicos, y de ese porcentaje, la sedación en pacientes pediátricos supone el 5,4% de todas las pruebas de RM realizadas. Esto conlleva un riesgo para la salud que se puede minimizar usando otro tipo de aparatos más abiertos, cada vez más frecuentes en los centros médicos.
La alternativa de las resonancias abiertas aporta resultados muy similares a las cerradas pero de una forma más cómoda y poco invasiva, y sobre todo, sin causar tanto malestar a las personas con claustrofobia y a los menores. Además, las resonancias abiertas tienen más beneficios ya que reducen el ruido en un 30%, tienen un menor consumo de energía anual y producen menos emisiones de CO2.
Otra opción en el caso de los pacientes claustrofóbicos con tumores es recurrir a la figura del ‘psico-oncólogo’ que, según un informe del Colegio de Psicología de Madrid (COPMADRID), debería estar presente para trabajar con los diferentes problemas psicológicos y psiquiátricos que desarrollan los enfermos con cáncer o cuando tengan una fobia que les impida recibir el tratamiento médico más adecuado, por ejemplo, la claustrofobia, que puede llegar a impedir la administración de radioterapia.
La claustrofobia, según Roció Fausor, se puede trabajar desde el abordaje de la terapia cognitivo- conductual que ha mostrado muy buenos resultados para el manejo de este trastorno y para que los pacientes superen el miedo y puedan someterse a las pruebas diagnósticas que en algunos casos son indispensables.
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