Opinión

Yo recibo amenazas todas las semanas, Pablito

Pablo Iglesias, que es un tramposo profesional, ha conseguido cambiar el ritmo de la campaña pero me temo que no logrará revertir el resultado de las elecciones generales de Madrid el 4-M. Tras su “nene, pupa”, uno más, y el “Jorge Javier, ¡Sálvame!” de Gabilondo se esconde la desesperación de una izquierda y una ultraizquierda que no sólo ven cómo no se aproximan al centroderecha y a la derecha sino que, mas al contrario, contemplan impotentes cómo la distancia se agiganta por momentos. Al punto que en estos momentos la suma de PP y Vox supera por un margen que oscila entre los 5 y los 7 escaños esa mayoría absoluta de 69 que, salvo malas artes de última hora, cambiará el ciclo político en España.

Claro que condenamos las cartas recibidas por Iglesias, Marlaska y la directora de la Guardia Civil. Mil y diez mil veces, las que sea menester. No seré yo quien siembre de dudas el relato. Ni mucho menos. Mientras no se demuestre lo contrario, el sobre con las balas es una realidad. No creo, ni mucho menos, que sea un remedo de esos intentos de magnicidio frustrados que se inventan cuando vienen mal dadas su jefe Maduro o sus idolatrados Castro en Cuba. Además, ni un servidor ni OKDIARIO somos como él, ni como Echenique y demás basura de la cúpula podemita, que tildaron de “ketchup” la sangre que manaba de la frente de la diputada de Vox Rocío de Meer en el enésimo ataque a la formación verde en el País Vasco.

Lo que sí voy a denunciar hasta la extenuación es el show que se ha montado el pájaro y que nos intentan colar esa absolutísima mayoría de medios podemitas. Sería conveniente recordar que los cargos públicos con cierta relevancia reciben todas las semanas amenazas de muerte en toda suerte de formatos. ¿Cuántos “Abascal, te vamos a pegar un tiro en la nunca” o cuántos carteles con el rostro del presidente de Vox y la leyenda “un buen facha es el facha muerto” han aparecido en las paredes de nuestro país en los tres años que han transcurrido desde que el partido de derechas salió del cascarón? ¿Cuántas cartas con advertencias criminales han llegado a la centralita de la sede central de Vox en la calle Bambú? ¿Cien, 200, 1.000, 2.000? Ni idea, pero muchísimas. Y jamás he visto al de Amurrio ir de víctima por la vida. Rol que tampoco desempeñó cuando era el más joven concejal del PP del País Vasco y le amenazaban de muerte día sí, día también, o cuando quemaban el negocio de su madre, Moda Abascal, al más puro estilo nazi. Tampoco les voy a decir ni a contar el ambientazo que padecimos Pablo Casado y yo hace dos años en Alsasua, donde lo más bonito que nos deseaban los amigos de Risto Mejide es que nos pirásemos del pueblo.

Los expertos de Policía y Guardia Civil subrayan que el peligro real no proviene normalmente de los autores de este tipo de anónimos

Estoy convencido de que Rajoy, Sánchez y todos los presidentes de la democracia han sido amenazados por tierra, mar y aire. Bueno, muchísimo más que convencido, lo sé. Primero fue ETA pero antes, durante y después también han recibido toda suerte de amedrentamientos por carta, por teléfono o de viva voz todos los presidentes. Cada uno de los inquilinos del Palacio de La Moncloa han sido objetivo de perturbados o psicópatas. Sin excepción. Sea como fuere, los expertos de la Policía y la Guardia Civil subrayan que el peligro real no proviene normalmente de los autores de este tipo de anónimos: “El que quiere hacer algo, lo hace, no avisa”. Oswald no avisó que iba a matar a Kennedy, Mark David Chapman tampoco que iba a pegar cinco tiros a John Lennon y el turco Ali Agca jamás de los jamases fue propagando a los cuatro vientos su intención de atentar contra Juan Pablo II.

Tampoco pongo en tela de juicio las intenciones del francotirador Manuel Murillo, un catalán experto en armas al que le aprehendieron varios rifles con mira telescópica y un plan para consumar un magnicidio en la persona de Pedro Sánchez. Operación que se produjo en noviembre de 2018, menos de un mes antes de las elecciones autonómicas andaluzas que supusieron el fin a 38 años de autocracia socialista en la región. ¿Alguien piensa que es factible atentar contra un presidente del Gobierno que, entre el primer círculo de escoltas de Moncloa y la protección de Policía y/o Guardia Civil y la municipal de turno, acude a actos públicos acompañado de no menos de 75 personas convenientemente armadas? Cosa bien distinta es Al Qaeda, el ISIS y sus células durmientes en Europa o en su tiempo los terroristas etarras comandados por ese socio de Iglesias y Sánchez que es Arnaldo Otegi. Eso sí que son palabras mayores.

Lo mismo se puede colegir del Rey y su entorno. Don Felipe, Doña Letizia, la Princesa Leonor y la Infanta Sofía cuentan con 750 efectivos asignados a su protección. Las posibilidades de atentar contra ellos son infinitesimales. No digo que nulas porque siempre hay margen de error pero casi. Por cierto: ni el monarca ni su Casa han empleado demagógicamente las miles de amenazas llegadas al Palacio de La Zarzuela en los últimos 50 años ni el intento de regicidio de 1995 en Porto Pi (Mallorca).

Las posibilidades de que Pablo Iglesias, Irena Montera y sus hijos sean víctimas de un atentado son igualmente mínimas, próximas a cero. ¿Saben por qué? Pues por una elemental razón que para captarla no hace falta haber pasado por Harvard ni poseer el coeficiente intelectual de un Premio Nobel: tienen asignados 26 escoltas para su seguridad, tanto estática —los que están a las puertas del casoplón ateridos de frío— como dinámica, los que les acompañan a todas partes. Sin contar el personal de seguridad privada contratado por el partido para vigilar la dacha de 1,2 millones comprada por 675.000 euros o los amiguetes matones que van siempre con ellos, como ese Pirrakas que cuenta con antecedentes policiales por desórdenes públicos, presunta pertenencia a organización criminal y hasta por tentativa de homicidio.

Cualquier intimidación a un ciudadano, sea político o no, es condenable. Eso es terrorismo en potencia. Pero el peligro real del custodiadísimo Pablo Iglesias es infinitamente menor al que sufre un constitucionalista corriente y moliente en el País Vasco o Cataluña y no digamos al que padecen los candidatos de Vox en esas comunidades en las que, por obvias razones presupuestarias, carecen de seguridad. Nada que ver también con el riesgo que corren los vecinos de barrios amedrentados por capos de la droga o por menas de la vida.

El peligro real del custodiadísimo Pablo Iglesias es infinitamente menor al que sufre cualquier constitucionalista en el País Vasco o Cataluña 

Y, qué carajo, Javier Arenas también recibió un sobre con una bala dentro en 2013 y tres cuartos de lo mismo sucedió por partida doble con Rita Barberá, la segunda de ellas tres meses antes de su súbito fallecimiento. El primero no montó ningún circo, lo puso en conocimiento de la Policía y sanseacabó. La ex alcaldesa habló de ello en rueda de prensa pero porque previamente había sido noticia en todos los medios de comunicación de la Comunidad Valenciana.

Y así podríamos estar hasta mañana relatando casos de amenazas a políticos. El propio Iglesias y Errejón ya recibieron cartas intimidatorias en los albores de Podemos, allá por 2014 y 2015. ¿Por qué entonces calló y ahora monta la mundial? ¿Tal vez porque hay elecciones a 10 días vista? Un servidor también puede impartir un máster en esta desagradable materia: en 2006, siendo director de El Mundo de Baleares, llegó a mi domicilio particular un sobre con una bala en su interior que abrió mi mujer. Y qué quieren que les cuente de las decenas de amenazas que me han llegado desde que fundé OKDIARIO hace cinco años y medio. No menos de una por semana. Hay de todo: por escrito, telefónicas e incluso por la calle. Situación que ha provocado que tenga que ir protegido las 24 horas. Pero ni me jacto de ello ni lo empleo maquiavélicamente.

Me llama poderosamente la atención que sean tan sensibles tras haber provocado y luego minimizado el salvaje apedreamiento a militantes de Vox en Vallecas convirtiendo a las víctimas en victimarios y después de haber acusado a los de Abascal y Monasterio de “ir a provocar” a un barrio que esta gentuza piensa que es suyo. Gentuza que se da el pico con Otegi, que jalea al violento delincuente Pablo Hasél, que considera al experto en explosivos Alfon víctima de un montaje policial, que apadrinaba al asesino chileno del hombre de los tirantes y que justifica de alguna manera el terrorismo de ETA por “el alto grado de abusos policiales” en el País Vasco. Estoy harto de primas donnas. De pavos reales. De demagogos. De embusteros.

Espero, confío y deseo que la investigación llegue hasta las últimas consecuencias. Si las amenazas son, como parece, reales el que se tiene que ir a su casa es el director de Correos, Juanma Serrano, el amiguísimo del presidente del Gobierno. ¿Cómo es posible que tres sobres con cuatro balas del tamaño de un dedo pasen desapercibidas a los escáneres del ente público? Item más: ¿cómo se puede poner en riesgo de forma tan palmaria a carteros y demás personal? De la misma manera que pasa desapercibida una docena de balas, puede acontecer lo mismo con una mucho más letal carta-bomba. Sea como fuere, una cosa está clara: la izquierda ya no sabe qué hacer para alterar el destino de una campaña que se les va por el desagüe mientras Isabel Díaz Ayuso va por libre al margen de PSOE, Más Madrid, Podemos e incluso Vox. Mientras unos ladran, con razón o sin ella, la candidata del PP cabalga. Eso es lo de que de verdad los tiene en modo pánico.