Vacilar a la OTAN no es tan fácil, Pedro Sánchez

OTAN Sánchez

La inesperada comparecencia dominical sin preguntas de Pedro Sánchez para anunciar que España había logrado el visto bueno de la OTAN para quedarse en el 2,1 % del PIB para gasto en Defensa, a diferencia del resto de miembros, fue todo un ejercicio de filibusterismo político que la realidad ha empezado a desmontar.

Sánchez, necesitado de golpes de efecto para desviar la atención del colosal caudal de corrupción que rodea a su partido y su familia, vino a presumir de haberle ganado el pulso al secretario general de la OTAN, Mark Rutte, a quien hace días envió una carta negándose a aceptar el porcentaje del 5% exigido por la Alianza. Pues bien, Rutte, en vísperas de la cumbre de la OTAN,  ha dicho que el 2,1% del PIB vendido por Pedro Sánchez es claramente insuficiente y que, en todo caso, si España no alcanza el 5% al menos tendrá que llegar al 3,5%. Parece evidente que Sánchez ha intentado tapar los escándalos de corrupción con una supuesta victoria diplomática sobre el máximo responsable de la OTAN, que no ha tardado en responder.

La cumbre de la Alianza será el escenario donde a Pedro Sánchez pueden dejarle en evidencia, porque una cosa es defender que el porcentaje exigido por la OTAN es inasumible en la actualidad y otra, bien distinta, que el presidente del Gobierno utilice el asunto del gasto militar para aparentar una impostada firmeza que le acerque a sus socios y aliados de izquierda en el Parlamento en un momento crítico para su persona. Jugar a Robin Hood en la OTAN y hacerlo, además, con males artes puede salirle rematadamente mal a Pedro Sánchez, que se está labrando a marchas forzadas la imagen fuera de nuestras fronteras de un líder en franca agonía a causa de la corrupción. Al tramposo de Pedro Sánchez ya le han tomado la matrícula fuera y en la cumbre de la OTAN le están esperando para decirle cuatro cosas.

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