Urge un lote de camisas de fuerza para el Ministerio de Igualdad

Urge un lote de camisas de fuerza para el Ministerio de Igualdad

¿Cómo justificar que los algoritmos tienen un sesgo machista? Pues gastándose 53.542 euros en dos charlas en las que los ponentes trataron de demostrar que los códigos informáticos que rigen el funcionamiento de las aplicaciones tecnológicas perjudican a las mujeres. La partida, dinero de todos los españoles, ha sido ejecutada por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero, aunque es de justicia reconocer que el contrato lo firmó la responsable del PSOE que gestionó el Instituto de las Mujeres antes de la llegada de la dirigente podemita.

El título de la primera jornada pone los pelos de punta: Justicia Algorítmica en Clave de Género. La directora del Instituto de las Mujeres, Toni Morillas, defendió -hay que echarle valor- que los avances tecnológicos llegaban más tarde a necesidades exclusivas de las mujeres como el parto y que algunos sistemas de inteligencia artificial no reconocen las voces más agudas de las mujeres o están entrenados sólo para reconocer las caras de los hombres blancos. Y que los protocolos ante casos de infartos están pensados para hombres. Tiene mérito defender que la inteligencia artificial es machista, aunque trae cuenta llevárselo crudo por soltar cuatro paridas, sobre todo si entre los asistentes a la charla no hay nadie capaz de cuestionar los argumentos estúpidos de los disertadores. Toni Morillas, que fue concejal de IU en Málaga, tuvo hace algún tiempo un blog en el que hizo un firme alegato en defensa de las brujas, a las que definió como «víctimas durante más de dos siglos de un feminicidio perpetrado por el poder». Con estos antecedentes, acusar de machismo a los algoritmos no debió suponerle ningún esfuerzo.

La ideología de género que propugna esta gente ha alcanzado cotas de surrealismo que provocan hilaridad. Podríamos echarnos tranquilamente unas risas sino fuera porque la gracia la pagamos todos: 53.452 euros por una parida estratosférica es demasiado. La inteligencia artificial será machista, pero no hay algoritmo capaz de medir la inteligencia del feminismo radical.

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