Los últimos días de ‘Psycho’ Sánchez

Psycho Sánchez

Largo y aburrido discurso ayer el de Feijóo en Génova, pero que no se engañe el futuro presidente, que lo será el 23 de julio si no anda muy desmañado y no nos cae un pedazo pucherazo.

Que no se engañe, digo, porque el triunfo azulado no tiene que ver con sus atributos, ni con sus valores políticos ni personales. Feijóo no tiene interés y nunca lo tuvo, a Feijóo no lo han votado los españoles ni lo harán en las generales, aunque gane. Lo que sí han votado los españoles, azulados de cianosis, es la derrota del régimen sanchista y el Ministerio Jolines, con su troupe de etarras, malversadores, violadores y pederastas sueltos, a pesar de las paguitas, los cheques juveniles, las rogatorias y las zalamerías marrulleras de toda catadura.

Que no se engañe el PP, eso es lo que España ha votado, y, en todo caso, a la magnética Isabel Díaz Ayuso.

Insisto, el triunfo de Feijóo tiene que ver con su buen hacer, ni el suyo ni el del Partido Popular, sino con la bochornosa actividad sanchista y la de sus partners, a cuál más apestoso e intolerable.

No me gusta hablar así de nadie, ni tampoco de Sánchez, pero, ¡ay Sánchez!, ha conseguido lo que pocos villanos, caernos mal a los españoles. Miren, a mí es muy difícil caerme mal. Soy demasiado relativista, siempre consciente y pendiente de las fisuras propias, más que de las ajenas, una devota del principio protestante de qué malos somos todos, horribles, defectuosos por los cuatro costados, interesados, egoístas, menesterosos, falibles…

Spurgeon (Reino Unido, 1834-Francia, 1892), conocido como el Príncipe de los predicadores, fue un teólogo, misionero, erudito bíblico y escritor tan brillante que sus sermones, traducidos a todos los idiomas, continúan siendo bestsellers (ahora recuerdo los de Sánchez… y bueno). Este irremplazable pastor londinense repetía: si un hombre piensa mal de ti, no te enojes con él, eres peor de lo que piensa.

Bajo esa máxima en la que he meditado largo y tendido, procuro no enfadarme con nadie y al mismo tiempo no devaluar a los demás en mi cabeza y mi afecto, hagan lo que hagan… Ay, pero Pedrito Sánchez, si fuera recordado, que no lo será, lo llamarían el Príncipe de la superioridad moral, el Príncipe de la cursilería, el Caballero de la voz impostada.
En serio, ¿queda algún español que no sepa que Sánchez es paradigma perfecto de hipocresía en su categoría más grosera?

Su comparecencia para adelantar las generales. Ni una chispa de autoanálisis o caballerosidad. Narciso y soberbio. Macarra y cursi a la vez. Lo imposible. Por cierto, 23 de julio. Una fecha muy rara que merece un análisis después del bochornoso capítulo del PSOE y el voto por correo.

Lo dicho. Muchos años escuchando sus peroratas inconsistentes, con voz de sirenita y acento de monaguillo, destinadas a acariciar lomos de minorías rabiosas e impulsivas, para perpetuarse con sus garras narcisistas de manicura, en el poder.

Nos hemos tragado los psicopactos con golpistas, activistas chalados y asesinos para permanecer en la Moncloa. El Club de la bondad, abrillantándose un diente con la lengua, mintiendo sin rubor, sin compasión. Macarrismo político. Violencia.

Lo de Sanchez, ese nivel de cinismo y falsedad es violencia política, como lo de «puta coja», de la otra hipócrita, de Pam, que luego llora porque le dicen gorda y exige inclusividad.

Hoy comienza el tiempo de descuento para las memeces de la Ministri y los pezones de Belarra, fulminadas del panorama político por el pueblo, sin concesiones. Unidas Podemos, desunidas nos vamos. Yolanda Palabritas que ponga sus mechas a remojar.

Nadie los quiere. A nadie le caen bien, pero no por sus ideas, no.

Por la falta flagrante de autenticidad que exhibe, sin poderlo remediar, este increíble, en toda la extensión semántica, gobierno de coalición que ahora estalla por los aires.

Y luego ya, como complemento, rozando el lirismo y la tragicomedia esperpéntica Valleinclaniana (la favorita de Sanchez) tenemos lo de las putas, los burdeles, la coca. Verderolas socialistas panzudos abrazados a señoritas en negligé… Selfies y morreos con esta y con la otra en pleno confinamiento… Cabezas de gamba chupadas. Centollos y cigalas salpicándoles las pecheras con cadena de oro, saliéndoles la gota por las orejas, y las angulas por los ojos… ¡Qué quieren que les diga! A mí esto me hace reír.

Y secuestros, ¿secuestros? Compra de votos ¿qué? Sí, trampear las elecciones, corromper a pobres diablos. Cocaína, sobornos… Barrigas, calzones, whiskolas, viagra, pelos… Detrás de la superioridad moral, siempre se esconde lo peor.

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