Sólo se defiende lo que se ama
«Sólo se puede amar lo que se conoce». Esta afirmación es un axioma evidente porque no requiere de demostración alguna para su comprobación. Querer a algo o a alguien desconocido, del que no se sabe siquiera de su eventual existencia, es metafísicamente imposible. De la misma declaración se deduce que cuanto más y mejor conozcamos una realidad, más y mejor la podremos amar. Sentada esta premisa básica, nos adentramos en el objeto de este axioma inicial: el amor a España a través del mejor conocimiento de su Historia, su tradición y su cultura. Porque este axioma tiene un corolario de vital importancia: sólo se lucha y se defiende lo que se ama.
El actual Gobierno sanchista parece querer destruir nuestra Historia, a juzgar por sus actos y proyectos. El oxímoron -contradicción en sus propios términos- de haberse formado y aguantar sostenido por fuerzas políticas que tienen como objetivo común, aunque por vías distintas, su destrucción, es un sinsentido del que progresivamente vamos conociendo sus lamentables consecuencias para el bien común de los españoles. Sin Patria -o Matria, como opina la lideresa mundial encumbrada por sus colegas Colau, Oltra, y Monica García, entre otras feministas ideólogas del género- no hay interés general ni sociedad reconocible por la que trabajar por su bien común. Una persona sin raíces, sin conocimiento de su más elemental genealogía, es alguien sin apenas identidad, una persona totalmente vulnerable a cualquier influencia exterior o intento de manipulación. Lo mismo sucede con las sociedades, los pueblos y las naciones, que requieren de la savia vivificadora que los alimenta a través de las raíces que la mantienen arraigada a su tierra.
Sobran las palabras sobre Sánchez tras ponerse de perfil ante un suceso tan lamentable e incalificable como el que afecta al niño de 5 años de Canet, limitando la iniciativa gubernamental a una llamada de teléfono al Conseller del ramo para ofrecer su colaboración ante un apartheid lingüístico y social con la lengua española oficial del Estado. Basta imaginar lo que hubiera sucedido si la discriminación se hubiese producido afectando a un «mena» (menor extranjero no acompañado) o a un menor transexual. Es evidente que cualquier agravio a estos colectivos hubiera sido igualmente rechazable, pero queda claro que para el actual bloque político al frente de «la dirección del Estado», sólo gozan de tutela, protección y amparo minorías sociales construidas sobre bases ideológicas. La Fiscalía de odio, el Defensor del Pueblo… todas las instituciones están pasivas ante la vergonzante situación.
Si la lengua española oficial no puede ser lengua vehicular ni tan sólo en el 25% del horario escolar, con claros fallos judiciales avalando ese derecho, es que estamos peor de lo que se podía pensar. Quede claro que la política de inmersión lingüística tiene un objetivo nacionalista y ahora ya secesionista, y no educativo ni cultural, por lo que la defensa de los derechos civiles vulnerados es consustancial a la defensa de la unidad nacional de España, que es el fundamento de la Constitución. Que lo hagan los separatistas está en su código genético político, pero no es admisible la connivencia u omisión de las instituciones del Estado democrático y de derecho del Reino de España.
Esto es un ejemplo de las consecuencias del oxímoron gubernamental. Ahora se anuncia una nueva agresión a la identidad nacional e histórica española con una amputación de nada menos que 18 siglos de Historia en el programa de esta asignatura que prepara el Gobierno para los escolares de Bachillerato. Para él no existen la Hispania romana, la monarquía visigoda, la invasión musulmana y posterior Reconquista; los Reyes católicos, el Imperio español con la conquista y evangelización de América y parte de Asia; Carlos I, Felipe II, la Guerra de Sucesión…
Mientras el nacionalismo periférico y separatista inventa historias míticas, consciente de la necesidad de disponer de una por la que luchar, por ser conocida y amada, Sánchez mutila la nuestra. Con sus éxitos y fracasos, con sus victorias y derrotas, España tiene una Historia gloriosa al servicio de la humanidad. Al parecer, quiere que las nuevas generaciones no la conozcan, no la amen y no la defiendan. Como hace él en Canet.