Sánchez: «El virus existe»

Sánchez: «El virus existe»

El gran descubrimiento del presidente, Pedro Sánchez, esta semana en su comparecencia en el Senado fue pronunciar una lacónica certeza: “el virus existe”. Lo aseguró con tal rotundidad que el plenario quedó cariacontecido. Todos sabemos que Sánchez ha mutado del negacionismo de enero y febrero cuando compartía con Fernando Simón su gran contribución a la ciencia de que en España no iba a haber “como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” de coronavirus. Ahora, con 50.000 fallecidos y medio millón de contagios salta a la palestra con semejante tautología.

Pero no lejos de contentarse con su hallazgo médico soltó otros requiebros dignos de ser estudiados en cualquier curso de manipulación del discurso político. Aseguró, por ejemplo, que “la unidad es la única forma de doblegar y mantener a raya el virus”, una declaración de intenciones de lo que supone para Sánchez asumir responsabilidades por su gestión de la pandemia. Es decir, ninguna.

La izquierda socialcomunista que nos gobierna y sus antenas mediáticas vilipendia, critica y machaca a líderes políticos como Trump, Johnson o Bolsonaro por su gestión sanitaria, pero cuando tienen que hablar de la gestión del gobierno español, miran hacia otro lado, y recurren a usos de bajo perfil para atacar a la oposición democrática. Como lo hace Cuba. Como lo hace Venezuela. O como lo hace la Bolivia de Evo Morales. El caso Kitchen es el último circo alentado desde la izquierda para deslegitimar al principal partido de la oposición.

La palabra “error” sólo apareció en una ocasión en la alocución de Sánchez en el Senado y, cómo no, fue para tratar de compartir responsabilidad con el resto de las administraciones. Una manera de quitarse de en medio cara a la ciudadanía, pero que no cuela fuera de nuestras fronteras. La gestión de una pandemia es competencia de los gobiernos nacionales y a ellos se les atribuye los aciertos y, por supuesto, también los errores.

En los peores momentos de la primera ola de la pandemia del coronavirus el gobierno socialcomunista y sus pesebres informativos ya se abalanzaron sobre el PP y VOX para acusarles de pretender tumbar al Gobierno usando a las víctimas de la enfermedad. Por supuesto, Sánchez y sus voceros tachan al PP de pisotear la Carta Magna y, constantemente, al partido de Santiago Abascal como partido de extrema-derecha. La inexistencia de contactos con gobiernos dictatoriales es algo de lo que, sin embargo, no pueden vanagloriarse los socios de Sánchez: Pablo Iglesias, Irene Montero, Juan Carlos Monedero o Íñigo Errejón, por citar sólo algunos miembros de la extrema izquierda española. Ellos asesoraron o asesoran, cobraron o siguen cobrando de regímenes deleznables que violan los derechos humanos como Venezuela, Irán o el de Evo Morales en Bolivia. En todos estos lugares, la democracia es pura entelequia.

No es, por tanto, un contrasentido que todo lo que algunos miembros de este Gobierno de Pedro Sánchez predican para otros, no se lo aplican para ellos mismos. Es llanamente manipulación a sabiendas. Los franceses llaman a esta clase de políticos “langue de bois” o “lenguas de madera” por su uso recurrente de frases hechas, a clichés, a neologismos o argumentos tautológicos para falsear la realidad a los ciudadanos. Pedro Sánchez es buen ejemplo de “lengua de madera”. A las “lenguas de madera” les gusta reiterar estereotipos, abstracciones, adjetivos enlatados para intentar intoxicar a las masas con falsas verdades.

En los discursos de Sánchez es habitual encontrar falsas evidencias. Por ejemplo, en su discurso del pasado martes decía que el coronavirus aumenta la brecha social, la brecha de género y la brecha territorial, o cuando engaña con cifras falsas de los test o de seguir las recomendaciones de la OMS en la contabilidad de casos y víctimas.

La oposición debe tomar buena nota de lo ocurrido esta semana. Cuanto peor le vaya al Gobierno a consecuencia de su inepta gestión, más se lanzarán a la yugular, recurriendo a la descalificación, a la mentira y la guerra cultural. La Ley de la Eutanasia es el primer paso, pero le seguirán normas tramposas para enfrentar a los españoles como la Ley de Memoria Democrática o para generar problemas donde no existen como la Ley Integral para la Igualdad de Trato y la no Discriminación. Un sistema normativo dirigido no la razón sino a las vísceras, a las entrañas de los españoles.

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