Sánchez tira la casa por la ventana

El pasado sábado, Salvador Illa y Oriol Junqueras se reunieron en Palau. Hubo foto, pero no comunicado oficial. Y mucho menos rueda de prensa. El día elegido -en pleno fin de semana- tampoco era baladí.
Además, se producía después de las últimas amenazas del líder de ERC de no votar los Presupuestos de la Generalitat. Junqueras tiene que ir sacando permanentemente pecho. Tiene a casi medio partido rebotado. Y los de Junts acaparan todo el protagonismo en Madrid.
Pero ahora entiendo el encuentro. Ha conseguido que Sánchez le condone 17.000 millones del FLA, el Fondo de Liquidación Autonómica. El 22% de la deuda de la Generalitat con la Administración central.
La cantidad se acerca a esa cifra mítica que esgrimían los independentistas como ejemplo de que «España nos roba»: 22.000 millones anuales.
Por eso, el dirigente de Esquerra se ha apresurado a salir en rueda de prensa y a proclamar que es una deuda “injusta”. Aunque suerte tuvimos del FLA. Hubo un momento en que la credibilidad financiera de la Generalitat estaba a nivel del bono basura y no nos fiaban ni los mercados.
No ha sido el único regalo de Pedro Sánchez porque Illa gobierna en minoría. Y él, también. Es decir, no gobierna ni uno ni otro. El otro presente ha sido el compromiso de ampliar la plantilla de los Mossos d’Esquadra hasta los 25.000 agentes, otra vieja reivindicación.
Sobre todo ahora que crece la inquietud por la inseguridad ciudadana en Cataluña -una parte vinculada a la inmigración irregular- y la izquierda, en esta cuestión, siempre tiene un punto débil.
Esta vez ha sido para contentar a Puigdemont. «Finalmente, el Gobierno catalán y el español aplican uno de los acuerdos a los que Junts llegó en Madrid para ampliar el cuerpo de los Mossos d’Esquadra», se ha apresurado a decir Míriam Nogueras. Los Mossos tienen, en la actualidad, una plantilla de unos 19.000 agentes. O sea que son seis mil más. Y mejor pagados que policías y guardias civiles.
Yo, como catalán, debería alegrarme de ambas cosas. Pero no deja de ser curioso que se premie siempre a los malos de la película. Tiraron la casa por la ventana con el proceso -la deuda de la Generalitat supera los 88.000 millones- y, en cambio, se recompensa a sus gestores.
Al igual que a los Mossos d’Esquadra. No voy a recordar aquí que, en los momentos álgidos del 1-0, se pusieron de perfil. De hecho, su jefe máximo, el mayor Trapero, acabó juzgado en la Audiencia Nacional. Aunque resultó absuelto. Mejor para él. Con la sentencia en la mano, eso le exonera de toda responsabilidad. Pero todos vimos lo que pasó.
No solo eso, sino que, como pueden ver, han vuelto los denostados tiempos del peix al cove. Expresión que, en traducción libre, sería «más vale pájaro en mano que ciento volando».
Cuando Jordi Pujol arrancaba competencias sucesivamente a la UCD, el PSOE o el PP a cambio de sus votos en el Congreso de los Diputados.
Pero la practican los mismos que pusieron en marcha el procés porque decían que esto se había acabado. Y que gritaban a los cuatro vientos que «hemos pasado pantalla», «nos vamos», «ni un paso atrás».
La independencia estaba al caer y algunos como Gabriel Rufián anunciaban que, a los 18 meses, volverían a la República catalana. Ahí sigue. En Madrid, me refiero. Y cobrando 115.000 euros al año del «Estado opresor».
El proceso fue una estafa piramidal. Podrían decir la verdad o, como mínimo, hacer un poco de autocrítica. Pero mientras Pedro Sánchez les conceda indultos, amnistía o prebendas no lo harán. Es como recompensar al adolescente rebelde o al niño que se ha portado mal en la escuela. Lo contrario de la pedagogía más elemental.