Con Sánchez, saltarse los controles tiene premio

Contábamos ayer que el jefe de Gabinete de la defenestrada ex ministra de Exteriores Arancha González Laya fue el encargado de orquestar la turbia entrada en España del líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, saltándose todos los controles «de aduanas o de inmigración», como el mismo ha reconocido. Camilo Villarino cumplía órdenes que venían de arriba y por eso contactó con el general segundo jefe del Estado Mayor del Aire para que no efectuara trámite alguno. Obviamente, el Ministerio de Exteriores actuó con el visto bueno de La Moncloa, pues Pedro Sánchez estaba al tanto de la operación. Y tanto que lo estaba, porque Camilo Villarino, como premio a los servicios prestados, será nombrado embajador de España en Moscú, una de las joyas de la carrera diplomática. El Ejecutivo socialcomunista ya ha iniciado los trámites para este nombramiento que, como todos, está sujeto al plácet del país de destino. En conclusión: las chapuzas cotizan al alza en este Ejecutivo. Te traes a escondidas al líder del Polisario en una operación más propia de la TIA de Mortadelo y Filemón provocando la airada reacción de Marruecos, y asciendes en el escalafón. Tras Villarino, González Laya también tendrá su recompensa después de que Sánchez se le quitara de encima por aquello de hacerle un guiño a Rabat.

Aunque la Oficina de Información Diplomática, a preguntas de OKDIARIO, ha declinado hacer ningún comentario porque no puede «confirmar nunca de forma oficial ningún nombramiento hasta que los publica el BOE», este periódico puede confirmar que Villarino irá a Moscú. Sánchez le premia con una embajada de postín, evidenciando de forma clara que el ex jefe de Gabinete de la ministra de Exteriores cumplió el trabajo que le encargó La Moncloa: se trajo a Ghali a España de forma clandestina saltándose todos los controles de aduanas o de inmigración. Eso de pasarse las normas por el arco del triunfo da puntos en un Gobierno reñido con la transparencia.