Opinión

Las ruinas del futuro

Esta expresión fue acuñada por el filósofo Walter Benjamin en su libro Sobre el concepto de la historia, que escribió antes de suicidarse en plena invasión alemana. En dicho libro formula -entre otras- la tesis de que es necesario revisar los sucesos que aparentemente no tienen importancia en la historia, para que las personas se apropien de ese pasado que sólo fue contado a través de los ganadores.

Y hoy, cuando el mundo fija sus ojos en dos guerras, en el calentamiento global, en la emancipación de la mujer y en la inteligencia artificial, como constructores de nuestro presente y futuro, no podemos perder de vista ciertos pequeños detalles, que tal como afirmaba Benjamin, también forman parte de la historia.

Pues bien, uno de esos detalles, que puede parecer superfluo o sin la menor importancia, está sucediendo ante nuestros ojos en el mundo de las redes sociales, y es cómo el like ha cambiado el sentido de nuestro ser en este mundo. Desde que facebook inventara el like en 2007, y sin ser conscientes de ello, nuestra mente ha cambiado la forma en que apreciamos o damos valor a las cosas.

Hasta hace muy poco tiempo, las personas visitaban monumentos como el Museo del Louvre, la Estatua de la Libertad, o el Coliseo Romano, porque eran lugares en donde, para bien o para mal, habían sucedido hechos históricos determinantes, realizados por héroes o villanos, y que de alguna manera marcaron parte del destino de nuestra humanidad. Íbamos en busca de leyendas, pero también de entendernos como humanos y de reconocernos en medio de una historia que creemos parte de nuestras vidas.

Sin embargo, hoy, parte de esa historia se construye a través de los likes provenientes de influencers; por ejemplo en París las personas hacen colas de horas para visitar el Café de Flore, sitio donde se grabó una escena de la famosa serie Emily in Paris. Y como si pagar 20 euros por un café y un croissant no fuera suficiente, muchos acuden vestidos como Emily, pero ignoran que en ese mismo sitio pasaban sus tardes Jean Paul Sartre o Simone de Beauvoir.

En Madrid, el estadio del Real Madrid tiene más visitas al año que el Museo del Prado. Y por supuesto, casi todos los visitantes llevan puesta la camiseta blanca. Ciudades como Dubái, se han convertido en virales en redes como Tik Tok gracias a su estrategia de invitar (pagar) a influencers como Beyoncé o Kendall Jenner, y tratarlos como reyes, para que estos salgan a recomendar el destino en sus redes.

Este fenómeno de viralización, que a primera vista puede ser una gran fuente de ingresos para un negocio, tiene su lado oscuro, y pequeños negocios, que sin saber cómo, de un día para otro se hicieron virales, y amanecieron con colas de personas que iban a buscar la última recomendación de un influencer, se han visto afectados negativamente, ya que las pequeñas estructuras, no tienen cómo responder a una repentina demanda que les supera.

Vivimos una era donde viajamos por recomendación de personas que no son profesionales de turismo, hacemos dietas por recomendación de personas que no son nutricionistas, seguimos pseudoterapias por personas que no son psiquiatras o psicólogos, etc., y la lista continua.

Lo peor de todo, es que estas personas que hoy influencian a millones de usuarios de redes no son unos virtuosos héroes con ganas de transformar el mundo, ni intelectuales comprometidos, solo son personas que su mayor logro es saber hacer vídeos con un teléfono.

Y aunque esto nos parezca tan solo un fenómeno más de las redes sociales, no olvidemos que tal como lo afirma Benjamin, acontecimientos que aparentemente no tuvieron la menor importancia en su momento, también han influido en el curso de nuestra historia, y nosotros, como espectadores autómatas que solo damos like, tal vez, estemos construyendo las ruinas de nuestro propio futuro.