El roedor de Rufián

El roedor de Rufián
  • Xavier Rius
  • Periodista y cofundador del diario E-notícies. He sido redactor en La Vanguardia y jefe de sección del diario El Mundo. Escribo sobre política catalana.

A veces me pregunto cómo CDC y ERC pudieron emprender el proceso juntos. Basta ver la sesión de control de esta semana en el Congreso. Con Rufián señalando, con el dedo, a los escaños de Junts. Y hablando de «la derecha catalana». Luego remató con un tuit en el que le llamaba «rata» a un diputado del partido de Puigdemont, Josep Maria Cruset. No le llamaba directamente así. Pero ponía la imagen de un roedor. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Cruset es uno de esos dirigentes catapultados por el citado procés durante los últimos años. Ex alcalde de Riudoms, fue nombrado presidente del Puerto de Tarragona cuando mandaban los suyos. Y luego recolocado de diputado en el Congreso en cuanto se acabó la bicoca. Aunque, todo hay que decirlo, es ingeniero químico. Y hasta tiene un máster. Para que se hagan una idea, Riudoms es una localidad de unos 6.500 habitantes. Dicho con todo el respeto para sus habitantes, tampoco es Manhattan. Aunque disputa con la vecina Reus ser la localidad natal de Antoni Gaudí. Lo más probable es que naciera en la primera y fuera bautizado en la segunda porque están una al lado de la otra.

A veces a Rufián le sale el espíritu de clase. Incluso de lucha de clases. Todavía circula por las redes algún video suyo del 2016 en el que se declaraba marxista. Pese a que por esas fechas también anunció solemnemente que «en 18 meses dejaré mi escaño para volver a la República Catalana» y ahí sigue. Tiene más de 134.000 poderosas razones al año para continuar pegado al escaño. Por eso, no sé cómo Junts y ERC se embarcaron en semejante aventura. Se odian a muerte. En realidad, sí que lo sé. Una de las razones era la lucha por el poder. O, como mínimo, continuar en él.

Los de CDC ya habían estado siete años de travesía del desierto con el tripartito (2003-2010) por la «traición» de Esquerra. Y no estaban dispuestos a repetir la experiencia. En Convergencia, que son más hábiles, siempre han tratado a los republicanos como al hermano pequeño que se puede putear. Y, a decir verdad, la mayor parte de las veces lo han conseguido. Les tendieron una trampa.

Todo comenzó en aquella conferencia de Artur Mas en Barcelona en el Fórum en noviembre del 2014. Cuando propuso la lista única. Era una jugada maestra. De las pocas que han hecho que les ha salido bien. La mayoría, como saben, han acabado en fiasco. Proponía una lista única. Una coalición electoral entre ambas formaciones. Él, a título de sacrificio personal, se ofrecía para no encabezarla. Con lo cual no tenía que rendir cuentas de su obra de gobierno, entonces ya escasa. No solo eso, sino que si perdía tampoco se tenía que ir a casa. Como le ocurrió a José Montilla en el 2010.

No hay precedentes, en la política catalana, que un presidente derrotado se quede haciendo oposición. Pere Aragonès también ha renunciado a su escaño. Y todas las encuestas daban a Esquerra como ganadora. Oriol Junqueras contestó unos días después con otra conferencia, esta en el auditorio de la ONCE, diciendo que no, que listas separadas. Pero los sometieron a semejante presión -sobre todo a través de TV3 y el aparato mediático convergente- que acabaron claudicando.

El resultado es conocido: Junts pel Sí -no confundir con el actual Junts per Catalunya- que fue la primera y última coalición entre CDC y ERC. Incluso pusieron a Raül Romeva de cabeza de lista. Llegó a creerse que él era el candidato a la presidencia de la Generalitat. Hasta que le dieron un toque. A la hora de la verdad, ni siquiera alcanzaron la mayoría absoluta. Quedaron en manos de la CUP. Y sacaron menos escaños de los que probablemente habrían sacado de ir separados. De aquellos polvos, vienen estos lodos. Por eso, entre otras cosas, están a matar.

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