El Rey neutro de Zarzalejos

El Rey neutro de Zarzalejos
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He leído el libro de José Antonio Zarzalejos ‘Felipe VI, un Rey en la adversidad’ con lupa, anteojos, con la bombilla más potente que encontré y encerrada a cal y canto en mi despacho. Nada de llevármelo el fin de semana al campo y deslizarme por él a trozos entre siestas y aperitivos, ni de nutrirme de la opinión de otros. Aunque sí he preguntado por el autor a varios periodistas amigos, puesto que yo no le conozco personalmente. El veredicto ha sido unánime en cuanto a su afortunada calidad humana.

He tratado de analizar el libro desde todas mis versiones profesionales: historiadora, periodista y escritora. He tenido discusiones internas interesantes para escribir este artículo de opinión, que será osado y para alguno inoportuno, pero no olvide que está usted leyendo mi tribuna, un espacio libre para decir honestamente lo que pienso. Voy a analizar la obra desde esos tres puntos de vista, sin ánimo de entorpecer otros juicios más certeros o vertidos desde las alturas de otros tronos.

Como historiadora opino que es una obra muy somera. El propio autor reconoce que pasó mucho tiempo recabando datos, algo que no es posible dudar, pero entre esa fase de recopilación y el acto de escribir debe haber un proceso de reflexión que, a mi juicio, ha sido demasiado breve. Echo de menos un análisis profundo de la mayoría de las cuestiones. En este sentido, me ha decepcionado; más aún cuando arranca con un brillante dictamen sobre el retrato de Hernán Cortés que ilustra la portada, y que disfruté como una promesa de calidad. En ese momento del libro me froté las manos, pero luego empezó todo a languidecer. Existe una carencia generalizada de meditación, de comparación analítica, de exposición del sentido último y trascendente de los hechos que relata, requisitos necesarios para alzarse en ese juez que aspira a dictar una sentencia histórica. Falta exprimir la naranja.

Como periodista afirmo que el libro es lo que esperaba, o mejor dicho lo que me temía. El autor ha estado muchos años en primera línea de batalla, dirigiendo la cabecera monárquica española por antonomasia. Esta situación privilegiada le ha puesto en un lugar superior para reconocer desde dentro cuestiones que para otros escritores serían de difícil acceso. El libro es una sucesión de datos perfectamente condensados y ordenados de manera inteligente para que el día de mañana sea útil como fuente de información. En este sentido es en el que más me ha gustado. Como síntesis de lo sucedido es correctísimo. Quizás excesivamente distante, pero eso no tiene por qué ser malo en este caso.

Como escritora considero que es una pieza sin brío. Para mí una obra literaria es algo así como una partitura musical. Ambas tienen que tener una secuencia ascendente, y el arte del escritor está precisamente en jugar con el interés del lector, llevarlo a su terreno, saber decidir cuándo se puede apretar con partes más monótonas y aburridas, aunque necesarias, y compensar luego con otras más ligeras y fáciles de leer. En este caso, y perdón por mi franqueza, es una partitura sosa, sin tensión, sin recovecos. Comprendo que no hay ninguna intención por parte del autor de entretener y mucho menos de hacer reír a nadie, pero algo de pasión en la escritura es recomendable, que el lector note que se ha disfrutado el proceso, pues esto se transmite, permitiendo que el libro tenga algo de idiosincrasia y no quede en otro montón de papeles impresos. Podrá rebatirme diciendo que es un ejercicio periodístico, no literario; y ahí entramos en uno de los debates eternos. No es éste el momento de resolverlo.

Como estribillo a esta canción de Zarzalejos pondría las palabras siguientes: «Vamos a llevarnos bien». Aunque no creo que lo consiga con todos. Los monárquicos hasta la extenuación, que los hay y muchos, echaran de menos un compromiso firme. Esta obra les parecerá una tinta desvaída que no ayuda para nada a la institución monárquica. El perfil humano que hace del Rey es acertado, pero tampoco se introduce en las enaguas de su personalidad, todo lo que dice lo podríamos deducir nosotros mismos.

Como ya he dicho, lo mejor de esta obra es la ordenación de datos que, sin duda, será de gran ayuda a futuros historiadores. En este sentido, es un privilegio que una persona que ha vivido de cerca buena parte de lo relatado haya dedicado su rigurosidad profesional a esta encomiable labor. Espero que el Sr. Zarzalejos aprecie mi franqueza y mi profunda inmersión en su trabajo.

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