Pradales, lo tuyo es una broma, ¿verdad?
Tengo ante mí dos opúsculos que, por lo menos en mi opinión, merecen la definición de incunables. Uno, sin autor conocido, está editado en los comienzos del siglo XX, costaba cinco pesetas a la sazón porque estaba esmeradamente editado, y tenía (tiene) por título sugestivo este: El hombre perfecto. Dentro de escasas líneas transcribiré tres de sus perlas realmente dignas de ser cultivadas. El otro es más reciente, es un ejemplar gratuito de la Editorial Memoria Histórica, y se publicó -así lo afirma el libretillo- con motivo de la celebración de las «bodas de oro» (sic) del nacionalismo vasco (1882-1932). Me permito recoger algunas muestras de estas piezas antológicas porque parecen, ésta última más que la otra desde luego, un anticipo del llamado Decálogo ético que ha presentado hace días en el País Vasco el recién lehendakari, Pradales Gil. En síntesis es una invitación a las buenas maneras, a la convivencia y a la educación que todos hemos recibido (él también en Soria) de nuestras abuelitas. La perla inicial del primer ejemplar sentencia: «Precisa el hombre el cultivo de la abnegación y sacrificio en aras de intereses superiores». Añade seguidamente: «Para que las sociedades vivan, es necesario que cada uno de sus miembros esté dispuesto a la muerte» (nada menos) y una final: «La tolerancia, comprensión y paciencia han de convertirse en el lema de nuestras vidas». Aquí lo dejo.
Vamos con el segundo librillo citado que se encabeza de esta guisa: «De su alma y de su pluma» y es una colección de pensamientos del llamado maestro del nacionalismo vasco: Sabino Arana Goiri. Una aportación de entrada muy actual: «Fueros catalanes, fueros… aragoneses no entendemos esta palabra Fueros lo mismo que cuando decimos: Fueros Vasco-Navarros (sic) los nuestros son leyes creadas y legitimadas por el que las goza, con facultad libre y soberana». Aportación ahora al desdén y desprendimiento con que se debe tratar el vil metal, el dinero: «El oro es esencialmente pacífico y tranquilo; y engrosa los estómagos a expensas del corazón». Y termino: «Solo soy lo que soy ante Dios, y no quiero que los hombres me juzguen, sino conforme me juzga Dios». ¿Se acuerdan de aquel latiguillo totalitario de «A mí no me juzgará más que Dios y la Historia». Pues he aquí un clon.
Aún podría adjuntar más ejemplos. Cientos. Quedémonos con estos que, de algún modo, parecen el prefacio del código ético de Pradales Gil. Está llena esta propuesta de eufónicas palabras y de solemnes propósitos, por ejemplo estos: «No a la demagogia, no a la crispación, no a los insultos, ejemplaridad, inmenso respeto a los no coincidentes…», en fin. De primera impresión parece un remedo más o menos laico del Camino de Escrivá de Balaguer (nacido Escriba y Albas según descubrió Luis Carandell). Lo ha redactado, parece que en la soledad de la Presidencia, Pradales Gil para intentar que todos los partidos vascos en liza, excluyendo, claro está, a Vox, que no es digno de reeducación cívica y política, abandonen los malos hábitos que pueblan -dice Pradales- la actividad «del Estado» y se avengan a un trato mutuo y una convivencia que, según recalca el neo-lehendakari, son, como productos más vascos que las cocochas. De toda la vida. «Nosotros -proclama Pradales- no somos así». Esta última afirmación resulta directamente extraída de las seguridades dialécticas de Sabino Arana, una de las cuales reza así: «Es preciso alejarse de los maketos en todos los órdenes de la vida».
Pues bien: el catecismo de Pradales ha sido acogido con entusiasmo por los dirigentes de su partido, el PNV, tanto es así que su presidente, el orondo Andoni Ortúzar ya se ha lanzado a descalificar a todos aquellos, partidos en primer lugar, que se permitan la osadía de no atender a los denuestos tiernos de Pradales Gil. Se ha referido concretamente Ortúzar al Partido Popular vascongado que se ha negado inmediatamente a participar en esa feria aldeana, en un pacto sobre un decálogo de obligado cumplimiento que no aborda, ni marginalmente siquiera, el gran asunto que ha asolado al País Vasco durante cincuenta años: el terrorismo de ETA. A continuación les transmito la justificación que ha ofrecido el bondadoso Pradales para esta ausencia: «Es que lo del terrorismo es un principio ético anterior y superior». Y de los grandes expresos europeos, añadiría jocosamente este cronista, si no estuviéramos ante una tragedia que asesinó a 857 personas. No se entiende, efectivamente, lo de «anterior y superior», aunque, como apostillaba aquel general ya citado más arriba: «…o se entiende demasiado bien». Bildu, la coalición de proetarras sin arrepentir, es la primera formación política que se ha sumado alegremente a la homilía de Pradales. Lo han tomado como cosa propia, ¡faltaría más!
No hay que establecer demasiados paragones, pero hablarle a Bildu, el cobijo de la carnicera Aizpurúa, de tolerancia, buenos modos o de ejemplaridad, es lo mismo que pedir a Sánchez que deje de mentir. Incompatibles en su propia esencia. Pradales, que ya se peina como el mismo Sánchez, o se despeina como Bolaños, lo cual es un poco peor, expulsa de sus propósitos a Vox y abre los brazos curilmente a los herederos de los más abyectos criminales de la banda. Y ¿este es el tipo que pide buen rollo? ¿Le ha pedido en el poco tiempo que lleva en Ajuria Enera a Bildu que, por fin, condene los crímenes de sus antepasados y que pague materialmente por ellos, ya que hablamos de parné? De aquí, la pregunta: Pradales, lo tuyo es una broma, ¿verdad?, y como tal puede pasar pero, como oferta ética, de ninguna manera. Clases, ni una. Tal parece que el bodrio que ha parido este funcionario que ahora preside el Gobierno de Vitoria, se ha pergeñado para un solo fin: para que el Partido Popular se niegue a firmarlo o aparecer en la foto correspondiente y así acusar a Feijóo de ser lo mismo que Vox. Pero, por lo demás: ¿a quién ha matado Abascal?
Entonces, ¿de qué estamos hablando? Ya se ve que con este Pradales ni a recoger una herencia, menos aún para festejar un decálogo aparentemente bonachón, que nos retrotrae a los tiempos de su jefe Arana, el siervo de Dios -así se definía él- que pedía expulsar a mamporros a los maketos a las tinieblas exteriores. Lean su última perla: «Muchos son los euskerianos que no saben euskera». Malo es esto. Varios son los maketos que lo saben. Esto es peor. Parece escrito para Imanol, nacido Manuel, Pradales Gil.
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