PP: ¿qué hacer ante el pufo catalán?
Alberto Núñez Feijóo tiene ante sí una disyuntiva muy seria ante el hecho consumado del pufo catalán que Sánchez se ha sacado de la manga para conseguir colocar al frente del Govern autónomo al funerario Illa en una operación similar por la que concedió la amnistía a Puigdemont para apuntalarse él en Moncloa.
Mucho me temo que atinar en un tema que afecta al corazón mismo del Estado será algo más difícil que reunirse con Sardá en Galicia para tomarse una buena mariscada. El PP tiene una enorme responsabilidad al respecto porque el pufo catalán no es un asunto baladí. Su puesta en marcha no significará otra cosa que la quiebra de la esencia misma de lo que es un Estado moderno. En Moncloa baten palmas porque el entorno sanchista está seguro de que el presidente, utilizando su posición institucional y de amo de la caja, volverá a colársela al gallego. Divide y vencerás. Punto.
Aunque inicialmente se dijo que habría una posición común entre las 11 autonomías en las que manda el PP, más Ceuta y Melilla, los distintos jefes autonómicos daría la sensación (sólo sensación) de que en buena lógica van a preferir ir a ver Sánchez a plantearle «qué hay de lo mío…» y que el comandante en jefe de Génova 13 ha dejado carta blanca a cada uno de ellos. Si esto fuera de esta manera, la operación se asemeja mucho a lo ocurrido tras las elecciones autonómicas del pasado año en relación con la conveniencia o no de pactar con Vox para conformar los gobiernos regionales. Aquello fue un estrepitoso fracaso como se comprobó poco después el 23J.
Si ello ocurriera u ocurriese la auctoritas del presidente nacional quedaría en entredicho y a buen seguro que Sánchez y sus edecanes mediáticos (muchos y feroces) se lanzarían en tromba contra el muchacho de Los Peares para tratar de escenificar que no manda en la compleja grey del centroderecha.
Y de nuevo volvería al ruedo de ese espectro la melancolía y la desesperanza ante la imposibilidad de articular una alternativa que, siendo mayoría en votos y escaños, resulta ineficaz a la hora del realismo mágico que precipita a España hacia el abismo.
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