Pinta bien… salvo que la derecha lo vuele

PP elecciones
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

El martes, la impresión era ésta: se dibujaba a veintitrés días, más o menos, de las elecciones generales un panorama francamente optimista de cara a las elecciones generales. Era una apuesta arriesgada que parecía mejor una intuición que una prospectiva real. El riesgo era grande, pero la información buena. De pronto, un retroceso en el optimismo. ¿Por qué? Porque las negociaciones del PP con Vox para constituir gobiernos regionales tropezaban con grandes obstáculos. Así que acudió este cronista a las fuentes que habían insuflado buenas noticias al proceso de terminar con la vida política de Sánchez, y preguntó esto: «¿Estas dificultades están mermando las posibilidades de cambio?». Con matices, afirmaron genéricamente que no.

Y es que resulta que grandes empresarios del país, la mayoría del Ibex, cuentan con unas muestras políticas que en este momento auguran para el centroderecha y la derecha española unos logros superiores a los que vaticinan las encuestas convencionales que se publican ya casi a diario. Hace unos días, en la toma de posesión del nuevo equipo de la presidenta Ayuso, de Madrid, dos personajes conocidos del susodicho conglomerado de las sociedades más poderosas del país, coincidían, sin dudas en su expresión, en que los sondeos públicos a que nos estamos refiriendo son bastante cautos, muy prudentes en la señalización de las expectativas.

Una de estas personas (mujer, por eso se escribe en femenino) llegaba muy lejos en sus apreciaciones y literalmente le decía al cronista: «El Partido Popular se situará por encima de los 160 escaños». Como quiera que esta interlocutora adivinó, casi en su literalidad, los resultados de mayo y los anteriores de Andalucía, la profecía no movía al escepticismo, sino más bien a la ilusión, porque ilusión es lo que causa que se cumpla el anticipo de esta informante. Es el mismo, desde luego, que transmite un antiguo demóscopo de muchas batallas electorales antiguas, y también, el análisis de algunos especialistas que, semana a semana, realizan un balance de situación para dibujar el mapa político del día 23 de julio, día por cierto para el que un pronóstico norteamericamo coloca para la media española una temperatura no inferior a los 30 grados centígrados.

Y claro, si este panorama parece solvente, ¿por qué los sondeos que estamos conociendo, rebajan considerablemente la magnitud de la victoria del Partido Popular? Un técnico que se dedica precisamente a construir estos anticipos, se enfadaba (y no es una demasía) este fin de semana con el cronista cuando le preguntaba textualmente si sus trabajos no están colocando una cierta sordina, están tirando a la baja, los resultados que vienen exponiendo. Contestaba: «¿Tú te crees que existe alguien entre nosotros que se avenga a realizar esta burda operación?». Y añadía: «Nuestro objetivo es acertar y no nos podemos permitir una pirueta tan ridícula como esa». A continuación, sin embargo, sí reconocía al cronista que la mayoría de ellos, los técnicos involucrados en este menester estadístico, se la «cogen con papel de fumar» (es su expresión) a la hora de procesar datos y sobre ellos construir un relato.

O sea, venía a admitir que sus pronósticos son esencialmente precavidos, entre otras cosas porque, el fallo «hacia abajo» es más justificable e incluso perdonable que el que se puede producir «hacia arriba». Esto es realmente cierto: ¿existe algún recuerdo reciente en España de una empresa sociológica que haya patinado previniendo un éxito que a la postre se haya convertido en fracaso estrepitoso? ¿A que no? Bueno sí. Tezanos, pero éste es un simple mercader de Sánchez.

¿En qué pantalla (como ahora se dice) nos encontramos ahora? Pues en estos días los sondeos han descrito un pequeño descenso del PP, también de Vox, y una levísima recuperación del PSOE de Sánchez. Pues bien: los expertos infrascritos dudan de la realidad de estas dos apreciaciones y si apuntan a que, de ser ciertas, serán cortas en el tiempo. Desde luego que es muy difícil negar que la confrontación que hemos vivido a cuenta de la disputa entre el PP y Vox en Extremadura no ha calado en el electorado de los dos partidos, pero, de ahí, a influir directamente en la voluntad de los votantes media un abismo. Otra pregunta que se le hace al cronista: «Pero ¿es que alguien cree que esta riña ha promovido un trasvase de voto desde la derecha a la izquierda?». Ni eso, ni las reiteradas mentiras de Sánchez en las televisiones, los expertos aseguran que no porque señalan que está «casi» todo el pescado vendido a sólo veintitrés días de abrirse las urnas. Los partidos, fundamentalmente el PP, cuentan naturalmente con los mismos datos que estamos recogiendo aquí, pero, claro, huyen como de la peste de su exposición porque se temen, con motivo, una contracción a la hora de entrar en la puerta de cada colegio electoral.

Esta vez -eso lo afirman por doquier- la concienciación del centroderecha y la derecha es descomunal. Uno de los citados afirma que es «más grande que nunca». Eso a pesar de que todos se planteen la siguiente interrogante: ¿Cómo es posible que la pertinacia en el error y en la mentira no haya desatado hasta ahora una altísima contestación social? Curiosamente, la verdad es ésta: vivimos en la época de menor masa crítica dispuesta a agitar a una ciudadanía que ha perdido enorme poder adquisitivo, que en buena medida no es que esté parada, es que está quieta, que contempla sin aparente preocupación cómo se desintegra una de las naciones más viejas de Europa, que asiste al desprestigio total de las instituciones y que sufre la consagración de la falsedad y el embuste como arma política de uso común. Si es segura la movilización que se prevé cara al 23 de julio y son reales los millones de sacas de Correos que guardan ya miles y miles de votos, tendremos que pensar que esa abulia social, que ha sido hasta ahora marca de la casa española, se ha terminado y es más: que los culpables de la hecatombe están a punto de pagar en las urnas, quizá también en los banquillos, las fechorías que han perpetrado desde el Gobierno.

Esta constancia sugiere, por tanto, que la apuesta sobre el resultado positivo de las elecciones generales guarda una enorme sapiencia científica. Veremos si en el gran día se cumple negro sobre blanco. Todo, sin embargo, puede cambiar. De hecho, lo hace día a día. Las dificultades de entendimiento entre el PP y Vox nublan los mejores pronósticos, los que transmiten las capas más influyentes de la sociedad. La dureza rocosa de Vox y el cansancio de Feijóo están malhiriendo el proceso entre las risas rotundas de Sánchez. Por eso, el primer titular de esta crónica: Todo pinta mejor de lo que se dice, hay que dejarlo, en una versión más templada: Pinta bien… salvo que la derecha lo vuele.

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