Una peligrosa inflación
La inflación se encuentra desbocada. Durante mucho tiempo, los bancos centrales han asegurado que se trataba de una cuestión transitoria, para, después, pasar a decir que esa transitoriedad iba a ser algo más larga de lo esperado y, ahora, darse cuenta de que podemos encontrarnos ante un problema muy serio de inflación estructural.
El IPC ha sobrepasado el 10%, hasta el 10,2% en junio según el indicador adelantado del IPC, pero lo más preocupante es que la inflación subyacente asciende al 5,5%, con un ritmo creciente mes tras mes. Eso quiere decir que la subida de precios se ha enroscado ya en todo el sistema productivo, porque las empresas no pueden soportar más el alza de costes.
Esta espiral inflacionista, iniciada en noviembre del año pasado, de momento parece no tener fin. Los precios industriales superan incrementos interanuales del 40% durante varios meses seguidos; el precio de la energía sigue subiendo; los carburantes baten récords casi a diario; y hacer la compra se ha encarecido muy notablemente.
Los más perjudicados son las rentas bajas, que tienen una mayor propensión al consumo, es decir, que consumen una mayor parte de su renta respecto a los ciudadanos con rentas altas. De esta manera, agotan su capacidad de ahorro y soportan un esfuerzo mayor sobre sus ingresos en el pago de impuestos derivado de la inflación, mientras el Gobierno se niega a deflactar la tarifa del IRPF y a bajar impuestos, asfixiando a las familias y a las empresas mientras él incrementa transitoriamente la recaudación por el efecto inflacionista, al tiempo que ceba los cuellos de botella con un incremento de gasto desmedido, que la economía no puede permitirse y que empobrece a todos por doble vía directa y una indirecta. Las dos directas son el incremento del endeudamiento y la presión sobre los precios; la indirecta, la pérdida de puestos de trabajo que originará el deterioro económico que producirá lo anterior.
Se ha descuidado la atención a la inflación de manera equivocada, pues no debemos obviar lo peligrosa, por perniciosa para toda la actividad económica, que es la inflación, pues introduce un elemento que no aporta nada positivo, sino que encarece toda la actividad económica, la hace menos competitiva y puede crear un círculo vicioso que lastre el desarrollo económico durante tiempo. Por eso, es imprescindible que el BCE incremente los tipos cuanto antes sin vacilaciones ni vaivenes, ofreciendo una política monetaria comprometida con la lucha contra la inflación, a imagen de lo que está transmitiendo la Reserva Federal. Cuanto más lo demore, más dura tendrá que ser la subida y mayor el sufrimiento. Por eso, en julio debe ejecutar la subida anunciada de 25 puntos básicos, si no es necesario que los suba con mayor intensidad ya en ese mes.
Paralelamente, para evitar que se deteriore más la economía, es preciso que se realicen reformas para agilizar la economía, que se bajen impuestos, que se deflacte la tarifa del IRPF y que se elimine el gasto ineficiente.
Ahora bien, el Gobierno se niega a ver la realidad económica: en lugar de ajustar el gasto público, disminuirlo y asumir el esfuerzo, el Gobierno ha decidido que todo el sacrificio y quebranto derivados de la inflación lo soporten ciudadanos y empresas, a los que castiga con ella, que es el peor y más peligroso de los impuestos, mientras, como hemos dicho, él incrementa su recaudación a costa de dicha inflación confiscatoria que exprime a los contribuyentes. El Gobierno, con su actitud, empobrece a la economía española, con pérdida de poder adquisitivo y de competitividad, que puede provocar efectos todavía mucho peores, especialmente en las rentas más bajas.
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