Pablo Hasél es una rata de cloaca
El padre de Karl Marx era propietario de viñedos y pertenecía a la clase acomodada. Fidel Castro era hijo de un emigrante gallego que hizo fortuna en Cuba y se convirtió en un rico terrateniente. Pablo Hasél es hijo de Ignacio Rivadulla, quien fue presidente de la Unió Esportiva Lleida; un empresario que se dedica, casualmente, a la desratización y el control de plagas. Qué coincidencia que su actividad se remonta a 1988, el mismo año que nació su hijo Pablo. Algo debió de ver en él.
Cuando Ortega Lara fue secuestrado por ETA, Pablo Hasél tenía 8 añitos, demasiados para una rata que, en cautividad, tienen una esperanza de vida poco mayor al año y medio que el funcionario de prisiones estuvo secuestrado por los terroristas amigos de Hasél. El zulo en el que lo encerraron, muy húmedo, sin ventanas, bajo el suelo de una nave industrial muy cercana al río Deva, tenía menos de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de alto. En ese ataúd Ortega Lara perdió 23 kilos y sólo deseaba morir, por eso pidió repetidamente a sus torturadores que lo mataran de una vez, como asesinaron a sangre fría a Miguel Ángel Blanco menos de dos semanas después. Pues el roedor ilerdense, el rapero admirado por los podemitas, Pablo Rata Hasél, ha dicho que las condiciones en las que Ortega Lara fue torturado son mejores que las de los temporeros que duermen al raso, en un tuit con el que celebró el 20 aniversario de su liberación y en el que le llamó «carcelero torturador», igual que hacían los etarras.
En realidad, Pablo Hasél tiene muy poco que ver con Karl Marx o con Fidel Castro, aparte de pertenecer a una familia acomodada, como ellos. El podemita no es ni un intelectual ni un revolucionario, es tan sólo un pobre mocoso consentido, un niñato de papá que ya no sabe qué más hacer para entrar en prisión, que es su único objetivo. Fue condenado a dos años de cárcel por enaltecimiento del terrorismo, pero no entró en prisión y al mes siguiente lo volvieron a detener por desórdenes, lesiones y daños, causados al asaltar violentamente el puesto de rosas de una asociación, el día de Sant Jordi. Y desde entonces no para. Deseó que se estrellara el avión del Betis. Recomendó matar a martillazos a Amancio Ortega. Celebró la muerte de toreros. Culpó al Estado de los asesinados por ETA en Hipercor. Llamó criminal a Hollande. Agredió a periodistas, insultó a su alcalde, amenazó a Inés Arrimadas, etc. Una detrás de otra. Quizá la más grotesca fue cuando la policía local de Lleida lo detuvo por hacer pintadas pidiendo su propia absolución.
Como rapero no vale nada, así que utiliza el Código Penal como estrategia de marketing para conseguir la notoriedad que no merece por su escaso talento. Lo que no le han dado las musas pretende arrebatárselo a los jueces. Hasta que alguno no lo meta en la cárcel para convertirse, como ‘Alfon’, en un icono antifascista, no va a parar. Por su bien y por el del resto de la sociedad hay que darle gusto cuanto antes. Si los jueces, como hasta ahora, no le conceden su deseo y no lo meten en prisión, esta rata ilerdense se va a sentir en la obligación de ir aún más lejos, hasta que lo consiga. Quiere ser una rata mártir, habrá que complacerle.