Nuevo año 2023: Entre lo natural y lo sobrenatural
Comienza un nuevo año. Empieza el 2023 de la era cristiana, que es seguida en Occidente, y es muy distinta al de otras religiones y culturas. En el calendario judío, por ejemplo, estamos en el año 5783, ya que, así como para nosotros el año 0 de nuestra era es el del nacimiento de Jesucristo, para la tradición judía es el de la culminación de la creación del mundo, que según el Génesis habría sido el 7 de octubre de 3790, con la creación de nuestros primeros padres Adán y Eva. Podríamos también comentar el calendario chino o el musulmán, o incluso el juliano que sigue la ortodoxia cristiana rusa, distinto del gregoriano, que es el nuestro.
Pese a la creciente globalización, el planeta Tierra es el único habitado y habitable por el hombre -mientras no se demuestre lo contrario- y en el universo creado es menor que una gota de agua en el océano Pacífico o que un grano de arena en el Sáhara, y pese a ello es muy diverso y plural.
Sirva este somero prólogo para situar los problemas de la humanidad en la dimensión que adquieren tomando el Universo como referencia. En este pasado año hemos llegado a los 8.000 millones de habitantes en nuestro planeta y todas la proyecciones nos sitúan en un escenario de población que exigiría según los globalistas del Foro Mundial de Davos y cía, unas medidas drásticas de control de la misma, así como otras ecológicas para preservar la existencia de la Madre Tierra y hacer frente al cambio climático. Por cierto, esas medidas son las que debidamente revestidas aparecen en los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) que definen la Agenda 2030, que es la estrategia a seguir por la humanidad para llegar en debidas condiciones de sostenibilidad y resiliencia a ese año último de nuestra década. Es llamativo que en un mundo que tiene en la democracia la referencia del gobierno justo y legítimo para las naciones y pueblos, a los globalistas y sabios de esos selectos foros, no los haya votado nadie para esas responsabilidades tan elevadas y que a todos nos afectan.
Aunque en apariencia esté saliéndome del guion habitual de comentar y analizar la política nacional e internacional, no es ese mi propósito y apelo a la benevolencia de los lectores para permitirme esta aparente digresión motivada por un cambio de año que, en mi opinión, contiene más incertidumbres de las acostumbradas, y no sólo por razones meramente naturales. En todo caso, para pasar de lo abstracto a lo más concreto aferrándonos a nuestros orígenes nacionales, es oportuno recordar que precisamente la fecha de hoy, 2 de enero, tiene un significativo interés en nuestra Historia patria. Fue un 2 de enero del año 40 de nuestra era cristiana, cuando según acreditada tradición, la Virgen -que vivía en Éfeso y Jerusalén bajo el cuidado de Juan Evangelista, a quien el Señor le encargó desde la Cruz esa tarea-, se desplazó a Zaragoza en carne mortal (en realidad, inmortal) para fortalecer en su misión evangelizadora de la Hispania Romana al apóstol Santiago, hoy nuestro santo patrón. Y fue otro 2 de Enero, del año 1492, cuando culminó la Reconquista -¡de casi ocho siglos!- con la entrega simbólica de las llaves de la capital del reino de Granada a los Reyes Católicos.
Esas dos fechas señalan dos hitos de la conformación de nuestra identidad nacional e histórica, que es indisociable del cristianismo, como han adverado ilustres historiadores hispanos como Claudio Sánchez Albornoz y Menéndez Pidal, entre otros. Benedicto XVI, gran enamorado de España -al igual que san Juan Pablo II, quien afirmó «que por algo la mayor porción de la Iglesia universal habla con Dios y con su madre en español»- viajó en tres ocasiones a España, las mismas que a su patria Alemania, siendo los países mas visitados por él en su no largo Pontificado. A los dos les pedimos que intercedan por nosotros en estos tiempos de tribulación que se avecinan.
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