No es fácil ser libre

No es fácil ser libre

No es fácil ser libre; y es más difícil ejercer tu libertad si además eres mujer.

Todos somos prisioneros de la historia, del entorno, de las costumbres, de nuestras propias circunstancias. Todos estamos condicionados, más allá de las leyes que amparen nuestra libertad. Todos tenemos que soltar esos corsés construidos a lo largo de la historia, tejidos a veces por nosotros mismos para protegernos de los otros, para proteger nuestra intimidad, para proteger nuestro yo más íntimo.

En este “todos” estamos incluidas nosotras, todas nosotras, las mujeres. Nosotras no tenemos ventajas, sufrimos todos los condicionantes que tienen los hombres para ser libres, debemos saltar todas las barreras y superar todas las dificultades que tienen los hombres en una sociedad injusta por definición y en la que en demasiadas ocasiones sigue funcionando la ley del más fuerte. Nosotras no somos el sexo débil, aunque tal consideración ancestral aún pese sobre nuestra cabeza; pero en nuestro empeño en ejercer nuestra libertad como ciudadanas de pleno derecho hemos de vencer un condicionante intrínseco a nuestra condición diferenciadora: somos mujeres.

Cada vez hay más mujeres que ocupan puestos de responsabilidad social, económica, política… Pero aquellos puestos de mayor rango en la vida política, la más pública, la más expuesta, vemos con horror que las mujeres llegan en un alto porcentaje cooptadas por los hombres, los auténticos machos alfa que dominan el campo de la representación pública de los ciudadanos.

Esta situación de mujeres que llegan al espacio público de la política cooptadas por los machos alfa (a veces machos alfa personales, otras líderes de los partidos en las que ellas militan, otras ambas cosas a la vez) no es nueva en la política española aunque en estos últimos tiempos la fotografía se haya revelado con mayor nitidez. Hay varios estudios que dan cuenta de que desde que los partidos llamados de izquierda aplican porcentajes para elaborar sus listas electorales la movilidad de mujeres en las listas triplica la de los hombres. O sea que cuando el partido decide sustituir a alguien que ocupa un cargo electo las mujeres tienen más boletos que nadie para que les toque dejar paso a otra. La explicación es muy sencilla: ellos las ponen, ellos las quitan.

Un estudio de la doctora en Filosofía Alicia Miyares sobre la presencia de las mujeres en el Congreso de los Diputados desde que comenzó la democracia puso de manifiesto que las mujeres son consideradas “sustituibles” por sus partidos, intercambiables por otras mujeres, mientras que los hombres tienen a “apalancarse” una vez conseguido el escaño. El baile que se da al elaborar las candidaturas para cada nueva cita electoral afecta de manera mucho más pronunciada a las mujeres. En el citado informe, publicado en 2007, se ponía de manifiesto que a pesar de las cuotas (o quizá precisamente por eso, porque los hombres- que son los que siguen mandando en los partidos- las adoptan pero no creen en el objetivo a conseguir sea positivo para hombres y mujeres y las utilizan como un elemento de propaganda) solo el 2,6% de mujeres han permanecido tres o más legislaturas frente al 23% de sus compañeros varones. Y otro dato más: al inicio de la democracia las mujeres que llegaron eran pocas pero permanecían más tiempo porque estaban ligadas al poder orgánico. Las imposición “electoral” de las cuotas y la cooptación derivada de ellas (no les había dado tiempo a las mujeres a hacerse con el poder orgánico para ocupar tantos puestos de manera natural) hicieron que ese rol cambiara de manera tajante: yo te pongo, yo te quito.

En el informe al que estoy haciendo referencia (no conozco uno posterior tan detallado) se analizaban algunos datos relevantes: mientras que en la legislatura 1989/1993  había solo 44 mujeres en el Congreso, el 59% repetía como diputada; en el 2007 había 127, pero solo repetía el 37% y para el resto era solo la primera legislatura y en muchos de esos casos sería también la última. A la vez, y en ese mismo periodo, el 56% de los diputados lo era por segunda o más veces.

Hemos visto cómo los partidos políticos suelen utilizar a las mujeres para cumplir las cuotas que ellos mismos se imponen desde el punto de vista mediático: mujer, joven, renovación. Una vez que la han utilizado para eso, cambian de mujer y vuelven a cumplir las tres cuotas: mujer, joven, renovación. Podíamos debatir sobre la conveniencia de ocupar los cargos más de dos legislaturas; pero ese es otro debate. Lo cierto es que los partidos políticos mueven la silla a las mujeres con una frecuencia que en modo alguno aplican a los hombres. Así que llegan más mujeres al Congreso pero el baile de escaños les impide consolidar un liderazgo.

Hasta aquí, los datos. Y ahora vamos a los hechos. Decía que no es fácil ser libre, seas hombre o mujer. Y digo también que si eres mujer te lo ponen aún más difícil.

No sé si se han dado cuenta que al juzgar a una mujer se aplica un doble control : antes de escucharnos se nos mira. Tras la aparición de una mujer política en los medios de comunicación audiovisuales proliferan los comentarios sobre cómo iba vestida, sobre su pelo, sobre su gesto, sobre sus manos, sobre el color de su jersey, sobre su físico, sobre su edad… Y luego ya, con suerte, sobre lo que dijo. Ni siquiera cuando lo que dice tiene tanta fuerza que no les queda otro remedio que referirse a ello se libra esa mujer de que hablen de su aspecto, de su figura.

Ante esta situación solo cabe actuar, que decía Hannah Arendt. El mundo no cambia si una misma no cambia. Así que toca rebelarse, ejercer sin pedir permiso a nadie, sin esperar –ni desear- que ningún macho alfa salga a defenderte. Hay que arriesgarse a que le miren a una con lupa, a que te escruten, a que te ataquen, a que te quieran excluir del club de las mujeres buenas, ese club en cuyo nombre hablan algunas mujeres pero cuyos estándares han diseñado los hombres que permiten hablar a esas mujeres desde la atalaya en la que ellos las han colocado.

Para ser libre hay que ejercer como una persona, una mujer en este caso, libre. Hay que decir la verdad, tu verdad, aunque no sea una verdad políticamente correcta. Vamos, que para vencer los tabúes, para hacer estallar los corsés, para abrir camino a otras mujeres hay que hacer como Cayetana Álvarez de Toledo. Sin más.

Y feliz día de la Mujer a todas. Y a todos, porque si nosotras ganamos en libertad, toda la sociedad es más libre. Nosotras y vosotros, vosotros y nosotras.

 

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