Opinión

La necedad de las navidades progres

Hay fechas en el calendario especialmente importantes y sensibles para los cristianos, momento donde determinados sectores progres ponen de manifiesto su extrema ignorancia perdiéndose entre la significación de un estado laico y un estado aconfesional. De forma torpe se justifican con falsos argumentos sobre “si son galgos o son podencos”. No entienden que es más acertado hablar de un Estado que sea respetuoso con todas las confesiones religiosas, especialmente con aquellas que conforman su tradición histórica, cultural e incluso jurídica. Son incapaces de reconocer que su postura solo refleja, por encima de falsas disquisiciones, una radical y ortodoxa cristianofobia, una aversión y odio enfermizo hacia las tradiciones cristianas, mientras a la vez reparten “carnets de tolerancia”.

Qué tolerantes estos “integristas de la laicidad” qué aterrados por la instalación de un Belén en un colegio, símbolo de paz, amor e igualdad entre “todos los hombres de buena voluntad”, miran hacia otro lado ante la imposición del velo a las niñas o cuando los hijos de los Testigos de Jehová no pueden recibir los tratamientos médicos adecuados. Qué pobreza de espíritu la de aquellos progres ateos e intolerantes que exigen el bautizo laico, la primera comunión laica, la boda laica calcada de la católica, sobre todo a la hora del banquete, y en estas fechas, como no podía ser de otra forma, las navidades laicas. No es el encomio por la libertad o la igualdad. Es la animadversión irracional e inculta frente a lo que representa el nacimiento de Jesús o por el significado del crucifijo. Que no engañen con falsos debates sobre la laicidad y la aconfesionalidad. Se trata de auténticas cruzadas anti cristianas que tratan de vender con marchamo de auténtico progreso, de plenitud de transgresión, sabiendo que es muy fácil ensañarse con los cristianos, mucho menos arriesgado que condenar los actos de barbarie de otras confesiones que ante la más mínima crítica uno se juega la vida.

Se trata del progre que pretende ser el más “moderno” sin reflexionar lo más mínimo sobre si lo que afirma y exige tiene sentido o no. Desde su ignorancia y falso progreso son capaces de las mayores sandeces mientras de forma obscena y encaramados en una inexistente “superioridad moral” tratan de imponer su ortodoxia y sinrazón decorado todo ello con presuntos valores de izquierdas. Todo ello supone conducir a la sociedad al relativismo moral en la cual hoy se languidece, negando la más obvia de las realidades. Y frente a ello, el complejo empeño de tener que demostrar lo obvio, lo patente, lo irrebatible. Y que difícil anhelo pues no se trata de convencer ante un error, sino vencer ante la estupidez.

Desde hace siglos los cristianos han demostrado ser especialmente tolerantes y respetuosos si bien tolerancia y respeto no son equivalentes a sumisión. Esta Europa sumisa de hoy en día va perdiendo de forma progresiva las raíces que la hicieron grande y próspera, cuna de la voluntad, del albedrío y de la tolerancia. Va perdiendo ese músculo, ese nervio de consideración y deferencia al prójimo que arraigó desde sus esencias cristianas y que ineludiblemente hoy va en detrimento de la libertad, con la complicidad de estos nuevos pseudo progres. Es necesario exigir un poco de coherencia a las huestes progresistas. No es bueno hacer el ridículo, pero mucho peor es ser un hipócrita. Ni siquiera es exigible su coherencia, inexistente en la mayoría de los casos, pero sí demandar que procuren disimular esa fobia anti cristiana que a estas alturas lo único que muestra es un extremo grado de incultura y estupidez. Abandonen esa falsa “superioridad moral”, esa “impostada sapiencia”.

Porque como dijo Molière, el gran dramaturgo, humorista y comediógrafo francés: «Las personas no están jamás tan cerca de la estupidez como cuando se creen sabias».