Mitin de Illa contra Albiol
El mensaje de Navidad de Salvador Illa del pasado viernes se convirtió en un mitin contra Xavier García Albiol. Y eso que apenas duró unos cuatro minutos. Incluida la presentación y el paseo previo de las cámaras por el interior del Palau de la Generalitat.
Desde luego, no citó por su nombre al alcalde de Badalona. Pero se le entendió todo. Sobre todo después de la polémica por el desalojo de un edificio ocupado por 400 personas. TV3 y la inmensa mayoría del oasis mediático catalán también se han posicionado en contra.
Todos obvian que no solo eran okupas, sino que tampoco tenían papeles. O sea que, con la ley en la mano, deberían haber sido devueltos a sus países de origen tras la operación policial.
Pero lo que hizo el amplio dispositivo —Policía Nacional, Mossos y Guardia Urbana de Badalona— fue simplemente dejarlos en la acera de enfrente. Con lo que el problema se ha enquistado. Algunos resisten, en tiendas de campaña, en un puente bajo la autopista.
Por eso, Salvador Illa empezó diciendo que, en estas fechas, había que «abrir las puertas de nuestra casa» y «ayudar a los otros». A continuación, recomendó «empatía, solidaridad y responsabilidad». Hasta lo repitió en un par de ocasiones. Aseguró que estos eran los «sentimientos predominantes» en Cataluña.
Lo que no saben los partidos progresistas —o no quieren saber— es que los valores tradicionales han sido sustituidos por otras preocupaciones más mundanas por el impacto de la inmigración. Ahora lo que preocupa ya no es la libertad, la igualdad y la fraternidad, sino la inseguridad ciudadana o el respeto a la propiedad privada.
Entre otras razones, porque la inmensa mayoría de los que vienen no se van a vivir a Pedralbes o a La Moraleja. Más bien a aquellos barrios populares que antaño fueron feudos de la izquierda y que ven cómo se han degradado ahora sus condiciones de vida.
Pero Illa, de esto, tampoco se entera. Al fin y al cabo, nació en La Roca del Vallès (1966), una localidad a 40 minutos de Barcelona. Aunque, por supuesto, no es ni Can Anglada ni Rocafonda.
A continuación dijo que Europa era «nuestro estado de pertenencia», que debe ser la versión PSC de «el món ens mira», aquella frase que decían los indepes en los momentos álgidos del proceso.
Mientras que cuando afirmó que «la Navidad nos recuerda que no podemos perder nunca nuestros valores humanos», me pareció ver el espectro de Sílvia Orriols por el Palacio de la Generalitat. A fin de cuentas, siempre marca distancias morales con la alcaldesa de Ripoll.
«Yo no soy inmaculado, pero usted menos», le dijo en la sesión de control del pasado día 17, último pleno del año. «Usted es un lobo con piel de cordero», añadió.
Al menos ha cambiado de táctica porque, hasta hace poco, siempre auguraba que la líder de Aliança «fracasará». A pesar de que las encuestas indican la tendencia contraria. En política no pueden hacerse nunca este tipo de pronósticos.
«Humanidad significa acoger e integrar a las personas que lo necesitan», siguió dando lecciones. Aseguró por otra parte que la vivienda es «un derecho», que es lo mismo que proclamaba Colau cuando era la portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca.
Estoy de acuerdo, pero no a costa de los pequeños propietarios privados, que es lo que está haciendo con ayuda de los Comunes y la CUP.
Terminó apostando por las «ayudas sociales a quien más lo necesita». Pese a que se ha abierto también el debate sobre los empadronamientos, sobre todo en algunos ayuntamientos controlados por Junts, ante la proximidad de las elecciones municipales.
Entre otras razones, porque para empadronarse basta con pasaporte en vigor y contrato de alquiler. Aunque el solicitante haya entrado de manera ilegal en el país. Ello da derecho a educación y sanidad gratuitas, además de prestaciones sociales.
Personalmente, no lo he entendido nunca: si el Estado tiene que impedir la entrada de inmigrantes ilegales, ¿por qué los consistorios los empadronan? ¿Acaso no son Estado? Una administración pública, en definitiva.
Concluyó el presidente de la Generalitat su discurso asegurando que había que garantizar «la dignidad, la seguridad y la convivencia en todos nuestros barrios». E hizo un llamamiento a no hacer culpables «a los que son diferentes».
En este caso me vinieron a la cabeza los recientes incidentes en Salt. Cuando desalojaron al imán de la localidad de un piso okupado y se armó la marimorena. Con contenedores quemados durante varias noches.
En cambio, eché en falta alguna mención a la falta de presupuestos. Antes, cuando no se conseguían aprobar, se convocaban elecciones. Pero como Sánchez ya lleva tres ejercicios sin, el líder del PC debe pensar que puede hacer lo mismo.
Es cierto que ya no la lía. No cuelga pancartas en la fachada del Palau y, si viene el Rey, va a recibirle como es su obligación. Pero Cataluña sigue en el mismo impasse. En un bucle.
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