Milei acaba con el peronismo
Milei ha ganado la segunda vuelta de las elecciones presidenciales con casi un 55% de los votos, derrotando al actual ministro de Economía del peronismo-kirchnerismo, Massa, dando al país un halo de esperanza tras ochenta años de peronismo.
Un peronismo que es la demagogia por antonomasia, el populismo, que basa sus cimientos en la destrucción de riqueza, la envidia y el rencor. No sabe gestionar, pero sabe trazar una red clientelar que dependa de él, para manejarlo a su antojo y perpetuarse en el poder, modelo que aquí en España está tratando de copiar Sánchez.
Con todo ello, tras ganar, debe acabar Milei. No es que este economista no pueda parecer extravagante y excéntrico, como señalaba en otro artículo en OKDIARIO, y que algunas de sus propuestas -como la de cerrar embajadas- no sea populista, pero para los argentinos es un soplo de aire fresco, un último intento por enderezar un país.
Milei, ahora que llega a la Presidencia, debe abandonar algún comportamiento histriónico, ser más serio en público y dejar de lado algunas recetas populistas que no van a ningún sitio. El problema de Argentina no reside en tener una embajada en cada país con quien mantiene relaciones diplomáticas -cerrarlas sería un error diplomático y de cortesía, además de perjudicial para los argentinos que viviesen en el país en el que se cerrase-, eso es poco dinero en términos relativos, no es el motivo por el que Argentina se ha empobrecido. El problema de Argentina es el de una corrupción peronista durante más de ochenta años, que con el kirchnerismo ha llegado a límites insoportables.
Por eso, Milei tiene que tener muy bien pensado su plan de gobierno y actuar en cien días probablemente con decreto de emergencia, porque es improbable que tenga quorum en el congreso para poder sacar adelante leyes, ya que jugarán a bloquearlo. Ahora bien, esas medidas deben tener memoria económica y tomarlas con determinación, sin duda, pero con prudencia, para evitar un colapso económico y que los enemigos de la libertad corran, así, a decir que el liberalismo es un fracaso -ya sucedió con Truss, al pretender bajar los impuestos con más deuda al no reducir el gasto-.
Al dolarizar la economía, se somete a la política monetaria de la Fed; es decir, no es que no vaya a haber banco central, sino que asume el de los Estados Unidos. Probablemente, eso les imprimirá más disciplina monetaria, pero debe converger en disciplina fiscal, con un importante recorte del gasto. En el gasto siempre está el problema. Debe estar dispuesto a hacerlo, aunque no se lo pondrán fácil, porque se producirán protestas callejeras con la eliminación de subsidios, pero si se echa para atrás, fracasará. Quizás un buen comienzo podría ser firmar un plan de disciplina económica con el FMI y, por primera vez en ochenta años, cumplirlo.
En ello debe centrarse e ir pensando en cómo actuar en cuanto asuma, el 10 de diciembre, la presidencia, porque no va a tener ni un minuto de gracia y Argentina se juega, quizás, su última oportunidad de volver a la prosperidad.