Mascarillas ‘Cátedra Begoña Gómez’

mascarillas Gómez, Pedro Sánchez, Complutense

El grado de vanidad de la mujer del presidente del Gobierno corre paralelo a su objetivo de convertir su cátedra de Transformación Social Competitiva en la Universidad Complutense en un negocio. Porque sólo alguien con unas ínfulas superlativas exige que en las mascarillas utilizadas a raíz de la pandemia se imprimiera el logo de la cátedra. Fue la propia Gómez quien firmó el 21 de marzo de 2022 una «memoria de necesidades» en la que planteaba a la universidad pública lo siguiente: «La cátedra extraordinaria de Transformación Social Competitiva dentro de sus actividades anuales, va a realizar congresos y actividades, por lo que necesitará mascarillas con el logo de la cátedra y algún material de promoción». La petición, que lleva la firma de la mujer del presidente, se extendió en plena pandemia. Por aquel entonces, las mascarillas eran obligatorias en espacios interiores.

¿Y quién pago el coste? En efecto, la universidad, que se vio obligada a realizar un contrato menor. Se solicitó presupuesto a tres empresas, pero sólo una se interesó. Parece evidente que Begoña Gómez se sirvió de la cátedra como catapulta para su proyección empresarial. El hecho de que registrara a su nombre el software -costeado por varias empresas privadas y la propia Complutense- de una plataforma orientada, entre otras cosas, a facilitar los trámites para reclamar ayudas públicas revela hasta qué punto la dirección de la cátedra era para Begoña Gómez clave para impulsar su propio negocio. De ahí que esté imputada por los delitos de tráfico de influencias y corrupción en los negocios. También están imputados el rector de la Complutense, Joaquín Goyache, y el empresario Carlos Barrabés, socio de Gómez e impulsor de su cátedra, además, claro está, de adjudicatario de más de veinte millones de euros en contratos del Gobierno. El logo de las mascarillas puede parecer una cuestión menor, pero retrata a la perfección el grado de vanidad de Begoña Gómez. No es el coste, escaso, lo que resulta inaceptable, sino la ambición desmedida de quien se aprovechó de su condición de mujer del presidente.

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