Más Estado es más PSOE (y menos ciudadanía)

Han bastado dos días y una serie de ponencias de ilustres representantes de la sociedad civil para que la histórica dicotomía sobre la gobernanza colectiva y la responsabilidad individual emerja de nuevo en el debate público. Por Vistalegre han circulado este fin de semana buenos amigos y mejores referentes del pensamiento político y económico liberal como Marcos de Quinto, Albert Rivera, Daniel Lacalle, Iván Espinosa de los Monteros, Esperanza Aguirre, Miguel Ángel Anxo Bastos, Juan Ramón Rallo o Javier Milei, quien clausuró el evento al grito de esa libertad honrosa que ha convertido en fenómeno barrial y mundial. La izquierda, tan orgullosa en adocenar conciencias y saquear bolsillos, que ellos llaman justicia social y riqueza redistribuida, clama en sus redes soviéticas y en sus nodos mediáticos porque en las ponencias se haya reclamado algo tan obvio como razonable: que el individuo no puede estar sometido al poder depredador y violento del Estado si quiere vivir en libertad conforme al proyecto de vida que desea.
Tan cabal reflexión suscita comentarios biliosos por parte de aquellos que toman a la persona como un componente numérico sin alma, cuya única función es sumar a la causita colectivizadora del día. Al socialismo, y a su metástasis fanática y asesina (fascismo y comunismo) le conviene un poder estatal mayor, cuasi infinito, que no deje de crecer, pues así engordará también su poder político y en consonancia, su cuenta corriente. Cuanto más grande es el Estado, más socialistas viven del mismo, y más control ejercen sobre el resto de la población, que pagará su mantenimiento a costa de la miseria propia. Si el Estado engorda, la libertad del ciudadano adelgaza. Es la historia contada una y otra vez por sus protagonistas la que nos hace dudar del poder curativo de quienes dirigen un cotarro dedicado a monopolizar la violencia y robar al contribuyente su dinero bajo excusas nunca cumplidas por un buenismo bien remunerado y protegido.
Un Estado obeso e invasivo limita la capacidad autónoma y emprendedora del individuo y lo convierte en un rehén dependiente del poder político, que sabrá contener sus necesidades de progreso bajo el paraguas del paternalismo protector, que sólo cuida a las rentas más altas, eliminando a la clase media que mantiene y paga la fiesta cada mes. No hay más que ver las zonas donde más libertad económica y empresarial hay, en España y en el mundo, y observar la relación con prosperidad, patrimonio y nivel de vida. El socialismo combate la autonomía económica de la persona porque así podría disponer de su vida física como guste. Y mientras los ricos aumentan sus ingresos con el socialismo en el poder, porque viven de los contratos que les da el Estado, el mantenimiento de los pobres seguirá siendo su causa no resuelta. Porque en esa paradoja eterna, les prometen el cielo, pero saben que, si lo alcanzan y abandonan el estado de pobreza y dependencia, el socialismo se irá agotando paulatinamente hasta ser prescindible en la elección del ciudadano y, por tanto, en su voto. Que aún haya gente que no entienda esto es lo que permite a la izquierda mundial seguir engañando con el Estado de por medio.
España está presa en la actualidad de un mal de incompetencia, mediocridad, sectarismo y cobardía que afecta a los ciudadanos. Impulsado desde el Estado por un gobierno alérgico a la libertad y una oposición alérgica al talento y ciega a la hora de leer el escenario sociológico. Que Milei termine el fin de semana gritando «muerte al socialismo», la ideología que más pobreza ha causado y asesinatos ha cometido desde su nacimiento, agitará el avispero de la batalla cultural como nunca. Porque la libertad ha perdido el miedo y ahora sólo queda esperar, de aquellos que representan a los millones de ciudadanos que desean respeto por la vida, la propiedad privada, la ley y la libertad económica y empresarial, estar a la altura de su responsabilidad. Para ello, deben ser conscientes de que contra la mafia no se lucha acudiendo a sus reuniones ni se le derriba con buena cara institucional. Porque la mafia sólo convoca a los capos del hampa, los jefes de cada familia, y a los sicarios que le sirven. La rosa nostra debe quedarse sola en todo. Y escenificarlo de verdad.