Mañana será tarde

Pedro Sánchez investidura

Mañana será tarde. No me refiero, con ello, a la excelente película que protagonizaron a finales de los años cuarenta del siglo pasado Pier Angeli y Vittorio de Sica, no. Me refiero a que los españoles no podemos pensar que no nos afecta a cada uno de nosotros el asalto a la Constitución y a la separación de poderes que se va a vivir en España con los pactos de Sánchez con todos los independentistas, comunistas, prófugos de la Justicia, condenados por ella por sedición en el intento de golpe de Estado en Cataluña en octubre de 2017 y con él los herederos del antiguo brazo político de ETA, capitaneados en el Congreso por una condenada por colaboración con dicha banda terrorista y dirigidos globalmente por un condenado por terrorismo, de escalofriante pasado terrorista.

No podemos pensar que, mientras no cambie a corto plazo nuestro día a día, qué más da, que son cosas de la política, porque no es así. La política es, sin duda, muy mejorable, sobre todo desde que la ocupan, en términos generales y con honrosas excepciones, mucha gente mal preparada, que no tiene a dónde ir en caso de perder su puesto, pero, por encima de eso, claro que nos atañe a todos, porque se está produciendo un ataque claro contra la Constitución, pactando una amnistía inconstitucional, aunque el politizado Tribunal Constitucional la blanquee echándole cubos de lejía encima. Es un ataque claro contra la Constitución porque Sánchez, con sus pactos, ha determinado que hay ciudadanos de primera y de segunda. Es un ataque claro contra la Constitución porque acaba con la división de poderes, pactando el famoso lawfare o judicialización de la política, de manera que unas comisiones de investigación, a modo de tenebrosos tribunales populares, podrán determinar si un delincuente, por ejemplo un golpista independentista de octubre de 2017, debe quedar libre y si los jueces y fiscales que lo condenaron deben entrar en prisión por ello. Todo ello nos afecta.

Es igualmente inconstitucional establecer que Cataluña y el País Vasco son dos naciones, porque no lo son. Para empezar, nunca lo fueron, pues formaban parte de otra realidad, desde la Marca Hispánica de Carlomagno hasta la pertenencia, como condado, a la Corona de Aragón, en el caso de Cataluña; y como territorios de Navarra en el caso del País Vasco, que pidieron auxilio al rey de Castilla, convirtiéndose en señoríos de la corona castellana. Y tampoco lo son constitucionalmente hablando, porque no lo recoge la Constitución, por más que hable de nacionalidades, que no de naciones. Son dos inventos modernos de la burguesía catalana y del racista Sabino Arana, para tratar de sacar lo máximo posible al resto de España, como vienen haciendo desde hace décadas, chupando la sangre como sanguijuelas, pero no son nación, aunque Sánchez se lo conceda -que no es ningún erudito en la materia-. En todo cede Sánchez para atornillarse en la presidencia del Gobierno, para lo que ha dado el primer paso con los votos de todos los enemigos de España, que él pasa a encabezar desde el momento en el que ha firmado esos pactos que atacan a nuestra Constitución, a la separación de poderes, a la convivencia, a la Transición, a la concordia. Todo ello nos afecta.

Dice Sánchez que el PP debe aprender a aceptar el resultado de las elecciones. Curioso, porque el PP no lo ha puesto en duda, las ha ganado. El que no reconoce el resultado es Sánchez, que perdió, fue derrotado y no ha sido capaz nunca de sacar más de 123 escaños, su techo en abril de 2019. Si pudo llegar al Gobierno fue pactando con todo el aquelarre en el que ahora se vuelve a apoyar. Y si ese aquelarre pacta con él es porque sabe que incluso con sus mentiras, incluso aunque los mienta, van a poder sacar más de él que de cualquier otro presidente del Gobierno, porque él, como se ha visto en estos pactos, está dispuesto a ceder en todo, a vender España, a destrozar el Estado de derecho, a poner en riesgo la democracia, hasta el punto de vaciarla y dejarla como un mero cascarón que sirva de excusa aparente ante el exterior. Todo ello nos afecta.

Y nos afecta que se le den privilegios inconstitucionales a Cataluña en forma de un régimen propio de financiación, o la gestión de las pensiones al País Vasco, pero financiado su déficit por el resto de españoles. Unos, no son realmente independentistas, sino oportunistas que utilizan el independentismo para ser españoles de primera sometiendo al resto, a los que consideran de segunda, tercera, cuarta o quinta categoría. Si Arzalluz hablaba del RH negativo como elemento supremacista vasco, Puigdemont se remonta al supuesto agravio de los Decretos de Nueva Planta de Felipe V, hace tres siglos, para seguir extrayendo recursos al resto de España, con un victimismo falso con el que a los independentistas no les ha ido nada mal.

Esos dos partidos -PNV y Junts- sí que son lo más parecido que hay en España a partidos de extrema derecha, por sus propios planteamientos, en muchos casos supremacistas. En el caso de Cataluña, acompaña a Junts, en dura pugna por ver quién es el independentista más puro, ERC, con un pasado nada bueno. Y otro, el presidente del Gobierno en funciones, no busca el interés de España, sino el suyo propio, por el que está haciendo que España se humille, desde la firma de sus acuerdos en el extranjero hasta la creación del mediador internacional, como si Cataluña estuviese al mismo nivel de España y como si nuestro país fuese un régimen dictatorial. Nadie le niega que, pese a perder las elecciones, trate de formar gobierno con alianzas que le den una suma parlamentaria mayor que la de la opción ganadora de las elecciones, aunque sea un hecho insólito en las elecciones generales en España; lo que se le critica es que para poder conseguir eso no sólo pacte con los enemigos de España, sino que vuele por los aires la Constitución y el Estado de derecho, que es lo que sucede con esos vergonzosos pactos. Todo ello nos afecta.

Como digo, todo ello nos afecta, y mucho, y no podemos quedarnos indiferentes o pasivos ante ello. Como dijo Aznar hace unos días, cada uno, desde su lugar y con las posibilidades que tenga, debe defender la Constitución y denunciar este atropello. Y a quienes no les guste Aznar, obvien que lo ha dicho él, pero la realidad es que esa afirmación es la actitud que hay que tener. Tenemos que emplear todas las armas democráticas y constitucionales que tengamos para defender la Constitución, la libertad, el Estado de derecho, la democracia, la convivencia, pues nos los pretenden arrebatar.

Este domingo, en las principales plazas de las capitales de provincia españolas, una multitud de españoles se ha congregado para alzar su voz contra este delirio de Sánchez y sus socios. Es verdad que la convocatoria fue a iniciativa del PP, pero lo importante no es quién convocase, sino que allí había votantes del PP, de Vox, que se unió, de UPN, incluso de Coalición Canaria, aunque sus dirigentes hayan preferido entrar en la tómbola destructiva abierta por Sánchez, pero también de muchos socialistas que no quieren que se destruya su nación, su convivencia, su libertad, su prosperidad, su democracia. Voz que también han elevado todas, repito, todas las asociaciones de jueces y fiscales, los Abogados del Estado, los colegios de abogados, la asociación de Inspectores de Hacienda, prestigiosos despachos de abogados, los empresarios y tantas y tantas instituciones.

Por ello, no hay que cejar en el empeño y hay que seguir alzando la voz, denunciando esta tropelía que nos puede llevar hacia un régimen autoritario, revestido de democracia. Hay que denunciarlo una y otra vez para que la UE tome cartas en el asunto y sancione al gobierno de Sánchez por esta deriva, que quiere acabar con la separación de poderes, para que deje ese camino y vuelva a la senda constitucional que está abandonando y socavando con estos acuerdos. Todo ello nos afecta y no podemos quedarnos sumisos, sin reaccionar constitucionalmente para que la UE nos ayude y ampare, porque si nos callamos, si pensamos que esto no nos afecta, cuando queramos darnos cuenta de nuestro error puede que no podamos leer lo que nos guste, que no podamos escribir lo que pensamos, que no podamos expresar nuestro criterio, que corramos la suerte de los disidentes venezolanos o cubanos. Tiene que ser de inmediato, porque mañana será tarde.

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