A lo mejor no se le entiende al PP

PP
  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

«Lo peor -le decía a este cronista un profesional de la Medicina- es que algunas veces el PP nos despista». Y algo así parece. El voto ahora favorable al llamado minibus, como solía advertir Franco (siento la cita, otras veces traigo a paseo al criminal Largo Caballero): «O no se entiende o se entiende demasiado bien». Lo primero es claro: ¿cómo en segundas nupcias Feijóo iba a pronunciarse en contra de la subida de las pensiones? Lo segundo guarda menos facilidad de comprensión: «Entonces -me señala el citado interlocutor- ¿Para qué se opuso la primera vez si al final el decreto casi es el mismo?» El jefe del Gabinete de Isabel Díaz Ayuso lo explica más o menos así: «Naturalmente que el PP no iba a caer en la trampa del Gobierno que ha desvelado el Yeti Puente: dice que metieron en un asiento de omnibus el Palacete el PNV para que el PP no votara a favor de las pensiones». Bien traído: ¿ven? Dicho así, la cosa se comprende un poquito mejor. Es lástima que en el momento en que el PP había derrotado en toda regla el relato embustero de Sánchez, este «vivo sin vivir en mí» del PP haya disimulado el triunfo.

Además sucede algo que comparece siempre como una pequeña maldición: cada vez que el PP y Feijóo concretamente están pasándose por la piedra a Sánchez y a su caterva miserable de mentirosos, sucede algo que desvía el tiro del blanco. Esta vez ha sucedido que un personaje que presume de pensar por sí mismo, Esteban González Pons, ha desencadenado una tormenta interna de no te menees en el interior de su partido, y un pequeño cachondeo en la oposición y en el mismo gentío. Porque: ¿a qué viene apostar por las obispas yanquis de ultraizquierda? ¿Se molestó Pons en confirmar que el varapalo al reincidente Trump es la doctrina oficial de su Casa? ¿A qué no? O sea, un pan como unas tortas, es como si un equipo que va ganando al rival deja que su portero se meta un gol en su portería. ¡Hábrase visto mayor desatino!

Puede suceder, aunque no es seguro, que en el PP se estén produciendo movimientos telúricos que no acertamos a descubrir. Pons, vicepresidente del Parlamento Europeo, no olvidemos el dato, no atraviesa en Bruselas sus mejores horas porque, ni siquiera su Grupo Parlamentario, le está sobando precisamente el lomo. Tampoco en la sede central, Pons es ya el alter ego de Feijóo sobre todo en cuestiones externas. Feijóo se ha llevado con él a Génova a un diplomático ya sesentón, Ildelfonso Castro, que le está comiendo, de aquella manera, la merienda al otrora poderoso Pons. ¿Por qué escribo esa cautela? Porque hasta el instante el Partido Popular no ha publicado ningún sesudo documento sobre los grandes asuntos internacionales. Por ejemplo: ¿Cuál es su opinión sobre el fin de la Guerra de Ucrania? ¿Por qué parece haber olvidado al deteriorado presidente in pectore, que otra cosa no es, Edmundo González? Sabemos que para dentro de un par de meses el sanguinario dictador venezolano, Nicolás Maduro, ha convocado unas dobles elecciones en su país: legislativas y de gobernaduría. ¿Tiene el PP doctrina que ofrecer sobre este particular? Pues por ahora no sabe/no contesta.

El rumor es que para dentro de un tiempecito regular Feijóo nos tiene preparada una buena, es decir, una acción trascendente que parezca antesala o el embrión de unas elecciones generales. El caso es que todos los simpatizantes del centroderecha esperan algo así con gran esperanza, pero el PP no puede ofrecer la impresión de que su deseo, las urnas abiertas cuanto antes, se vayan a cumplimentar ni a corto y ni siquiera a largo plazo. Nada más lejos de este destroyer antidemocrático de apellidos Sánchez y Pérez-Castejón, que marcharse de la Moncloa, sobre todo porque su porvenir fuera está más en el banquillo y la cárcel que en un retiro de vino y rosas. Esto es así pero ¿le basta al PP con desmontar en el Parlamento las fechorías de este sujeto indeseable? Se está viendo. La calle no hay quien la movilice porque los españoles decentes prefieren un sábado de atascos en las autopistas que un agolpamiento con pancartas en Colón que a Sánchez le trae por una auténtica higa. Ya tiene la televisión de su lacayo de alias El Chupaito para degradar la concentración.

Es decir: que si no puedes ganar en el ring de la descomposición nacional por lo menos no nos despistes demasiado. Esto es lo que refieren muchos votantes del PP en la duda de si pasarse a los trogloditas de Vox porque éstos siempre proclaman las mismas consignas de ultratumba. Ya tienen un canal de televisión que las transmiten mientras el PP no encuentra, salvo rara excepción autonómica, una televisión que compre sus mensajes. No puede ser -hay que repetirlo- que cada vez que el PP gana en las encuestas o derrota al insufrible Sánchez en el ruedo ibérico, venga el Pons de turno a fastidiar la faena. Otra referencia: tras los comicios del 23 de junio todos los analistas se preguntaron a la medida y manera de Vargas Llosa: «¿Dónde y cuándo se jodió el Partido Popular?». Y todos, o casi todos, tuvieron respuesta: «En el momento en que alguien se salió del guion general y se dedicó a parir ingeniosidades». De Joaquín Garrigues Walker recordamos esta perla cultivada: «El PSOE puede decir una cosa y la contraria y afirmar que las dos son verdad, nosotros, si hacemos lo propio, ardemos en la pira de los periódicos». Léase ahora redes por periódicos y aquella sentencia vale para este preciso momento. La verdad: un meandro más en la estrategia de comunicación del PP y el votante desconcertado igual busca otro aposento electoral. Y un añadido que también figura en el frontispicio de lo que no se entiende en el PP: ¿de verdad es imprescindible la exposición diaria de Feijóo? A lo peor es que los convecinos que le rodean no son el Vinicius de la política y, por tanto, no le terminan de entender. Quizá suceda que fuera de Galicia también hay salvación. Que se entienda.

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