En León, el PP entre Casero y Zapatero

En León, el PP entre Casero y Zapatero
En León, el PP entre Casero y Zapatero

Nos encontramos ya en la segunda semana de la campaña electoral de Castilla y León. Unas elecciones autonómicas adelantadas, convocadas por Fernández Mañueco e impulsadas desde Génova 13, pero excluida la primera planta, que es donde precisamente radica la sede central del PP regional de Madrid. Es decir, donde Isabel Díaz Ayuso aspira a tener despacho con mando en plaza en cuanto se convoque el congreso madrileño.

El nombre de ésta ha planeado en todo momento sobre estos comicios, con la clara voluntad de alejarla de Casado tras el espléndido resultado que obtuvo el pasado 4-M. Un resultado, no lo olvidemos, que significó la salida de la política de Pablo Iglesias y de la cúpula de la FSM con Gabilondo al frente -ahora Defensor del Pueblo y ex clérigo investigador de abusos en la Iglesia- y con el PSOE convertido en la tercera fuerza en la Asamblea de Madrid. Así, en el imaginario popular Sánchez apareció como el gran derrotado de aquellos comicios, en los que se implicó personalmente para apartar a Ayuso, encumbrada por unos como heroína y menospreciada como la enemiga a batir por las izquierdas encabezadas por él.

Allí culminó el fiasco sanchista que comenzó con el estrepitoso descalabro de la estrategia pactada con Cs -por no se sabe quién, porque el fracaso no suele tener autores reconocidos- y que llevó a la práctica desaparición de Ciudadanos y a la consabida defenestración de Iván Redondo, Carmen Calvo y Jose Luis Ábalos, amén de los ya citados. Enfrente, incomprensiblemente el PP confrontado consigo mismo y con su socio cooperador necesario para gobernar, estigmatizado por Casado en aquella desgraciada censura contra Sánchez y convertida en moción contra Vox y Abascal.

Ahora, y para intentar diluir la imagen victoriosa de Ayuso se juega la actual baza electoral, en la convicción de que una repetición de aquella victoria madrileña en CyL y con limitada presencia de ésta en la campaña, pondría las cosas «en su lugar». El domingo hablarán las urnas y dirán la penúltima palabra al respecto, pero de momento las encuestas no auguran que esté asegurado el escenario buscado por Génova al promover estas elecciones, si por tal se entiende que Mañueco pueda gobernar como Ayuso; es decir, sin dar entrada a Vox en el Gobierno para satisfacción de Sánchez. Brillante planteamiento estratégico, nacido de aquella moción subordinando la estrategia popular a los intereses del sanchismo, que puede gobernar con comunistas y apoyado en secesionistas de resonancias supremacistas y hasta con los sucesores políticos de ETA, mientras se permite establecer un cordón sanitario a la tercera fuerza política nacional, porque rechaza la ideología de género. Si su estrategia tiene sentido desde su exclusivo interés político, su aceptación por el PP resulta incomprensible. Habría que preguntar las razones, y el mismo PP interpelarse acerca de la consolidación en torno a Vox de un espacio electoral que desde la refundación fraguista de 1989 había residido en torno a él, como casa común del centroderecha nacional.

Y como los males no suelen venir solos, el esperpento vivido en el Congreso estos días ha proyectado un descrédito general sobre el establishment político que no hace propicia -y ojalá me equivoque- una alta participación electoral el domingo. Escuchar a Sánchez decir en León que el PP «deslegitima una votación democrática en el Congreso» para referirse al voto del diputado Casero, causa vergüenza ajena cuando menos. Aunque se supera cuando también descalifica al PP denominándole «negacionista» por no someterse a todos sus caprichos. Define al personaje Pedro Sánchez que ahora se atreva a dar lecciones de veracidad, de cumplir la palabra dada y descalificar a la oposición por «negacionista», cuando es el autor de la frase «No es no ¿Qué parte del ‘No’ no entiende, señor Rajoy?», que obligó al Comité Federal de su partido a cesarle de la Secretaría General para impedir que hiciera precisamente lo que hace ahora.

Ante semejante panorama, que requiere una alternativa urgente al sanchismo, parece que los adversarios de Génova sean Ayuso y Vox, activo político indiscutible la una y necesario para gobernar el otro. Confiemos que el domingo el PP no se haga otro «Casero». Tiene razón Zapatero: ha sido «un golazo en propia meta». Con la  escandalosa complicidad de un árbitro  casero  como Batet.

 

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