Laporta, un ‘echao pa’lante’
El día en que hagamos una clasificación de los personajes que han jalonado el proceso, Joan Laporta tendrá sin duda un lugar de honor. La clasificación no es fácil. Ha habido tantos: el jeta, el trepa, el converso, el cantamañanas.
Además, en algunos casos se superponen. Por poner un ejemplo: el portavoz de ERC en Madrid, Gabriel Rufián, ¿qué es? ¿Un trepa? ¿Un jeta? ¿Un converso? ¿O las tres cosas a la vez? Lo dejo a su criterio.
Que conste que siempre he elogiado las habilidades del diputado republicano como community manager. Sin embargo, dudo de que en el sector privado cobrara los 115.000 euros anuales que le paga el Congreso. Es decir, que le pagamos entre todos.
Rufián ha dejado algunos tuits para la posteridad como el de las «155 monedas de plata» que fue decisivo para que Puigdemont no convocara elecciones. Aunque lo mejor fue cuando dijo, en una entrevista, que «a los 18 meses» volvería.
Como era diciembre del 2015, el plazo terminaba en junio del año siguiente. Se ha cumplido, pues, el plazo con creces sin que se haya cumplido la profecía.
Laporta encaja perfectamente en uno de estos perfiles psicológicos: el del echao pa’lante. Siempre ha funcionado a salto de mata. Tapando agujeros. Poniendo parches. Suele funcionar hasta que se dan de buces con la realidad. Como informaba el colega Luis Cobos, redactor de deportes de este diario: «Dani Olmo ya no podrá volver a jugar esta temporada con el Barcelona».
Acuérdense que, con Messi, ya dijo que arreglaría su renovación con «un asado». Argentino, por supuesto. El jugador ya no está en el club. Y mantiene relaciones tirantes con la actual directiva.
He seguido a Laporta desde el principio. Cuando llegó por primera vez a la presidencia del Barça (2003), fue recibido como un Kennedy de los deportes. Había derrotado contra pronóstico a Lluís Bassat, el candidato, por decirlo de alguna manera, del establishment.
Recuerdo que David Madí organizó, en las elecciones del 2006, un desayuno entre el candidato de CiU, Artur Mas, y el presidente del Barcelona. El PSC presionó para celebrar otro después con Montilla, que había sustituido a Pasqual Maragall como cabeza de lista.
Yo lo calé enseguida. Gracias a él mismo. En la primera Diada era la estrella. Llegó al Parlament y todos querían hacerse una foto con él. Me acuerdo de que le dije no sé qué -yo conocía al que había sido su director de campaña: Xavier Roig- y me soltó una bronca en público. Por suerte ya era tarde y había poca gente.
Uno de los testigos fue Josep Rull, entonces diputado de CiU y actual presidente de la cámara. El mismo que ahora me tiene vetado en el Parlament. Se me acercó y me dijo:
– ¿Qué le has hecho?
– Npi, le contesté
Lo averigüé unos días después. Jesús Cacho, el fundador de Vozpópuli, había publicado las cuentas del Barça. No cuadraba nada. Le sentó fatal a Joan Laporta. Y, al parecer, me confundió con el insigne periodista.
Pero entonces pensé que, si era capaz de perder los nervios de esa manera, alguna cosa fallaba en la cabecita del presidente del FC Barcelona.
Posteriormente hubo más incidentes que me confirmaron esta primera impresión. Como el día en que se bajó los pantalones en un control de seguridad del aeropuerto. O aquel otro que también abroncó a su chófer.
Al fin y al cabo, Joan Laporta ganó sus primeras elecciones anunciando que tenía atado el fichaje de David Beckham. No era verdad, pero coló. Y las segundas, con una pancarta gigante en Madrid con el mensaje «tengo ganas de volver a veros». Insufló ánimos a un barcelonismo que ya iba de capa caída.
Por eso, lo dicho: un echao pa’lante. Dani Olmo ha sido ahora su primera víctima. Lo que me pregunto es cómo quedará el Barça cuando deje la presidencia.
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