Jaque mate a Zelenski

En el gran teatro de la política internacional, donde los líderes a menudo se enmascaran de héroes o villanos conforme al guion que dicta el momento, Volodimir Zelenski ha optado por la máscara de la víctima valerosa ante la invasión rusa. Pero cuando Donald Trump, como un director dispuesto a cambiar el curso de la obra, suspende la ayuda militar a Ucrania, nos recuerda que la diplomacia es más arte que espectáculo. Zelenski, en su afán por dirigir la orquesta, parece haber olvidado quién escribe realmente la partitura.
No hay piezas blancas o negras en este ajedrez geopolítico; todo es un espectro de grises donde las alianzas y estrategias cambian más rápido que el viento de otoño. La reciente jugada de Trump no es solo un capricho de su política de “América Primero”, sino un espejo que refleja las complejidades y desafíos del liderazgo de Zelenski. Aunque Ucrania merece toda nuestra solidaridad, esto no significa que debamos entregarnos ciegamente a los brazos de Zelenski.
Ha sido hábil, sí, al posicionarse desde hace tres años como la víctima real de una brutal agresión. No obstante, liderar un país en guerra implica también buscar la prosperidad y la paz para su pueblo, no solo posar para un martiricidio. Su enfrentamiento en la Casa Blanca, lejos de ser un despliegue de diplomacia, fue una demostración de confrontación. Zelenski, sabedor del temperamento de Trump y su aversión a ser desafiado, eligió provocar en lugar de conciliar.
Recordemos otro encuentro que resuena con este: Netanyahu frente a Obama en 2011. Netanyahu, sin dudas, dio una cátedra de geografía política que no fue aplaudida. Zelenski, siguiendo ese guion, intentó imponer sus términos en Washington, olvidando que Trump no acepta ser un actor secundario y menos jugando en casa.
Zelenski, con el ímpetu de un novato en estos lides, no midió bien sus palabras ni sus gestos. Al tratar de bailar el vals en un campo minado, terminó pisando más de una mina. Trump, por su parte, no es de los que perdonan una afrenta, y menos aún en su propio salón. El resultado: una ayuda congelada que deja a Ucrania bailando al borde del abismo.
Este episodio nos enseña una lección crucial en el arte de la política: el poder es tan delicado como una porcelana fina, y Zelenski, en su torpeza, ha dejado caer no solo una taza, sino todo el juego de té. La ironía, por supuesto, no se pierde en aquellos que ven en Trump no solo a un estratega, sino a un maestro de la manipulación que sabe cuándo hacer un farol para poner a su contraparte entre la espada y la pared.
Zelenski goza de la simpatía internacional, cierto, pero la simpatía no es moneda de cambio en las guerras ni en los tratados de paz. Su habilidad para manejar el relato ha sido notable, pero en el tablero real, las buenas intenciones no bastan para evitar el jaque mate.
El líder ucraniano intentó ser astuto en la corte del rey Trump, olvidando que en este juego, Trump mueve las piezas más pesadas. Mientras Zelenski busca apoyos en un tablero inclinado, Trump reescribe las reglas, demostrando que quien sostiene la balanza, inclina las reglas a su favor.
Es crucial recordar que la arena internacional no es un melodrama de buenos contra malos. Trump, con sus defectos y virtudes, no es el villano exclusivo, ni Zelenski un héroe sin mancha. Ambos son líderes buscando lo mejor para sus naciones, cada uno con métodos y estilos que pueden ser cuestionables.
Trump, con su decisión de suspender la ayuda, ha enviado un mensaje claro no solo a Ucrania, sino a todos los actores internacionales: los Estados Unidos seguirán siendo un jugador decisivo en la arena mundial, pero bajo sus propios términos. Este enfoque, aunque controvertido, es una muestra de su estrategia de realpolitik que prioriza los intereses estadounidenses por encima de todo.
A Zelenski le toca entender que la diplomacia va más allá de gestionar apoyos externos; también se trata de saber cuándo ceder para acercar a su país a una paz duradera. Debe aprender a medir sus pasos y palabras, porque en esta partida de ajedrez, cada movimiento podría preludiar un jaque mate no solo para él, sino para toda Ucrania. Saber cuándo hacer un sacrificio estratégico podría ser la clave para mantener al rey a salvo y cambiar el curso de la partida.