Huelga médica con receta: dimisión de Mónica García


Hoy los médicos están en huelga. Y no por deporte. No por pereza. No por sindicalismo trasnochado. Hoy, miles de médicos de toda España cuelgan la bata, con la conciencia intacta y los servicios mínimos cubiertos, para decir basta a una ministra que ni negocia, ni escucha, ni entiende lo que es una guardia de 24 horas con un café frío y el alma rota. Mónica García, médica de pasado y política de improvisación, porque es sindicalista, se ha ganado en tiempo récord el respeto de nadie y la protesta de todos.
La reforma laboral sanitaria, ese monumento a la chapuza institucional, pretende regular el ejercicio médico con la finura de un BOE hecho a martillazos. El último intento serio de reformar el marco legal que rige a los sanitarios data del año 2006. Desde entonces, silencio administrativo. Ahora, lo que llega son borradores, plagados de agravios, de incoherencias, de ataques velados al corazón mismo de la profesión médica. Se legisla como si un médico fuera un administrativo de bata blanca, sin asumir que lleva sobre los hombros la vida, la angustia y… tantas negativas. Ni una palabra sobre las guardias eternas, ni sobre la formación exigente, ni sobre la responsabilidad penal que convierte cada decisión clínica en un equilibrio de alto voltaje.
Es tal el despropósito, que la reforma ha unificado lo que ni las pandemias ni los recortes lograron: a todo el colectivo médico. Desde los hospitales hasta los ambulatorios, del MIR recién salido del horno al jefe de servicio curtido en mil quirófanos. Todos a una, hartos de parches, de titulares rimbombantes y de una ministra que ha confundido su cargo con una tribuna de activismo ideológico.
Mónica García es el sexto rostro que ocupa el despacho de Sanidad bajo el Gobierno de Pedro Sánchez. Y, junto con Salvador Illa —el ministro del desconcierto pandémico—, representa lo peor de una política sanitaria hecha a base de ocurrencias. Illa nos dejó la mascarilla mal puesta, las cifras maquilladas y a Fernando Simón, convertido en profeta de la curva y meme nacional. A Simón, por cierto, lo quieren ahora colocar al frente de la Agencia Estatal de Salud Pública, ese organismo que iba a llegar con pompa, pero sigue empantanado por falta de apoyos parlamentarios. Quieren vestir de ciencia lo que no pasa de enchufe, disfrazar de técnica lo que huele a premio de consolación.
La ministra García ha perdido el respeto de sus colegas. Médicos que un día compartieron pasillos con ella hoy la señalan como una traidora de bata prestada. La Confederación Española de Sindicatos Médicos (CESM) habla claro: esta reforma no se puede aceptar. El Foro de la Profesión Médica respalda la huelga. Y premios Nobel como Santiago Ramón y Cajal, si levantaran la cabeza, volverían a pronunciar lo que ya dejó escrito: «El médico verdadero es el que sabe curar con su ciencia, consolar con su palabra y dignificar con su ejemplo.» A la ministra le queda aún aprender cualquiera de las tres.
No se puede dirigir la sanidad desde redes sociales o una pose moralista. No se puede gobernar la salud pública ignorando al que la sostiene cada día con su cuerpo y su vocación. Hoy los médicos se plantan. No es sólo una huelga, es un grito que dice: basta ya de desprecio. Basta ya de ministros que pasan por la sanidad como quien pasa por un ministerio de paso. Porque en la sanidad pública no sobra nadie… salvo los que no creen en ella.