El Gobierno de la mentira masIva

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El fin último de todo gobernante es la supervivencia en el poder. Pero cuando el que gobierna es socialista, progresista, feminista y amante de todas las causitas del mundo, la permanencia a toda costa en el poder se convierte en su único cometido y obsesión. Para ello sólo le hace falta mirarse al espejo y no reconocer alma alguna en su reflejo, como si lo invisible fuera el principio de toda su moral. Llega un momento en el que no le importa clasificar a quienes le permiten gobernar en función de lo que cuesta asumir el chantaje ni arrastrar sus posaderas suplicantes por el pasto. El posible reparo ético de compadrear con los herederos de quienes asesinaron a sus compañeros desaparece cuando retiene la poltrona cinco minutos más. Entregar Moncloa a Bildu, constructor de la mentalidad totalitaria que exilió a cientos de miles de vascos durante décadas, es el penúltimo episodio de la alfombra roja con la que Sánchez y el PSOE agasajan al odio.

Tenemos un Gobierno con el catálogo de fotos de la vergüenza más amplio de cuantos se recuerdan en la historia. La última que hemos visto es la que otorga a los herederos naturales y políticos de una banda terrorista la capacidad para decidir cuándo debe actuar la seguridad en España, es decir, los enemigos de la autoridad van a determinar, por acuerdo bilateral, cómo y en qué momento debe entrar en acción la policía (la real y la de Marlaska), hecho que debería sonrojar a quien lo hace posible. Pero ya sabemos que al PSOE no le quedan más muescas de podredumbre moral en sus sedes, aunque todavía tienen fuerzas en el equipo de opinión sincronizada y en la militancia siniestra para esputar guano retórico con el que defender tamaña traición. La ley Aizpurúa es otra nueva ley mordaza del sanchismo tras la que acabará con la libertad de expresión de los medios, instaurando una nueva edad del fango censor que ya no engaña ni siquiera a las cabeceras mediáticas más progres fuera de nuestras fronteras.

Hasta The Economist anuncia que Sánchez se aferra al cargo a costa de la democracia, en un titular que la Unión Europea recibe con la misma displicencia de costumbre, pero que en Moncloa advierten con preocupación autócrata. Si tenemos en cuenta los datos de Eurostat, España es campeona de Europa en paro femenino y juvenil. Y si además le echamos un vistazo al INE y demás estudios internos, la pobreza de los hogares españoles aumenta al mismo ritmo que la grasa del Estado, inmisericorde en el saqueo fiscal al contribuyente. Y todo esto, la misma semana que en Moncloa se congratulan de que haya ya más de 600.000 hogares y dos millones de ciudadanos que necesitan del caritativo Gobierno para poder vivir, es decir, el socialismo festejando una vez más la miseria, su verdadera razón de ser. Somos cada vez más pobres en una España cada vez menos democrática. Punto para la izquierda.

Y ahora que el Gobierno decide subir el IVA con la transparencia de costumbre, es decir, por la puerta de atrás, una de las cadenas de distribución más conocidas, Mercadona, decide comunicar a sus clientes dicha decisión, exponiendo en los estantes de sus supermercados el incremento que tendrán productos de primera necesidad como huevos, aceite, frutas o pan. La reacción del Gobierno es atacar a Mercadona por decir la verdad a la gente. ¿Qué hacen los periodistas del régimen y la izquierda política y social, supuestos defensores del trabajador? ¿Criticar que la bolsa de la compra nos cueste más porque el Gobierno social comunista necesita dinero para pagar a sus socios separatistas? No, denunciar a Mercadona por no tapar la mentira masiva. Esta es la España que nos legó Rajoy con Sánchez y nos deja Sánchez con quienes odian la nación que les da de comer. Podría ser peor, y que el Gobierno, con el permiso de Bildu, deje exento el IVA de la granada.

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