Globalistas, podemitas y los Kerensky del momento

Globalistas, podemitas y los Kerensky del momento

A medida que se contiene la pandemia del coronavirus, va emergiendo otra con toda su crudeza, la económica y social. Hasta ahora permanecía relativamente oculta bajo la cobertura del estado de alarma y el «escudo social», prometido generosamente desde el Estado. Pero no debemos confundir la apariencia con la realidad: el Gobierno está disparando con «pólvora del rey», y esos muy importantes recursos financieros, son inasumibles por nuestra economía -amenazada por una recesión superior al 9%-, al suponer un grave desequilibrio de nuestras cuentas públicas y un incremento del déficit y de la deuda publica a unos niveles insostenibles sin la generosa ayuda de la UE.

El problema radica en que nuestros socios europeos están dispuestos a una una solidaridad limitada. En este debate, se perciben dos bloques de Estados que geográficamente coinciden con el norte y el sur de la UE: Italia y España -naciones «católicas» por excelencia-, son las más reivindicativas de esas ayudas, mientras que los Estados «calvinistas y luteranos», países de la reforma -con Holanda al frente- son los más reacios a ellas. Por supuesto que no se trata de una «guerra de religión», como en épocas anteriores de la Historia, pero manifiesta, una vez más, el diferente «humus» de las raíces culturales y de los valores cristianos de unos y otros, que todavía están más arraigados de lo que parece, dado el actual clima de apostasia general que invade a la antigua Cristiandad.

Hace 20 años tuvimos que realizar un esfuerzo considerable de equilibrio de nuestros indicadores macroeconómicos, para poder acceder al pelotón de cabeza de la divisa europea del euro. Comparar aquellas exigencias en inflación, paro, déficit público y deuda, con las que tenemos en la actualidad, da una idea aproximada de dónde nos encontramos. Se estima que para financiar el escudo social que pretende el arco comunista del Gobierno, se necesitarán no menos de 140-150.000 millones de euros, que debería aportarnos la UE en condiciones de «especial generosidad», por decirlo suavemente…

Sánchez proclama que la UE no puede subsistir sin solidaridad interna y apela a los valores de la Unión -cristianos, por cierto, como sus padres fundadores-. El camino por el que se está avanzando, una vez más, es el intermedio entre subvenciones a fondo perdido, como la deuda perpetua invocada por Iglesias -el Vicepresidente, no las reformadas-, y los generosos préstamos en cuantía y condiciones a definir, y procedentes del Fondo de recuperación creado para este fin.

La diferencia entre nosotros y otros Estados de la UE, es que aquí estas ayudas se aplicarán para financiar ERTES y  la renta mínima de solidaridad; es decir, políticas «pasivas», mientras otros preferentemente las destinarán a políticas «activas» de creación de empleo. Para que se nos entienda: unos países optarán por poner el acento en «dar una caña y enseñar a pescar» a los más vulnerables y necesitados, mientras nosotros daremos «pan para hoy» que, muy posiblemente, se convierta en «hambre para mañana».

Queda patente que, bajo esta batalla económica, subyace una política de salida de la crisis muy ideologizada. La sentencia keynesiana «cañones o mantequilla» toma ahora especial actualidad. La opción de los comunistas del Gobierno, nos lleva inexorablemente al «hambre para mañana» en forma de una sociedad subsidiada, sin estímulos para el trabajo, y dependiente del Estado. Es el escenario deseado por los que, cuando acceden al poder, prometen el paraíso terrenal acreditado en Cuba, Venezuela o Corea del Norte.

En el otro extremo, se sitúa el liberalismo, encarnado muy bien por C’s, pero sin rastro del Humanismo Cristiano propio del proyecto europeo surgido de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Por ello, se ha convertido en el sobrevenido socio preferente de Sánchez para prorrogar el fáctico actual estado de excepción, y para elaborar los necesarios presupuestos antes del 30 de septiembre.

Al igual que a los autores del Manifiesto  comunista de 1848, la revolución burguesa de Francia les pareció una etapa intermedia para acceder a la dictadura del proletariado, a los globalistas actuales -en la sombra-, puede serles de utilidad esta fase intermedia a la que Sánchez accede con los comunistas y la Kerensky del momento.

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