Opinión

Los gastos de Yoli: vivir como una rica (con tu dinero)

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

La Sala de la Contencioso-Administrativo del Tribunal Superior de Justicia de Madrid emitió hace algún tiempo una sentencia en la que condena en costas a la vicepresidenta y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, por negarse a presentar los gastos ocasionados por sus viajes, comidas y hoteles a cuenta del erario público, una información repetidamente solicitada a tenor de lo exigido por el Consejo de la Transparencia.

Esto es lo que tienen los dirigentes políticos de formación comunista: que disponen de dos discursos. Uno para decir a la gente cuándo tiene que apretarse el cinturón y que debe batir palmas para celebrar que ella consigue elevar a los trabajadores el SMI en cuatro perras. El otro, para vivir en cuanto pueden como superburgueses, incluso megarricos, dilapidando el dinero del contribuyente en promociones personales o simplemente bagatelas que nada aportan a los contribuyentes, que son los que les sirven sus dineros.

La señora en cuestión se fundió desde enero del 2020 a diciembre del 2022 75.000 euros en viajes de promoción personal, más otros 44.000, más otros 9.000 en visitar a su amigo Lula ¿Para qué? Y a su amiga, la corrupta argentina Cristina Fernández de Kirchner.

Son cantidades nada desdeñables, según podía presumirse ante su tajante negativa, una y otra vez, a cumplir con la mínima decencia de dar a conocer a los contribuyentes los conceptos sobre los que asienta su vida muelle, muy alejada de la que llevan los currantes medios y bajos. Es la doble moral de esta gente tan antigua, tan demodé, que siempre olvida que el Muro de Berlín cayó por estas cosas, que ya emulaban sus iconos históricos, como ahora ocurre en aquellos países que admiran con sus sátrapas al frente, leáse, Castro, Maduro u Ortega en Nicaragua.

Ha sido condenada a pagar las costas del juicio. Supongo que no le habrá importado demasiado, más allá del desdoro de todo tipo que supone el hecho de haber sido pillada con las manos en el jurdó. Me apuesto doble contra sencillo que esas costas también corren a cargo del contribuyente.