¡Els Joglars en el Teatro Apolo! ¡Ahora!
Aprovechen que están en Barcelona estos días y vayan a disfrutar de ellos. Estarán desde hoy día 3 al día 7 de mayo. Porque a la gente como usted y como yo nos gustan el mejor teatro y las personas comprometidas.
Flipé ayer cuando sobre las nueve de la noche, zapeando tranquilamente, me los encontré entre Vicente Sanchís y Pilar Rahola. En serio. Era una mesa de tertulia de 8tv, y estaban allí teóricamente para hablar de la obra y de la celebración de su sexagésimo aniversario. Digo «teóricamente» porque el interés principal del tertulianado era colocar algunos reproches que ya pueden imaginar.
Después de rememorar el pasado antifranquista del dramaturgo fundador de la compañía, Albert Boadella, que todos al parecer aprobaban, el conductor del programa pasó a reconvenirles el giro inconveniente que tomó esa denuncia política. Según pude entender, mientras la sátira, la parodia y la comedia que caracteriza a Els Joglars se centraba en la «denuncia del poder» (en el primer momento, el Pujol de Ubú y otras obras), el aprecio del público catalán, de cuya pérdida se habían dolido instantes antes, no se resentía. Pero, ah, Albert Boadella decidió adoptar un perfil político que una gran parte del aficionado al teatro catalán encontró incompatible con su esencia. Concretamente, decía Sanchís, fue «la excesiva adscripción» a lo que sería un «nacionalismo» (se entiende que español) lo que provocó rechazo.
De verdad que vale la pena que se vean la entrevista. El campo de minas que los artistas (Dolors Tomeu y Ramón Fonseré) sobrevuelan con maestría. Porque hay que tener narices para que Sanchís se haga el ingenuo intrigado y les pregunte cuál serían, en su opinión, los motivos de haber tenido que exiliarse en Madrid. Sólo para él debe de ser un secreto que, al establishment catalán, la crítica social y política les divertía mucho hasta que les tocó a ellos.
No hay ningún misterio. Por un lado, los teatros y las compañías han ido siendo rehenes de ayudas y subvenciones que condicionan su libertad política y las sectariza. Ya con esta razón se explicaría casi todo. Pero la otra es que, en todas partes (no sólo en España y en Cataluña) el circuito cultural está conformado en su gran mayoría por gente que sólo encuentra meritorio de crítica el poder que proviene de lo que ellos entienden como «la derecha». Boadella siempre tuvo razón, pero por desgracia decía cosas parecidas a quienes en Cataluña se tildaba de «españolistas». Y para el «progre» de ahora y de siempre esto es suficiente.
Sólo faltó oír a la Sra. Rahola, después de expresar (creciéndole la nariz) ese gran respeto que al parecer siente por la veterana compañía, que una cosa era la crítica del poder y la otra la del procés (experimento social que ya saben dónde nos ha llevado). Eso fue para ella la clave del desafecto que los catalanes (léase simplemente «nacionalistas») sienten por la obra de Els Joglars. Y de ahí pasó a hablar de «represaliados» (léase «delincuentes»), bla, bla, bla, y todo el supuesto «dolor» que obras como Sr. Rusiñol les causan a esos catalanes supersensibles que no tuvieron el menor reparo en intentar despojar a más de la mitad de sus conciudadanos de sus derechos y libertades.
No tienen remedio. Pero nosotros sí. Por eso, una vez más estaremos a su lado y asistiremos a esa ¡Que salga Aristófanes!, que celebra su 60 aniversario en el Teatro Apolo. Una obra que pone en el centro de su actividad artística la libertad de expresión, como es su costumbre. Una representación de resonancias áticas mezcladas con situaciones de actualidad que cuenta la hilarante historia de un catedrático que sufre un escarnio público y termina internado en un centro de reeducación psicocultural.
Disfruten.
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